Templo del Dulce Nombre de Jesús (Teresitas), Querétaro, 22 de noviembre de 2020.
El domingo 22 de noviembre en la fiesta de Cristo Rey del Universo y de Santa Cecilia, se llevó a cabo la Santa Eucaristía, presidida por Mons. Fidencio López Plaza, X Obispo de la Diócesis de Querétaro, y concelebrada por Pbro. Carlos Hernández Reséndiz, Rector de la Escuela de Música Sacra y Conservatorio de Música José Guadalupe Velázquez, a la cual asistieron los maestros, alumnos y colaboradores del Conservatorio de música J. Guadalupe Velázquez en honor a santa Cecilia patrona de los músicos y en el marco de la fiesta de Cristo Rey del universo, en su Homilía Mons. Fidencio les compartió diciendo:
«𝗩𝗲𝗻𝗴𝗮𝗻 𝗯𝗲𝗻𝗱𝗶𝘁𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗺𝗶 𝗣𝗮𝗱𝗿𝗲 𝗽𝗼𝗿𝗾𝘂𝗲 𝘁𝘂𝘃𝗲 𝗵𝗮𝗺𝗯𝗿𝗲 𝘆 𝗺𝗲 𝗱𝗶𝗲𝗿𝗼𝗻 𝗱𝗲 𝗰𝗼𝗺𝗲𝗿” (𝗖𝗳𝗿. 𝗠𝘁. 𝟮𝟱, 𝟯𝟭-𝟰𝟲).
Saludo al padre Carlos Hernández, a los maestros, alumnos y colaboradores del Conservatorio de música J. Guadalupe Velásquez. A todos ustedes mi saludo, mi respeto y mi agradecimiento por el servicio que dan a la Iglesia y a la sociedad queretana.
La música es la lengua universal que llega a todos los oídos, y en todos despierta emociones y sentimientos que trascienden el tiempo y el espacio. Así lo experimentó F.Nietzsche de tan solo 10 años de edad, al escuchar el Aleluya de El Mesías de Georg Friedrich Handel: “Me sentí embriagado por completo, comprendí que así debía ser el canto jubiloso de los ángeles entre cuyos arrebatos vocales, Jesucristo ascendió a los cielos. Inmediatamente tomé la firme determinación de escribir algo parecido” y decide incursionar en los terrenos de la composición musical estudiando las obras de Bach, Händel, Mozart y Beethoven. Por eso considero que Santa Cecilia hoy ha sido llamada por Jesucristo Rey del universo, para ponerle música al evangelio del juicio final.
1. En el contexto la parábola que acabamos de escuchar la podemos resumir en un llamado, una pregunta y una respuesta. Un llamado: “Vengan benditos de mi Padre porque tuve hambre y me dieron de comer”. Una pregunta: …¿Cuándo te vimos hambriento?”, Y una respuesta: “En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, a mi me lo hicieron”.
Como hemos escuchado, toda la parábola se desarrolla y se concentra en un diálogo largo entre el juez, que es Jesús resucitado, y dos grupos de personas: los que han aliviado el sufrimiento de los más necesitados y los que han vivido negándoles su ayuda.
2.La novedad y la buena noticia de esta parábola a mi modo de ver, tiene dedicatoria para ustedes hermanas y hermanos laicos. El templo no es el único lugar ni el único camino para encontrarse con Dios. Dios no está encerrado, ni es exclusivo. A Dios lo encontramos, en la calle, en las fábricas, en el campo, en las esquinas, en la casa familiar, en los cruces de los caminos y en los pobres.
A Dios lo encontramos en el mundo de los laicos, sencillamente, porque Dios ha decidido encarnarse y manifestarse en todos los seres humanos y de manera especial en los más pobres y los más necesitados.
Esta es la buena noticia que Jesucristo resucitado tiene para todos los cristianos y para todos ustedes hermanos laicos. “Lo que hiciste a los más insignificantes, a mí mismo me lo hiciste”.
3.Todos los hombres y mujeres, sin excepción, seremos juzgados con el mismo criterio. “A mi me lo hiciste”. Esto es lo que da un valor imperecedero a la vida. No es la condición social, ni el talento personal, ni el éxito logrado a lo largo de los años. Lo decisivo es el amor práctico y solidario a los necesitados de nuestra ayuda.
4.Este amor se traduce en hechos muy concretos. Por ejemplo, «dar de comer», «dar de beber», «acoger al inmigrante», «vestir al desnudo», «visitar al enfermo o encarcelado». Lo decisivo ante Dios no son las acciones religiosas, sino estos gestos humanos de ayuda a los hermanos pobres y necesitados.
5.Pero, ¿Por qué es tan decisivo ayudar a los necesitados y tan condenable negarles la ayuda? Porque, según revela el juez, lo que se hace o se deja hacer a ellos se le está haciendo o dejando de hacer al mismo Dios encarnado en Cristo. Cuando abandonamos a un necesitado estamos abandonando a Dios. Cuando aliviamos su sufrimiento lo estamos haciendo con Dios.
Este sorprendente mensaje nos pone a todos mirando a los que sufren. No hay religión verdadera, no hay política progresista, no hay proclamación responsable de los derechos humanos si no es defendiendo a los más necesitados, aliviando su sufrimiento y restaurando su dignidad.
6.En cada persona que sufre, Jesús sale a nuestro encuentro, nos mira, nos interroga y nos interpela. Nada nos acerca más a él que aprender a mirar detenidamente el rostro de los que sufren con compasión. En ningún lugar podremos reconocer con más verdad el rostro de Jesús.
Por eso la fuente de la compasión y la misericordia es la consciencia de que todos somos uno, y sólo desde esa consciencia de identidad compartida, podemos dejarnos afectar por lo que ocurre a nuestros hermanos y, desarrollar la capacidad de amar, para vivir y compartir lo que somos: «Amor».
Que nuestro Padre Señor San José, que nuestra Madre Santa María en su advocación de los Dolores de Soriano y su Hijo Jesucristo rey del universo nos cobijen y nos acompañen. Que así sea.»
Al terminar la celebración Mons. Fidencio saludo a todos los que de manera virtual siguieron la transmisión en vivo y pidió a los presentes dar un aplauso, en señal de agradecimiento, a todos los músicos, especialmente a los que prestan su servicio en las parroquias, finalizó dando la bendición.