𝗢𝗰𝘁𝗮𝘃𝗼 𝗗𝗶́𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗡𝗼𝘃𝗲𝗻𝗮 𝗮 𝗹𝗮 𝗩𝗶𝗿𝗴𝗲𝗻 𝗱𝗲 𝗚𝘂𝗮𝗱𝗮𝗹𝘂𝗽𝗲.
𝗔𝗰𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝗖𝗼𝗻𝘁𝗿𝗶𝗰𝗶𝗼́𝗻
«Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, creador y redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Propongo enmendarme y confesarme a su tiempo y ofrezco cuanto hiciere en satisfacción de mis pecados, y confío por vuestra bondad y misericordia infinita, que me perdonaréis y me daréis gracia para nunca más pecar. Así lo espero por intercesión de mi Madre, nuestra Señora la Virgen de Guadalupe. Amén».
𝗢𝗰𝘁𝗮𝘃𝗼 𝗗𝗶́𝗮
¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Qué misteriosa y qué acertada estuvo la mano del Artífice Supremo, bordando tu vestido con esa orla de oro finísimo que le sirve de guarnición! Aludió sin duda a aquel finísimo oro de la caridad y del amor de Dios con que fueron enriquecidas tus acciones. Y ¿quién duda, Señora, que esa tu encendida caridad y amor de Dios estuvo siempre acompañada del amor al prójimo y que no, por verte triunfante en la patria celestial, te has olvidado de nosotros?
Abre el seno de tus piedades a quien es tan miserable; dale la mano a quien caído te invoca para levantarse; tráete la gloria de haber encontrado en mí una misericordia proporcionada, más que todas, a tu compasión y misericordia. Amén.
𝑆𝑒 𝑑𝑖𝑐𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑖𝑛𝑡𝑒𝑛𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑛𝑜𝑣𝑒𝑛𝑎 𝑦 𝑠𝑒 𝑟𝑒𝑧𝑎 𝑢𝑛 𝑃𝑎𝑑𝑟𝑒𝑛𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑜, 𝑢𝑛 𝐴𝑣𝑒 𝑀𝑎𝑟𝑖́𝑎 𝑦 𝑢𝑛 𝐺𝑙𝑜𝑟𝑖𝑎.
𝗢𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗱𝗲 𝗦𝗮𝗻 𝗝𝘂𝗮𝗻 𝗣𝗮𝗯𝗹𝗼 𝗜𝗜 𝗮 𝗹𝗮 𝗩𝗶𝗿𝗴𝗲𝗻 𝗱𝗲 𝗚𝘂𝗮𝗱𝗮𝗹𝘂𝗽𝗲
¡Oh Virgen Inmaculada Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos, y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, a ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores, te consagramos en este día todo nuestro ser y todo nuestro amor.
Te consagramos también nuestra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías, nuestras enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos; ya que todo lo que tenemos y somos lo ponernos bajo tu cuidado, Señora y Madre nuestra.
Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu mano amorosa.
Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas, te pedimos por todos los obispos, para que conduzcan a los fieles por senderos de intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas.
Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Señor infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe y celosos dispensadores de los misterios de Dios. Concede a nuestros hogares la gracia de amar y de respetar la vida que comienza. con el mismo amor con el que concebiste en tu seno la vida del Hijo de Dios.
Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias, para que estén siempre muy unidas, y bendice la educación de nuestros hijos. Esperanza nuestra, míranos con compasión, enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a Él, mediante la confesión de nuestras culpas y pecados en el sacramento de la penitencia, que trae sosiego al alma.
Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos sacramentos que son como las huellas que tu Hijo nos dejó en la tierra.
Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en la conciencia, con nuestros corazones libres de mal y de odios, podremos llevar a todos la verdadera alegría y la verdadera paz, que vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que con Dios Padre y con el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.