NOVENA EN HONOR DE NTRA. SRA. DE LOS DOLORES DE SORIANO.
50 Aniversario como Patrona Celestial Principal de la Diócesis de Querétaro.
DÍA TERCERO
Meditación:
PRIMER DOLOR
La presentación del Niño Jesús en el Templo
Nos dice el evangelio de san Lucas 2, 23-35. Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al señor, como está escrito en la Ley del señor: Todo varón primogénito será consagrado al señor. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto a cristo del señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo, y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, lo tomó en brazos y bendijo a dios diciendo:” Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis hijos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.” Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María su madre: “Este niño está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción – ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.”
Cuarenta días, y no más, llevaba la dichosa madre de gozar la aventura de ver el rostro de su niño, de anegarse en la luz de sus ojos, de mecer en su regazo a su tesoro, tesoro del mundo, tesoro del Padre, Desde el pesebre había visto al fruto bendito de su vientre, tendiendo hacia ella sus manecitas cual si le dijese: ¡tus brazos son mi trono.
Cuarenta días no más ¡Y, ahora, tiene que oír que lo entregaran a la muerte! Y tiene que vivir a la orilla de aquel Abismo, que la espada de Simeón acaba de abrir entre ella y Jesús: Abismo, sí, porque ya no le poseerá tranquilamente y sabe que tendrá que sufrir su pasión. Abismo, porque ya sabe que Jesús pertenece a todos los pecadores; a la ira del Padre; y para su Madre María ya no es si no una víctima que la encargan guardar hasta la hora del sacrificio. ¡Terrible encargo para una madre! Pues ese fue el encargo de María por su calidad de Madre de Dios.
Simeón había profetizado: “Este Niño está para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción”. Para caída completa, para perdición irreparable. ¡Cómo! ¿Habrán de vivir gentes para quienes hubiera valido más que Jesús no hubiese descendido a la tierra? Cierto, sólo para amar vino Jesús al mundo, y he aquí que su advenimiento tiene como primer resultado una oposición que causará la eterna perdición de muchas almas, la devastación de su patria terrenal y la dispersión de su pueblo escogido. ¡Oh cruelísima previsión para María, la más cruel de todas!
Alivio a su inconsolable dolor debió haber sido el pesar en las innumerables muchedumbres de los que se habían de salvar, y así fue creciendo en el corazón dolorido de María un tierno afán de salvar almas.
Santísima Madre, te queremos dar gracias por acatar la soberana voluntad de Dios y por enseñarnos que nuestra voluntad humana no es perfecta si no cuando nuestra sumisión a la voluntad divina es absoluta.
¡Ruega por nosotros, Dolorosa madre! Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucrist0o. Amén.