MENSAJE DE PASCUA 2017 DE MONS. FAUSTINO ARMENDÁRIZ JIMÉNEZ, IX OBISPO DE QUERÉTARO.  

A los sacerdotes y a los diáconos,
a los miembros de la vida consagrada,
a todos los fieles laicos de la Diócesis de Querétaro,
a todos los hombres y mujeres de buena voluntad:

« ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado» (Lc 24, 5b-6a).

  1. ¡Cristo ha resucitado, y ha vencido a la muerte! No existe noticia más alegre para la humanidad que la confianza de una vida que se perpetúa plena en la eternidad. El pecado, trajo consigo como consecuencia para el género humano, el dolor y la muerte; experiencias que tocan la fragilidad humana y, de no ser asumidas a la luz de la fe, conducen al hombre al vacío y al sinsentido. El corazón humano muchas veces se siente interpelado por dichas situaciones que tocan lo más sensible de su vitalidad y, que en cierto sentido, en su respuesta se define el horizonte de su existencia (cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Fides et ratio, 1).
  1. Constatamos, con ciertos aires de tristeza, cómo los ideales y valores sociales, se ven fundidos y reducidos por la dictadura del materialismo que busca abarcar todos los aspectos ya no solo del ámbito civil sino también el ámbito humano. El mal empleo de los medios de comunicación y el mismo contexto de relaciones cotidianas, se han convertido en el canal ideal para confundir los anhelos humanos con la falsa ilusión del bienestar puesto en lo meramente material. «La crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo» (Francisco, Exhort. Apost. Post. Evangelii Gaudium 55).
  1. Las consecuencias de este ahogante consumismo, trae consigo no sólo el aumento de la indiferencia y la ausencia de la caridad, sino que llega al punto de atenuar el desequilibrio económico y la insatisfacción. La ilusión de lo fútil y lo provisional, comienza a tejer las nuevas expectativas de la felicidad y el reconocimiento social, y en caso de no concretarlas, la vida humana se va sumergiendo en la frustración. En un último intento de escape, las juventudes se vuelcan sobre un hedonismo que lejos de traerle la anhelada felicidad los deja aún más vacíos.
  1. Pero no todo es pesimismo existencial, incluso este mismo vaciamiento nos deja en condiciones de podernos llenar de aquello que realmente plenifica: la gracia divina. Sólo poniendo la mirada en Cristo resucitado, podemos encender en los corazones la esperanza de una autentica alegría. Quien pone su fe en Cristo, no queda decepcionado, quien pone su confianza en la resurrección del Señor, descubre un motivo nuevo para luchar cada día por algo mejor, por ser una persona nueva, por construir un mundo renovado. La salvación que Cristo nos ofrece, ilumina todo anhelo, revive todo propósito y empuja todo cambio. El pecado sólo conlleva dolor y muerte. Cristo Resucitado nos ofrece vida y plenitud. A la luz del misterio de la salvación, nuestra vida tiene un legítimo sentido.
  1. Este acontecimiento de Cristo resucitado es la razón de nuestra proclamación, ante esta experiencia profunda, nadie pude retener para sí estas palabras que alegran y vivifican. Nosotros los cristianos no compartimos bellas ideas, sino acontecimientos y testimonios que buscar provocar en sus oyentes, contemplar la posibilidad de un cambio real para bien personal y social. Cristo resucitado es la causa de nuestra transformación. Solo su gracia es capaz de revitalizar en nosotros un espíritu de empuje misionero que nos convierte en heraldos alegres de su Resurrección. Esa alegría que nace y renace de Cristo, esa alegría que nadie ni nada nos podrá arrebatar. Quien vive la belleza del encuentro con Cristo vivo, no permanece igual; es un encuentro que marca la diferencia para ser plenamente feliz. Un especial recuerdo para los jóvenes, a quienes animo a vivir esta experiencia clave en nuestra vida cristiana. ¡Jóvenes, no teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho! (cf. Mt 28, 5-6).
  1. Renuevo mi felicitación pascual a todos ustedes, hermanos y hermanas, que forman esta porción del Pueblo de Dios que peregrina en la Diócesis de Querétaro, a cuantos se unen a nuestra fe a través de los medios de comunicación social, a nuestros hermanos enfermos, a los migrantes, a quienes viven en los reclusorios, a todos ustedes: «Que la luz de Cristo resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de su corazón y de su espíritu».

Fraternalmente en Cristo y María.

 

¡Felices Pascuas de Resurrección 2017!