XII Domingo del Tiempo Ordinario – Lc. 9, 18-24
Un día Jesús se había apartado un poco para orar, pero sus discípulos estaban con él. Entonces les preguntó: «Según el parecer de la gente, ¿quién soy yo?».
Ellos contestaron: «Unos dicen que eres Juan Bautista, otros que Elías, y otros que eres alguno de los profetas antiguos que ha resucitado».
Entonces les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro respondió: «Tú eres el Cristo de Dios.»
Jesús les hizo esta advertencia: «No se lo digan a nadie».Y les decía: «El Hijo del Hombre tiene que sufrir mucho y ser rechazado por las autoridades judías, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la Ley. Lo condenarán a muerte, pero tres días después resucitará».
También Jesús decía a toda la gente: «Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga. Les digo: el que quiera salvarse a sí mismo, se perderá; y el que pierda su vida por causa mía, se salvará.
San Lucas hace una descripción de la identidad de Jesús, describiendo al mismo tiempo como parte de esa identidad la tarea redentora a través del sufrimiento y la audacia que implica para sus discípulos el seguirle, al hacer la invitación para tomar la cruz de cada día.
Los apóstoles tienen que tener muy clara la misión de Jesús de tal manera que su mesianismo no se desvirtúe y se llegue a pensar que Mesías es sinónimo de triunfalismo, fuerza o poder, lo cual no coincide con lo que Jesús siente y quiere llevar adelante.
La identidad de Jesús está lejos de estos conceptos, por ello les aclara que tiene que “padecer mucho, tiene que ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”. Esto se los recalca para que cambien su manera de pensar y se habitúen también ellos al fracaso ante la sociedad, aceptando incluso la muerte por fidelidad a Dios. Pero el fracaso no es definitivo. Es el camino a la resurrección, hacia la verdadera liberación y vida.
Tras revelarles que es lo que le espera, cuál es su camino y su misión, Jesús se dirige a los Apóstoles y al pueblo, y les puntualiza cual es el estilo de vida para sus seguidores: “si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ese la encontrara”.
Son consignas claras del Señor que no necesitan muchos comentarios, más bien, es necesaria la valentía y audacia de asumirlas con coherencia de vida; audacia porque sobran los argumentos para amortiguar la radicalidad del evangelio y fácilmente las acomodamos a lo que nos conviene; además puede surgir la tentación de huir del compromiso por el Reino, o amoldarse a esta sociedad por temor a la cruz o conflictos de cada día, o por querer conservar lo que tenemos, es perder la vida.
Una oración: “Señor, vivimos en un mundo donde muchos te desconocen, quizá porque no sabemos explicar bien quien eres tú, o porque no nos ven actuar con tu estilo de vida, a tu manera. Ayúdanos a ser creyentes alegres y dinámicos, a amar y tratar a la gente como tú lo hacías; haznos personas generadoras de encuentros y relaciones, buenos compañeros de camino, sin miedos y abandonados en ti. Ayúdanos a mejorar la vida de los más desfavorecidos, a suavizar el dolor de los pobres, construyendo justicia, luchando por ese mundo fraterno que urge construir.
Otra oración: “Señor, tú nos sigues preguntando: ¿Y tú, quien dices que soy yo?. Que sepamos responder a tu pregunta, desde nuestra experiencia y encuentro contigo, no desde lo que dicen los demás o los libros”. Amén.
† Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro