pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios»
Jn.1, 11-12
Queridos hermanos y hermanas
de esta querida Diócesis de Querétaro:
En el marco del año de la fe, de los cincuenta años de la conclusión del Concilio Vaticano II, y del 150 aniversario de la erección de la Diócesis de Querétaro, deseo compartir con todos este mensaje de Navidad, apoyado en el número 22 de la Constitución Pastoral, Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II.
1. «Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado. Pues Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir» (cfr. Const. GS, 22). Estas palabras del Documento Conciliar nos ponen en contacto con el tema central de la Navidad, que Jesucristo es el único Redentor del género humano, sólo en Jesucristo el misterio del hombre adquiere una nueva luz, un nuevo horizonte y un nuevo sentido, por ello, el mensaje de Navidad refuerza la prioridad que nuestro Plan Diocesano de Pastoral acentúa este año: promover la caridad en la verdad. La verdad del hombre, y de todo hombre sólo se esclarece en la verdad de Jesucristo, en el anuncio de un Dios que lo ama incondicionalmente y que le ofrece la posibilidad de una vida nueva.
2. Por eso en Él está puesta toda nuestra esperanza, y la Iglesia, no se cansará de anunciar este mensaje, también durante la celebración de la Navidad. Pues, en el misterio de su Encarnación, el Hijo de Dios, se ha unido en cierto modo a todo hombre; la Navidad de la cabeza también lo es de todo el cuerpo. El escritor Tertuliano decía: «cualquier forma que se daba al barro, se pensaba en Cristo, el hombre futuro» (cfr. Tertuliano, De Carnis resurr. 6). En Jesucristo, el hombre puede ver con claridad el surgimiento de una nueva humanidad, por eso el futuro del hombre se concentra en su aceptación personal de Jesucristo.
3. El anuncio de la llegada del Salvador es la Buena Noticia que escucharemos en estos días de fiesta. Porque sólo recibiendo al Señor podemos responder a la pregunta sobre el sentido de la vida personal y social, en Él podemos ver con más claridad quiénes somos y a dónde vamos, en Él se vislumbra un nuevo horizonte para la sociedad. A la luz de la fe en Jesucristo, quienes vivimos en esta Iglesia Particular, no podemos desertar de este anuncio y de transmitirlo fielmente a los demás, aprovechando cada circunstancia, aún en el visiteo misionero casa por casa, a tiempo y a destiempo como dirá San Pablo. Tampoco hemos de dudar en recibirlo, en la puerta de nuestros hogares, en las colonias, y en cada rincón de nuestra Diócesis, pues la Navidad de Jesús también da fuerza a la Misión Continental Permanente e impulsa nuestro proceso evangelizador.
4. La Iglesia en cuanto que se sabe una comunidad salvada por Cristo; al ser consciente de lo que es y de lo que ha recibido, ella misma se convierte en comunidad portadora de buenas noticias, para anunciarlas a los demás. Saberse redimida por su Cabeza es la verdadera naturaleza de la Iglesia, que se alimenta de su Palabra y de su Cuerpo eucarístico. Sólo redescubriendo este don recibido, la Iglesia puede testimoniar a todos a Cristo Salvador; pero hay que hacerlo con entusiasmo y pasión; y hacerlo con alegría, sabiendo que Aquél a quien anuncia nada quita de lo que es auténticamente humano, sino que lo lleva a su pleno cumplimiento, ningún cansancio puede doblegar la firmeza de este anuncio.
5. En verdad, Cristo viene a destruir solamente el mal, sólo el pecado; lo demás, todo lo demás, lo eleva y perfecciona. Cristo no nos pone a salvo de nuestra humanidad, sino a través de ella; no nos salva del mundo, sino que ha venido al mundo para que el mundo se salve por medio de Él. Esta es la novedad que nos trae el Evangelio de San Juan en este bello tiempo de Navidad (cf. Jn 3,17).
6. Aunque el hombre moderno ha conquistado el mundo mediante el uso de las nuevas tecnologías y ha hecho de la tierra una casa común y aunque la ha convertido en una pequeña aldea, la realidad de pobreza de muchos hermanos en estos tiempos de abundancia y consumismo desenfrenado, la reacción de impotencia de las víctimas de la violencia, el camino de dolor de los inmigrantes que se ven obligados a dejar su casa y su patria en condiciones desesperantes, los paraísos de felicidad creados por la mercadotecnia, las muchas y engañosas ofertas religiosas, el paraíso esclavizante de las drogas y el alcohol; siempre dejan una sensación de vacío que solo Él puede llenar.
7. Hoy es Navidad: hoy entra en el mundo la verdadera luz, que alumbra a todo hombre (Jn 1, 9). Así nos lo anuncia el Evangelio de San Juan. Verdaderamente hoy, Cristo viene de nuevo a los suyos y a los que lo acogen les da poder para ser hijos de Dios; es decir, que nos ofrece la oportunidad de ver la gloria divina y de compartir la alegría del Amor, que en Belén se ha hecho carne por nosotros. También hoy, nuestro Salvador ha nacido en el mundo, porque sabe que lo necesitamos. A pesar de todas las formas de progreso, somos los mismos de siempre: entrelazados con la vida y con la muerte. Hoy más que nunca el hombre necesita de un Salvador, porque la sociedad en la que vive se ha vuelto más compleja y se han hecho más insidiosas las amenazas para su integridad personal y moral.
8. En este día de fiesta confío al Niño de Belén a toda la Diócesis de Querétaro. Que el Niño Dios, Rey de la paz, haga que brille su luz y que lo aceptemos en nuestra vida personal y social. Dios se ha hecho hombre en Jesucristo; ha nacido de la Virgen María y hoy renace de nuevo en su Iglesia. Él es quien lleva a todos el amor del Padre celestial. ¡Él es el Salvador del mundo! abramos el corazón y recibámoslo, para que su Reino de amor y de paz se convierta en legado común entre nosotros. Les deseo de corazón, a todos una muy ¡feliz Navidad!
† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro