Apreciados hermanos y hermanas consagrados,
queridos niños, adolescentes y jóvenes que integran la familia de Santa María del Mexicano:
muy estimados hermanos y hermanas:
1. Habría deseado presidir las exequias del Rev. P. Clifford Anthony Norman, pero —como pueden imaginar— no me ha sido posible por cuestiones de salud. Sin embargo, la comunión en Cristo nos permite a los cristianos una real cercanía espiritual, en la que compartimos la oración y el afecto del alma. En este vínculo profundo les saludo a todos, en particular a los niños, adolescentes, jóvenes, consagrados y consagradas que integran la Familia “Santa María del Mexicano”, a los sacerdotes presentes, a los bienhechores y a todos aquellos que en comunión de fe se reúnen para pedir a Dios que acoja benigno el alma de nuestro hermano, el P. Norman.
2. Al celebrar durante estos días este acontecimiento que conmueve numerosos corazones y trae a la memoria la obra del P. Norman, sin duda que nos lleva a pensar en las motivaciones que le impulsaron para promover una acción que ha tenido como centro y fundamento el amor a Dios, mediante una vida de constante generosidad y entrega; buscando la promoción de la dignidad de las personas, su superación y el impulso de sus capacidades humanas y espirituales. Solo una vida totalmente consagrada a Dios es capaz de desgastarse de esta manera.
3. Queridos hermanos y hermanas, la vida y testimonio el P. Norman, es un ejemplo vivo de admiración de quien ha asumido aquellas palabras del evangelio de Mateo que dicen: “No es necesario que se vayan denles de comer ustedes mismos” (Mt 14, 16). Su compromiso con Dios y con el hombre lo ha llevado a ofrecerse él mismo y a que mediante él, realizara el milagro de saciar el hambre de tantos niños, adolescentes y jóvenes. Hambre muchas veces no sólo material, sino de Dios, de vida, de ser alguien en la vida, de salir adelante. Al grado de ofrecer estructuras físicas, institucionales y morales para lograr estos ideales en la vida y en la persona de muchos seres humanos, de sus futuras familias, cultura y sociedad.
4. Quiero, como obispo, agradecer a quienes durante todos estos años han colaborado con el Padre en esta iniciativa, sepan que no quedará sin recompensa. De modo muy especial agradezco a las hermanas y hermanos consagrados que directamente se hayan unidos a esta causa y que durante su vida y misión estuvieron al pendiente de modo especial de su salud y de su bienestar.
5. Queridos hermanos y hermanas, en esta fe llena de esperanza, que es la fe de María al pie de la cruz de Jesús, he estado ofreciendo mis oraciones por el eterno descanso del Padre, desde la misma mañana de su muerte hasta este momento. Y mientras acompaño con la oración el rito cristiano de su sepultura, imparto con afecto a los familiares, a sus hermanos en la fe y a todos ustedes mi bendición.
† Faustino Armendáriz JiménezObispo de Querétaro