Ante los ojos de los discípulos resulta evidente que su poder no es sólo sobre los demonios sino sobre las enfermedades. Hoy la escena es familiar, en casa de Pedro, donde su suegra está postrada por la enfermedad; la curación de la suegra de Pedro y su reincorporación a la vida activa no permanecerán en la intimidad, sino que pronto se enterará todo el pueblo y ahora Jesús recibirá a muchos enfermos para ser curados.
Hay detalles en este milagro que vale la pena resaltar: primero, el gesto de que es Jesús quien levanta a la enferma. El verbo “levantar” es el que el evangelista emplea en otras ocasiones para expresar la resurrección, tanto de otras personas como la de Jesús; la primera curación aparece así como anticipo de lo que será la total y radical curación: la resurrección. Otro detalle es la reacción de la enferma que “se puso a servirles”. Es un gesto importante, ya que Jesús quiere que el resultado inmediato de su actividad sea la actitud de servicio a los demás. Un día definirá su propia misión y la de los discípulos diciendo: “No he venido a ser servido sino a servir y dar la vida en rescate por todos”.
Esta es una pagina sobre la vida, porque detectamos que donde está Jesús hay vida, crece la vida y se lucha por la vida; descubrimos a Jesús que cura a los enfermos, acoge los rostros desvalidos, perdona a los pecadores, a los que “no tienen remedio”; sana a los poseídos por espíritus malignos, se preocupa por quienes tienen fiebre. Donde está Jesús hay interés por el ser humano, amor por la vida, pasión por la liberación de todo mal.
A lo largo del evangelio encontraremos que siempre a su alrededor está la miseria de la humanidad: poseídos, enfermos, paralíticos, leprosos, ciegos, sordos, marginados, personas que quieren ser tocada por Jesús para “ser levantadas”, para tener vida. Jesús los mira a todos, los atiende a todos…
No solamente leer sino que es necesaria una actitud de contemplación para introducirnos en estas narraciones del evangelio para poder llegar a captar su mensaje, como lo hizo Madre Teresa de Calcuta, Beata, quien decía: “A menudo pido donaciones que nada tienen que ver con el dinero. Hay tantas cosas que podemos dar… Le insisto a la gente que se una a nuestro trabajo, para beneficio nuestro y el de todos. Les pido que traigan su amor, que ofrezcan el sacrificio de sus manos. Cuando estas personas se encuentran con personas necesitadas, su primera reacción es hacer algo. Cuando vienen por segunda vez, ya se sienten comprometidas. Después de algún tiempo, sienten que pertenecen a los pobres y se llenan de la necesidad de amar. Descubren quienes son y que es lo que ellas mismas pueden dar”.
La invitación es a comenzar, a hacer algo por los hermanos, no sólo esperando a que los rostros que sufren se acerquen, sino salir a buscarlos, porque alguien espera que le tomemos de la mano para ser levantado, para resucitar…
† Faustino Armendáriz Jiménez IX Obispo de Querétaro