Cuando apareció la ‘fumata bianca’, aquel 19 de abril de 2005, no me imaginaba que, junto con el Pontificado que se iniciaba, también estaba por comenzar mi actividad como columnista. Son ya casi 8 años siguiendo semana a semana a Benedicto XVI. He vivido una apasionante aventura periodística, y hoy deseo compartirla con Ustedes.
El pasado lunes 11, muy temprano, un amigo me dijo que había renunciado el Papa. Me pareció un chisme más. Y para corroborarlo, abrí la página web del Vaticano. Esta vez, sí era cierto: Benedicto XVI había dimitido.
De la negación, pasé al estupor. Caí en la cuenta de que, desde que lo eligieron, el Papa ha sido parte de mi día a día. He seguido casi a diario las noticias sobre él, tanto por mi amor al Romano Pontífice, por ser el Vicario de Cristo, como para preparar esta columna dominical.
Aunque no todos los domingos he escrito sobre Benedicto XVI, he seguido sus viajes, he estudiado sus catequesis y comentado sus Encíclicas y sus libros, y he tenido que informarme a fondo de todas polémicas y malentendidos.
De esta manera, Benedicto XVI se hizo parte de mi vida: su discursos dominicales (el “Angelus”) y sus homilías han alimentado mi oración, sus encíclicas me han orientado, y he tenido continuamente la preocupación de dar a conocer los mensajes de este Papa sabio.
Por eso, me quedé por un instante en estado de “shock” cuando leí la noticia. Pero conforme trascurrió aquella mañana, me llené de admiración por la prudente y heroica decisión tomada por el Santo Padre.
Así, una vez repuesto, con todo lo que he aprendido de él, decidí publicar la serie diaria sobre la renuncia del Papa, porque también en este episodio de su dimisión hay mucho que aprender de Benedicto XVI. [Disponible aquí]
No ha sido fácil la labor de dar a conocer el Pontificado de Benedicto XVI, porque la opinión pública continuamente prefiere saber más sobre las noticias sensacionalistas, que sobre los grandes logros doctrinales y eclesiales conseguidos por el Santo Padre.
De esta manera los temas duros, como los pederastas, las finanzas vaticanas y los lefebvrianos, ocuparon más espacio que la amplia reconciliación promovida por el Papa teólogo: entre la fe y la razón, entre la Iglesia y los fieles anglicanos y ortodoxos, entre el Papado y los medios electrónicos, entre otros.
Un momento culminante de la historia de esta columna dominical fue mi viaje a Roma en junio del año pasado. Iba con la ilusión de participar en una Audiencia general del Santo Padre, y con el objetivo de hacerle llegar un ejemplar de mi librito “Conoce al Papa”, que recopila varios artículos sobre la vida y el pontificado de Joseph Ratzinger, publicados en el “a.m.” y en varios blogs, con motivo de la visita papal a nuestro País. [Disponible aquí]
El libro fue recibido por sus secretarios y, semanas después, desde la Nunciatura de México me hicieron llegar una carta de agradecimiento de parte del Santo Padre. Con este aliciente continué escribiendo sobre las actividades papales.
¿Qué me dejan ocho años de periodismo sobre el Papa? Son muchas enseñanzas, pero hoy me quedo con éstas: Benedicto no tuvo miedo a la verdad, y reconoció los errores que manchan la Iglesia; Benedicto nos habló de la verdad: nos predicó a Cristo, Dios hecho hombre.
No quisiera terminar sin decir que estos ocho años también me han dado una singular amistad con los lectores de esta columna. Gracias por su apoyo y sus comentarios. Dios mediante, estamos por recorrer juntos una nueva etapa, la del siguiente pontificado.