𝗛𝗼𝘆 𝗶𝗻𝗶𝗰𝗶𝗮 𝗹𝗮 𝗡𝗼𝘃𝗲𝗻𝗮 𝗮 𝗦𝗮𝗻 𝗙𝗿𝗮𝗻𝗰𝗶𝘀𝗰𝗼 𝗱𝗲 𝗔𝘀𝗶́𝘀.
“Ninguna otra cosa hemos de hacer sino ser solícitos en seguir la voluntad de Dios y en agradarle en todas las cosas”, decía San Francisco de Asís, que recibió el don de los estigmas y que fue declarado “Patrono de los cultivadores de la ecología” por San Juan Pablo II en 1979.
El Papa Francisco, que tomó su nombre por este santo y que ha publicado su encíclica Laudato Si’ sobre la ecología, destacó en su visita a Asís en 2013 que San Francisco “da testimonio del respeto hacia todo lo que Dios ha creado y como Él lo ha creado, sin experimentar con la creación para destruirla”.
Cercanos a la Fiesta de San Francisco de Asís, que se celebra cada 4 de octubre, aquí una novena en su honor para pedir su intercesión.
𝗣𝗿𝗶𝗺𝗲𝗿 𝗗𝗶́𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗡𝗼𝘃𝗲𝗻𝗮 𝗮 𝗦𝗮𝗻 𝗙𝗿𝗮𝗻𝗰𝗶𝘀𝗰𝗼 𝗱𝗲 𝗔𝘀𝗶́𝘀
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
𝗢𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗱𝗲 𝗦𝗮𝗻 𝗙𝗿𝗮𝗻𝗰𝗶𝘀𝗰𝗼 𝗮𝗻𝘁𝗲 𝗲𝗹 𝗖𝗿𝗶𝘀𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝗦𝗮𝗻 𝗗𝗮𝗺𝗶𝗮́𝗻
(𝗢𝗿𝗦𝗗)
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.
𝗢𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗱𝗲 𝗦𝗮𝗻 𝗝𝘂𝗮𝗻 𝗣𝗮𝗯𝗹𝗼 𝗜𝗜 𝗮 𝗦𝗮𝗻 𝗙𝗿𝗮𝗻𝗰𝗶𝘀𝗰𝗼 𝗱𝗲 𝗔𝘀𝗶́𝘀
Oh San Francisco,
que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón
abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy
a reconocer el mal del pecado
y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también
de las estructuras de pecado,
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco,
tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra,
ábreles de nuevo las puertas de la esperanza. Amén.
𝗟𝗲𝗰𝘁𝘂𝗿𝗮𝘀 𝗱𝗲𝗹 𝗽𝗿𝗶𝗺𝗲𝗿 𝗱𝗶́𝗮
𝑳𝒆𝒚𝒆𝒏𝒅𝒂 𝑴𝒂𝒚𝒐𝒓 5,7
Aunque Francisco animaba con todo su empeño a los hermanos a llevar una vida sobria, sin embargo, no era partidario de una severidad intransigente, es decir una vida sin misericordia. Prueba de ello es el siguiente hecho.
Cierta noche, un hermano que ayunaba hacía varios días, se sintió atormentado con un hambre tan terrible, que no podía estar tranquilo. Dándose cuenta San Francisco, llamó al hermano, le preparó la mesa con alimentos y -para evitarle toda posible vergüenza- comenzó él mismo a comer primero, invitándole dulcemente al hermano que sufría, que también él comiera.
Venció el hermano su vergüenza y tomó el alimento necesario, sintiéndose muy confortado, porque, gracias a la prudente acción del santo, había superado su desvanecimiento corporal, y además había recibido un gran ejemplo de edificación. A la mañana siguiente, el varón de Dios, Francisco, llamó a sus hermanos y les contó lo sucedido aquella noche, añadiéndoles esta prudente recomendación: «Hermanos, que les sirva de ejemplo, en este caso, no tanto el alimento, sino el amor».
Les enseñó, además, a guardar la discreción, como reguladora de las virtudes; pero no la discreción que sugiere la carne, sino la que enseñó Cristo, un verdadero ejemplo de perfección.
𝗥𝗲𝗳𝗹𝗲𝘅𝗶𝗼́𝗻
San Francisco se esforzó mucho por ser fiel a Jesús, haciendo oración, dando gracias por todas las cosas recibidas de parte de Dios, y también practicando la justicia con quienes el Señor le había regalado para vivir juntos la vida en fraternidad. Francisco era exigente consigo mismo y bondadoso con los demás. Esta es una muestra de la justicia que descubría en su Señor, y que debía practicar con sus hermanos. Así lo afirma la lectura que acabamos de escuchar.
Imaginemos a Francisco de Asís, un joven que después de tenerlo todo, quiso seguir al Señor que lo llamaba y decidió dejarlo todo, y quería ser fiel a ese llamado. Por eso, su vida era de penitencia y oración. Hacía largos ayunos porque decía que también Cristo lo hizo, y él quería hacer lo mismo. En una ocasión, tal como escuchamos, un hermano que también ayunaba sintió hambre, ese deseo tan natural de comer, de ingerir alimento para recobrar las fuerzas; y con toda la profundidad que san Francisco vivía su vida. Su devoción y empeño no fueron obstáculo para dejar de lado su ayuno y acudir al llamado de su compañero.
Es una verdadera renuncia de sí mismo en bien de un hermano, que tiene su fundamento en el amor, tal como lo dice ahora a nosotros: “hermanos, que nos sirva de ejemplo el amor”. Esta hermosa historia nos ayuda a descubrir que nuestra justicia debe estar fundamentada en el amor, para que sea verdadera justicia evangélica, de la misma manera que la practicó Cristo, dando a cada hombre y mujer lo que necesitaba, atendiendo las necesidades del prójimo. Que también a nosotros nos sirva de enseñanza este pasaje, para estar atentos a lo que el amor nos exige a cada uno, sea en el hogar o el trabajo, en la iglesia o en la calle, en nuestra familia y con nuestros vecinos, y practicar la justicia misericordiosa que Jesús nos dio a conocer.
𝗢𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗲𝗻 𝗵𝗼𝗻𝗼𝗿 𝗮 𝗹𝗮𝘀 𝗹𝗹𝗮𝗴𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗦𝗮𝗻 𝗙𝗿𝗮𝗻𝗰𝗶𝘀𝗰𝗼
Gloriosísimo Protector y Padre mío, San Francisco, a ti acudo, implorando tu poderosa intercesión, para entender el amor que Dios Nuestro Señor te manifestó al martirizar vuestra carne y vuestro espíritu. Tus llagas son cinco focos de caridad divina; cinco lenguas que me recuerdan las misericordias de Jesucristo; cinco fuentes de gracia celestiales que el Creador te confió para que las distribuyas entre tus devotos. ¡Oh Santo amabilísimo!, pide por mí a Jesús crucificado una chispa del fuego que ardía en tu alma aquel día dichoso en que recibiste la seráfica crucifixión, a fin de que, recordando tus privilegios sobrenaturales, imite tus ejemplos y siga tus enseñanzas, viviendo y muriendo, amando a Dios sobre todas las cosas.
𝑺𝒆 𝒅𝒊𝒄𝒆𝒏 𝒍𝒂𝒔 𝒊𝒏𝒕𝒆𝒏𝒄𝒊𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒏𝒐𝒗𝒆𝒏𝒂 𝒚 𝒔𝒆 𝒓𝒆𝒛𝒂𝒏 5 𝒑𝒂𝒅𝒓𝒆𝒏𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒐𝒔, 𝒂𝒗𝒆𝒎𝒂𝒓𝒊́𝒂𝒔 𝒚 𝒈𝒍𝒐𝒓𝒊𝒂𝒔 𝒆𝒏 𝒉𝒐𝒏𝒐𝒓 𝒅𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒄𝒊𝒏𝒄𝒐 𝒍𝒍𝒂𝒈𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝑺𝒂𝒏 𝑭𝒓𝒂𝒏𝒄𝒊𝒔𝒄𝒐.
𝗢𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗙𝗶𝗻𝗮𝗹
Seráfico Padre mío San Francisco, pobre y desconocido de todos, y, por esto, engrandecido y favorecido de Dios. Porque te veo tan rico en tesoros divinos, vengo a pedirte limosna. Dámela generoso, por amor al buen Jesús y a nuestra Madre, la Inmaculada Virgen María, y por el voto que hiciste de dar por su amor todo lo que se te pidiese. Por amor de Dios te ruego que me obtengas dolor de mis pecados, la humildad y el amor a tu pasión; conformidad con la voluntad de Dios, prosperidad para la Iglesia y para el Papa, exaltación de la fe, confusión de la herejía y de los infieles, conversión de los pecadores, perseverancia de los justos y eterno descanso de las almas del Purgatorio. Te lo pido por amor de Dios. Así sea.
𝗘𝗻 𝗲𝗹 𝗻𝗼𝗺𝗯𝗿𝗲 𝗱𝗲𝗹 𝗣𝗮𝗱𝗿𝗲 𝘆 𝗱𝗲𝗹 𝗛𝗶𝗷𝗼 𝘆 𝗱𝗲𝗹 𝗘𝘀𝗽𝗶́𝗿𝗶𝘁𝘂 𝗦𝗮𝗻𝘁𝗼.
𝗔𝗺𝗲́𝗻.
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