Te bendecimos Dios Bueno y Grande, Creador de cielos y tierra.
Tú elegiste y llamaste a esta porción de tu pueblo,
la Diócesis de Querétaro, al enviarnos tu Palabra
por medio del trabajo incansable de los misioneros.
Te damos gracias por los cuidados que nos has regalado en nuestro caminar,
has sido magnánimo con nosotros,
nos diste un esmerado y fiel ministerio en nuestros obispos,
quienes con su vida y testimonio cuidaron su grey;
la presencia pastoral de tantos sacerdotes generosos en el clero diocesano;
la eximia riqueza de notables órdenes religiosas e institutos seculares;
la diversidad de carismas en comunidades femeninas de vida contemplativa y activa;
un laicado comprometido en organizaciones, asociaciones y movimientos.
Te pedimos humildemente, ahora y por siempre, que tu Hijo sea para nosotros:
el Camino por el que vayamos hacia Ti, la Verdad que ilumine nuestros corazones,
la Vida de la que nos alimentemos y vivamos,
la Puerta por la que seamos admitidos en tu Reino y
la Luz que disipe las tinieblas para superar la cultura de la muerte.
Te suplicamos por toda esta Iglesia Particular, formada por parroquias
del norte del estado de Guanajuato y de todo el estado de Querétaro:
que anunciemos como discípulos y misioneros
la fuerza del Evangelio con renovado ardor;
celebremos dignamente tus santos Misterios;
vivamos con lealtad los compromisos que nos urge la caridad cristiana;
impulsemos la consagración de cada una de las familias,
la defensa de la vida en todas sus etapas,
la atención y acompañamiento de la juventud;
cuidemos fielmente el deber de la propia vocación;
busquemos la unidad de los hermanos en la fe;
inculturemos nuestra fe en las comunidades parroquiales
y usemos los instrumentos de la técnica actual
para comunicar la verdad y defender la justicia.
Dios nuestro, nos has concedido como Madre, Reina y Patrona de esta Diócesis
a María Santísima en la advocación de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano;
ayúdanos a aliviar, por su intercesión, los sufrimientos que Cristo
sigue sufriendo en nuestros hermanos e inúndanos con la gracia del Espíritu Santo
para que confesando siempre a nuestro Redentor, como Dios y Hombre verdadero,
seamos sus fieles discípulos misioneros.
Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos. Amén.