Mensaje de S.E.R. MONS. FAUSTINO ARMENDÁRIZ JIMÉNEZ  para la Cuaresma 2018.

A todos los sacerdotes y diáconos
a los miembros de la vida consagrada,
a los líderes y autoridades políticas,
a los adolescentes y jóvenes,
a todos los fieles de la Diócesis de Querétaro,
a todas las personas de buena voluntad:

 

«Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12).

  1. Con esta cita Bíblica el Santo Padre se ha inspirado para motivar con su mensaje a toda la Iglesia, a vivir con gozo y verdad el santo tiempo de la Cuaresma. Son verdaderamente providenciales las palabras del Papa, pues innegablemente hoy vivimos tiempos difíciles donde por desgracias la maldad se ha extendido a todos los lugares, corrompiendo el corazón de tantas instituciones, hogares y personas. Con tristeza reconocemos que la situación del país ha empeorado, desatando una verdadera crisis nacional. Muchas personas viven sometidas por el miedo, la desconfianza al encontrarse indefensas ante la amenaza de grupos criminales y, en algunos casos, la lamentable corrupción de las autoridades. Además, los dolorosos y vergonzantes escándalos en el seno de la Iglesia, así como la falta de santidad, compromiso y testimonio de algunos de sus ministros, han desanimado a muchos hermanos.

  1. Este panorama tan frío y árido, es el ambiente propicio para que emerjan los “falso profetas” que como afirma el Papa, son como los ‘encantadores de serpientes’ y ‘charlatanes’ que, aprovechándose de la vulnerabilidad, ante la crisis y el desconcierto, ofrecen soluciones sencillas, inmediatas y mágicas que resultan ser inútiles y terminan confundiendo a las personas y generando en ellas la frustración y dependencia. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor, sino que quitan lo más valioso y verdadero: la dignidad, la libertad y la capacidad de amar, pero esto es de esperarse pues «desde siempre el demonio, que es ‘mentiroso y padre de la mentira’ (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero para confundir el corazón del hombre».

  1. Ante esta realidad la Iglesia, anunciadora del Evangelio, nos invita a que cada uno de nosotros discierna si está amenazado por las mentiras de estos ‘falsos profetas’, tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato y superficial sino reconocer cual es el verdadero sentido de la vida, apreciar lo que realmente vale y nos ayuda a crecer como personas dignas y libres. En este sentido el santo tiempo de la cuaresma nos ofrece una oportunidad para profundizar en el verdadero sentido de la vida nueva en Cristo, pues a través del itinerario cuaresmal cada creyente va tomando conciencia de su bautismo para que al llegar a la Noche Santa de la Resurrección, con una conciencia plena pueda renovar su adhesión al Plan de salvación propuesto en el Evangelio.

  1. Quiero invitar a todos los fieles de esta iglesia que peregrina en Querétaro, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. «Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos». En el tiempo cuaresmal la Iglesia se preocupa de proponer algunos compromisos específicos que acompañen concretamente a los fieles en este proceso de renovación interior, estos son: la oración, el ayunoy la limosna.

  1. Podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene en la actualidad, privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento. Las Sagradas Escrituras y toda la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él. Hoy, la práctica del ayuno ha perdido un poco su valor espiritual y ha adquirido más bien, en una cultura marcada por la búsqueda del bienestar material, el valor de una medida terapéutica para el cuidado del propio cuerpo. Está claro que ayunar es bueno para el bienestar físico, pero para los creyentes es, en primer lugar, una “terapia” para curar todo lo que les impide conformarse a la voluntad de Dios y estar en comunión con los hermanos. La práctica fiel del ayuno contribuye, además, a dar unidad a la persona, cuerpo y alma, ayudándola a evitar el pecado y a crecer la intimidad con el Señor. Privarse del alimento material que nutre el cuerpo facilita una disposición interior a escuchar a Cristo y a nutrirse de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración le permitimos que venga a saciar el hambre más profunda que experimentamos en lo íntimo de nuestro corazón: el hambre y la sed de Dios.

  1. Al mismo tiempo, el ayuno nos ayuda a tomar conciencia de la situación en la que viven muchos de nuestros hermanos. Pues ¡Qué fuerte es la seducción de las riquezas materiales y cuán tajante tiene que ser nuestra decisión de no idolatrarlas! lo afirma Jesús de manera terminante: No podéis servir a Dios y al dinero (Lc 16,13). La limosna nos ayuda a vencer esta constante tentación, educándonos a socorrer al prójimo en sus necesidades y a compartir con los demás lo que poseemos por bondad divina. San Juan en su primera carta menciona: «Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?» (3,17). Ayunar por voluntad propia nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina y socorre al hermano que sufre (cf. Enc. Deus caritas est, 15). De este modo, a la purificación interior se añade un gesto de comunión eclesial. Al escoger libremente privarnos de algo para ayudar a los demás, demostramos concretamente que el prójimo que pasa dificultades no nos es extraño. Según las enseñanzas evangélicas, no somos propietarios de los bienes que poseemos, sino administradores: por tanto, no debemos considerarlos una propiedad exclusiva, sino medios a través de los cuales el Señor nos llama, a cada uno de nosotros, a ser un instrumento de su providencia hacia el prójimo. Precisamente para mantener viva esta actitud de acogida y atención hacia los hermanos, animo a las parroquias y demás comunidades a intensificar durante la Cuaresma la práctica del ayuno personal y comunitario, cuidando asimismo la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la limosna. Este fue, desde el principio, el estilo de la comunidad cristiana, en la que se hacían colectas especiales (cfr. 2Co8-9; Rm15, 25-27), y se invitaba a los fieles a dar a los pobres lo que, gracias al ayuno, se había recogido (cf. Didascalia Ap., V, 20,18). También hoy hay que redescubrir esta práctica y promoverla, especialmente durante el tiempo litúrgico cuaresmal.

  1. Tengamos en cuenta para esta Cuaresma, dos fechas importantes:
  • Del 10 al 24 de marzo, la colecta anual de Caritas.
  • El viernes 9 y el sábado 10 de marzo, la Jornada «24 horas para el Señor».

  1. Hago mías las palabras del Santo Padre, que nos invita «especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo».

Que Dios nos ayuda a vivir con fe este tiempo de profunda reflexión y conversión

Ciudad Episcopal de Santiago de Querétaro, a 14 de febrero del año del Señor 2018.

Feria quarta cinerum

Fraternalmente en Cristo y María.

+ Faustino Armendáriz Jiménez

IX Obispo de Querétaro