Palabra Dominical: Creer en Él

V Domingo del Tiempo Ordinario
Lectura del santo evangelio según san Lucas 5, 1-11
 

PESCADOR_DE_HOMBRESEn aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar». Simón replicó: «Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra, echaré las redes». Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: «¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!». Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Luego llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron. Palabra del Señor.

 

Una escena en el mar de Galilea o  Lago de Tiberiades; así le llamaban los hebreos al lago que se forma con las aguas del río Jordán que viene del Norte en su recorrido hacia el Mar Muerto. Bajo una superficie de 144 kilómetros cuadrados, se criaban hasta catorce especies de peces comestibles. Una cifra que mermaba ante la ley que consideraba impuros a los que carecían de aletas y escamas. Se pescaba con anzuelos fabricados de hueso, de hierro o cobre. También con redes: una pequeña y circular, que se arrojaba desde la playa, y otra mayor para la pesca lago adentro.

La vida pública de Jesús se desarrolla  por mucho tiempo a la orilla del lago, recorriendo las aldeas de su entorno, especialmente Cafarnaúm donde frecuentemente llegaba a la casa de Pedro. Y entre los Doce elegidos por Jesús están el mismo Pedro y su hermano Andrés, originarios de Bastida , cuyo nombre significa pesquería; Santiago y su hermano Juan;  y Santiago el Menor y su hermano Judas Tadeo a quienes el Nuevo Testamento reconoce como “parientes del Señor». Todos ellos se ganaban la vida en el lago, vivían de él, seguramente con barcas propias o alquilados.

Un buen día, Jesús les llama para que sigan siendo pescadores, pero con un objetivo distinto, pero con la misma técnica de esfuerzo y de constancias: “Ellos dejando las redes le siguieron”.

El encuentro y la llamada fue tan fuerte que dan un giro total a su existencia; esto lo tenemos que resaltar, porque en la vida de las personas casi siempre hay un hecho, un momento, un acontecimiento en el que se da este giro y del que arranca el cambio experimentado. Este es el relato que recoge uno de esos momentos. Aquí cada uno de nosotros podemos recordar el momento que Jesús nos encontró en el camino, en circunstancias muy específicas y le dimos una respuesta; ojalá la tuya haya sido como la de aquellos pescadores, es decir, le hacen caso a Jesús y la pesca resulta abundante; los frutos superan las expectativas de aquellos hombres.

Son momentos de gracia, en los que una luz interior nos ilumina con claridad ineludible y nos descubre nuestra indigencia, pobreza y pecado. Momentos de transparencia que dejan temblando nuestro corazón y nos hacen balbucear palabras semejantes a las de Simón Pedro: “Apártate de mí Señor, que soy un pecador”. Es entonces cuando atentos tenemos que escuchar las palabras del Señor que nos dan confianza y seguridad: “No temas”. Abrirnos a Dios para expresarle lo que somos es tocar su corazón, que seguramente se volcará en misericordia con nosotros, porque creer en él es aceptar ser aceptados a pesar de ser inaceptables.

Siempre la iniciativa viene de Jesús que llama y envía, por ello este pasaje es uno de los muchos que nos muestran que la fe y la misión no son dos llamadas distintas sino una y la misma. Creer es saberse enviado. Esto es lo que provoca la vitalidad misionera. Por ello recordemos que la misión nace del descubrimiento personal del Señor y que no se apoya en medios extraordinarios y en estructuras de poder, sino en la fe en la palabra de Jesús.

Estamos en el Año de la Fe y en el Año Jubilar del 150 aniversario de nuestra querida Diócesis de Querétaro; el reto es fortalecer nuestra fe desde el encuentro vivo con el Señor, para recorrer el camino de la conversión,  que nos avive nuestra identidad de discípulos que crecen en comunidad y que juntos, todos, nos lancemos a tirar las redes a donde nos ordena el Señor y a recorrer los caminos de la misión.

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro