Mensaje de los Obispos al Pueblo de México en su XCIV Asamblea Plenaria

“Señor, auméntanos la fe” (Lc. 17,5)

Esa fue la súplica de los apóstoles al Señor Jesús, al percibir que solamente en la fe, don de Dios, podía establecer una relación personal con Él y estar a la altura de la vocación de discípulos. La fe es indispensable para descubrir la realidad, el sentido y la plenitud de la vida y realizar los signos de la presencia del Reino de Dios en el mundo.

El Año de la Fe, una oportunidad de renovarnos.

1. Con grande gozo, unidos a toda la Iglesia Católica,  hemos iniciado el Año de la Fe, al que nos ha convocado el Papa Benedicto XVI, con ocasión del 50 aniversario del inicio del Concilio Vaticano II y el 20 aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Este es el año para renovar nuestro entusiasmo de creer en Jesucristo, único Salvador del mundo. Este es el año para reavivar la alegría de seguir su camino y dar testimonio concreto de la fuerza transformadora de la fe. En medio de los graves males que oprimen a nuestra Patria como la violencia, el narcotráfico y el crimen organizado, la corrupción y el desempleo, les invitamos a mirar con grande esperanza este año de gracia. La fe nos revela que somos todos hijos amados de Dios y orienta nuestras relaciones hacia la fraternidad, la solidaridad y el servicio misionero. Desde la conversión de cada uno,  el Señor nos regala la seguridad y la paz que tanto necesitamos.

¿Cómo abrirnos más al don de la fe?

2. Muchas corrientes culturales de nuestros días intentan sacar a Dios de la vida ordinaria y poner en lugar suyo a cada individuo y sus intereses, lo que hace imposible la fraternidad y la solidaridad humana.  Esta situación hace más necesario que nos esforcemos en arraigar fuertemente nuestra fe a partir de nuestro encuentro diario, personal y comunitario con Cristo Jesús, y del conocimiento cada vez más claro y completo de las verdades de nuestra fe. En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia; les invitamos a estudiarlo. No nos presenta una teoría, nos lleva al encuentro con Jesús que vive en la Iglesia. Así mismo, hemos de acudir a los documentos del Vaticano II; si los leemos de manera correcta son una fuerza para la renovación siempre necesaria de nuestras comunidades eclesiales.

La fe se fortalece dándola.
3. El Año de la fe es un nuevo impulso a la misión continental y el compromiso de la misión continental, a su vez,  renueva y fortalece nuestra fe. Que este Año de la Fe refuerce el espíritu misionero que a partir de Aparecida ha infundido nuevo vigor y entusiasmo en los proyectos y acciones pastorales en nuestras diócesis y parroquias. No nos cansemos de pedir al Señor nuestra conversión personal y pastoral. Todos los días repitamos una y otra vez la súplica evangélica: “Señor, auméntanos la fe”  y hagamos del “credo” una oración diaria y de nuestra vida diaria una confesión de fe.
Llamados a emprender algo nuevo.
4. Los obispos reunidos el mes pasado en Roma con el Santo Padre -de cuya visita  guardamos un grato recuerdo- nos han impulsado a llevar adelante la obra de la nueva evangelización que consiste en proponer de nuevo al corazón y a la mente de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, la belleza y la novedad perenne del encuentro con Cristo. Ante los cambios culturales y sociales no hemos de quedarnos paralizados sino que  hemos de sentirnos llamados a emprender con audacia algo nuevo para favorecer en las personas que se han alejado un nuevo encuentro con Cristo. Los retos planteados por los nuevos fenómenos de la globalización, migración, secularismo, las nuevas formas de pobreza y ateísmo no deben atemorizarnos. La palabra del Señor sigue resonando en nuestro interior: “No se turbe su corazón y no tengan miedo” (Jn 14, 27). El Espíritu del Señor, primer actor en la misión de la Iglesia, convierte estos mismos fenómenos en oportunidades para una nueva evangelización. El reclamo y el anhelo de una sociedad justa, fraterna, solidaria, generadora de paz se hace realidad cuando vivimos la novedad del Evangelio.

Nuestro compromiso: servir a la Iglesia y a la Patria.

5. Con esta reunión concluye un período de proyectos y servicios de los obispos de México a la Iglesia y a la patria. Agradecemos al Señor la comunión fraterna, la colegialidad apostólica y la estrecha amistad en Cristo que reina entre nosotros. Agradecemos al Señor la buena colaboración y participación de todos. En tres documentos nos hemos querido comprometer y ofrecer orientaciones para que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna. Y al conmemorar nuestra historia desde la fe aportar lo que nos corresponde en la construcción del futuro común de nuestra patria. Queremos evangelizar educando y educar evangelizando para que surja una nueva sociedad más justa, solidaria y fraterna.

En la elección que ahora realizamos renovamos nuestro compromiso de continuar sirviendo a la Iglesia y a la Patria con la mayor docilidad al Espíritu del Señor y lo mejor de nuestro esfuerzo.

Que nuestra Madre, la Virgen Santísima de Guadalupe, mujer dichosa por haber creído y estrella de la evangelización, sea modelo e inspiración para todos los que sentimos el llamado del Señor a renovar nuestra fe y a compartirla con alegría y espíritu misionero a todo hombre y a toda mujer, especialmente los más alejados.

Cuautitlán Izcalli, 15 de noviembre del 2012

Por los Obispos de México

† Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla
Presidente de la CEM
 
† Víctor René Rodríguez Gómez
Obispo Electo de Valle de Chalco
Secretario General de la CEM