“Señor, auméntanos la fe” (Lc. 17,5)
Esa fue la súplica de los apóstoles al Señor Jesús, al percibir que solamente en la fe, don de Dios, podía establecer una relación personal con Él y estar a la altura de la vocación de discípulos. La fe es indispensable para descubrir la realidad, el sentido y la plenitud de la vida y realizar los signos de la presencia del Reino de Dios en el mundo.
El Año de la Fe, una oportunidad de renovarnos.
1. Con grande gozo, unidos a toda la Iglesia Católica, hemos iniciado el Año de la Fe, al que nos ha convocado el Papa Benedicto XVI, con ocasión del 50 aniversario del inicio del Concilio Vaticano II y el 20 aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Este es el año para renovar nuestro entusiasmo de creer en Jesucristo, único Salvador del mundo. Este es el año para reavivar la alegría de seguir su camino y dar testimonio concreto de la fuerza transformadora de la fe. En medio de los graves males que oprimen a nuestra Patria como la violencia, el narcotráfico y el crimen organizado, la corrupción y el desempleo, les invitamos a mirar con grande esperanza este año de gracia. La fe nos revela que somos todos hijos amados de Dios y orienta nuestras relaciones hacia la fraternidad, la solidaridad y el servicio misionero. Desde la conversión de cada uno, el Señor nos regala la seguridad y la paz que tanto necesitamos.
2. Muchas corrientes culturales de nuestros días intentan sacar a Dios de la vida ordinaria y poner en lugar suyo a cada individuo y sus intereses, lo que hace imposible la fraternidad y la solidaridad humana. Esta situación hace más necesario que nos esforcemos en arraigar fuertemente nuestra fe a partir de nuestro encuentro diario, personal y comunitario con Cristo Jesús, y del conocimiento cada vez más claro y completo de las verdades de nuestra fe. En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia; les invitamos a estudiarlo. No nos presenta una teoría, nos lleva al encuentro con Jesús que vive en la Iglesia. Así mismo, hemos de acudir a los documentos del Vaticano II; si los leemos de manera correcta son una fuerza para la renovación siempre necesaria de nuestras comunidades eclesiales.
Nuestro compromiso: servir a la Iglesia y a la Patria.
5. Con esta reunión concluye un período de proyectos y servicios de los obispos de México a la Iglesia y a la patria. Agradecemos al Señor la comunión fraterna, la colegialidad apostólica y la estrecha amistad en Cristo que reina entre nosotros. Agradecemos al Señor la buena colaboración y participación de todos. En tres documentos nos hemos querido comprometer y ofrecer orientaciones para que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna. Y al conmemorar nuestra historia desde la fe aportar lo que nos corresponde en la construcción del futuro común de nuestra patria. Queremos evangelizar educando y educar evangelizando para que surja una nueva sociedad más justa, solidaria y fraterna.
En la elección que ahora realizamos renovamos nuestro compromiso de continuar sirviendo a la Iglesia y a la Patria con la mayor docilidad al Espíritu del Señor y lo mejor de nuestro esfuerzo.
Que nuestra Madre, la Virgen Santísima de Guadalupe, mujer dichosa por haber creído y estrella de la evangelización, sea modelo e inspiración para todos los que sentimos el llamado del Señor a renovar nuestra fe y a compartirla con alegría y espíritu misionero a todo hombre y a toda mujer, especialmente los más alejados.
Cuautitlán Izcalli, 15 de noviembre del 2012
Por los Obispos de México
† Carlos Aguiar Retes Arzobispo de Tlalnepantla Presidente de la CEM † Víctor René Rodríguez Gómez Obispo Electo de Valle de Chalco Secretario General de la CEM