XIV Domingo del Tiempo Ordinario
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro:
«¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?». Y estaban desconcertados.
Pero Jesús les dijo: «Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa». Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos. Palabra del Señor.
CREÍAN QUE LE CONOCÍAN, Y RESULTÓ QUE NO
Jesús culmina una etapa de su tarea misionera recorriendo las comunidades en Galilea; regresa a su propia comunidad donde vivía con sus padres. Todo mundo le conocía en aquel pequeño poblado que no aparecía en los mapas de la época; le habían visto crecer y era conocido sin duda por sus compañeros de escuela y que fueron juntos a la sinagoga. Tienen conocimiento de su situación social y de su trabajo como artesano, que desempeñó en la sencillez de su hogar y en lo cotidiano de la comunidad, construyendo algún mueble, arado o repararando algún utensilio.
Ahora regresa a su pueblo a realizar su misión predicando; los habitantes de Nazaret se quedan asombrados de su identidad y comienzan a preguntar por su identidad ¿Quién es realmente Jesús? Buscan la respuesta en una dirección equivocada y su asombro termina en escándalo e incomprensión. Ahora, ni su extraordinaria sabiduría, ni sus poderosas acciones se corresponden con la idea que tenían sobre él. Creían que lo conocían, pero no es así. Les falló lo más importante, la fe, y por ello no supieron descubrir en Jesús el carpintero, la presencia del misterio de Dios.
Sin embargo desconfiaban porque le conocían. Conocer a alguien puede servir para confiar o desconfiar. En este caso sirve para desconfiar. Lo que conocían de Jesús no les daba suficiente peso para creer en él. Hoy siguen pasando las mismas cosas. Por darle por conocido, los paisanos de Jesús se impidieron conocerle mejor. Por acostumbrarnos a Dios, nos podemos también hoy impedir tener una experiencia de Dios más íntima y que haga maravillas para nosotros.
Jesús quiso hacerse cercano, viene a su encuentro; ahora los que se hacen lejanos son ellos de tal manera que desconfían y eso es la manera más tremenda de menospreciar a alguien. No soportan que uno de los suyos haga los gestos que él hace, por ello la afirmación de Jesús: “nadie es profeta en su tierra”.
A pesar de todos los desafíos Jesús siguió adelante, nada lo detuvo y continuó haciendo milagros, más entre extraños que entre conocidos y esto puede suceder hoy, convirtiendo más fácilmente a los que le ignoraban o no le conocían que a los amigos. Si somos hoy los amigos sigamos en la búsqueda de conocerle más y más, plantándonos cada vez más tiempo ante su Palabra y ante el Sagrario, para crecer en el diálogo orante y frente a frente en la Eucaristía. No nos privemos de la alegría del encuentro con Cristo y de comunicar esta experiencia. Si no se experimenta la necesidad de comunicarlo en comunidad, es necesario que revisemos la legitimidad de este encuentro.
Una oración: “Señor: libéranos del sueño de gustar a todos, de la necesidad de la aprobación de los cercanos, del aplauso de los cercanos… Impón tus manos sanadoras, sobre cada uno de nosotros, para limpiarnos de desencantos, miedos y dudas y actuar como Tú, envolviendo a los otros con tu amor”.
† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro