Queridos hermanos y hermanas todos en el Señor:
1. A la luz de la celebración del Nacimiento de Cristo, dirijo a cada uno mis mejores deseos para el año 2014 que estamos comenzando. Lo hago con la firme esperanza que la providencia de Dios, se extienda día con día en su familia, en su trabajo, en su vida ordinaria pero sobre todo en su corazón.
2. Deseo que “el Señor les bendiga y les proteja, haga resplandecer su rostro sobre cada uno de ustedes y les conceda su favor. Que el Señor les mire con benevolencia y les conceda la paz” (cf. Nm 6, 22-27). Pues para poder avanzar por el camino de la vida, los hombres y los pueblos necesitamos ser iluminados por el “rostro” de Dios y ser bendecidos por su “nombre”. Deseo que la venida del Hijo de Dios en nuestra carne y en la historia traiga una bendición irrevocable, una luz que ya no se apague nunca y ofrezca a cada uno de ustedes, a los creyentes y a los hombres de buena voluntad, la posibilidad de construir la civilización del amor y de la paz.
3. A la Diócesis en general, jubilosos por la celebración de los 150 años de la erección canónica, le deseo que siga por el camino de la “Nueva Evangelización”, respondiendo con parresía al desafío de la secularización. Es necesario que cada uno de los que la conformamos, asumamos con alegría nuestro compromiso bautismal y, vivíamos día con día nuestro ser de discípulos misioneros. Les animo de manera especial a que en este año, muchos de ustedes se sumen a los grandes visiteos misioneros en las parroquias y en los decanatos.
4. A los sacerdotes diocesanos y religiosos les deseo que sigan entregándose a su ministerio con alma sencilla y un corazón misionero; santificando al pueblo de Dios y llevándole por el camino de la santidad, en la predicación de la Palabra de Dios y en la alegre vivencia de los sacramentos. Necesitamos labrar en cada uno de los hijos de Dios la imagen perfecta de Cristo, en la vivencia constante de misterio pascual.
5. A los seminaristas y formandos les animo y les invito a no desfallecer en la lucha de formar día con día en su propia vida, la figura perfecta de Jesús, quien los ha llamado a ser sus amigos, para estar con él y en un futuro próximo, enviarles a predicar el Evangelio de la alegría.
6. A los miembros de la Vida Consagrada, tanto de vida activa como contemplativa, le invito a vivir cada día su consagración como una “primavera” que alegre el rostro de nuestras ciudades, pueblos y comunidades. Fortaleciendo sus carismas y ministerios, encarnándose en la realidad, particularmente en el campo de la educación, de la salud y de la cultura. Su oración y su testimonio son un grande pulmón que oxigena la vida de nuestras comunidades cristianas.
7. A las familias cristianas, deseo refrendarles mi solicitud para que sigan siendo “heraldos de la vida”, de manera específica infundiendo en los hijos los valores como: la familia constituida por hombre y mujer, el amor, el respeto, la paz, la libertad pero sobretodo la fe. La mejor herencia que se puede transmitir a un hijo, es el hecho de que conozca a Dios y a su Hijo Jesucristo y pueda así, establecer con él, una relación filial y amistosa. Déjense motivar por la Sagrada Familia de Nazaret.
8. Finalmente, inspirado en las palabras del Papa Francisco en su reciente Exhortación Apostólica Evangelii gaudium: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor». Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo” (cf. EG, 3). Solamente así, los hombres y mujeres que construyen la vida política, cultural y económica podrán promover el bien común, sin menoscabar la dignidad humana y la promoción de los derechos humanos en cada persona y en cada sociedad.
9. Tengan la seguridad que si vivimos este año contemplando continuamente el rostro de Dios e invocando perenemente su santo nombre, los problemas que nos aquejan, a cada uno de nosotros y a nuestra sociedad, se verán disminuidos o al menos vistos desde una perspectiva cristiana.
10. Que la Madre de Dios, a la que invocamos constantemente como madre nuestra, nos ayude a obtener de su Hijo, las gracias necesarias para vivir siempre a la escucha de la Palabra de Dios y cumpliendo siempre su voluntad. Invoco de corazón para cada uno de ustedes la bendición de Dios.
En la Ciudad episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., a 31 de diciembre de 2013.
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro