MENSAJE DE AÑO NUEVO DE
MONS. FAUSTINO ARMENDÁRIZ JIMÉNEZ
OBISPO DE QUERÉTARO
A los sacerdotes y diáconos,
a los consagrados y consagradas,
a los todos los fieles de la Diócesis de Querétaro,
a los que sufren en el cuerpo o en el espíritu,
a todos los hombres y mujeres de buena voluntad:
«Tú coronas el año con tus bienes, y a tu paso rebosa la abundancia» (Sal 65, 12).
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- El amor divino posee múltiples momentos y expresiones. Dios no se contentó con crear al ser humano, abandonándolo a la suerte de sus decisiones, no siempre acertadas sino que ha querido resguardarlo y devolverlo a Él a través de su misericordia, que tiene su más limpia y concreta manifestación en su Hijo amado, Jesucristo. En la persona de Jesús, Dios se hace historia, participando de nuestra condición limitada: formando parte de nuestros logros y aspiraciones, así como enmendando, corrigiendo y alentando nuestros pecados y fragilidades.
- Este amor de Dios supera todo pecado y es capaz de mirar al corazón humano que se descubre ante Dios como destinatario de misericordia. Una bondad tan excelsa que no deja de asistirnos con su providencia, bendiciendo a sus hijos que, luego de contemplar el año que termina, hacen suyas las palabras del salmista cuando dice: «Tú coronas el año con tus bienes, y a tu paso rebosa la abundancia» (Sal 65, 12). En el ocaso del año, luego de mirar la huella de su paso, bendecimos y agradecemos al Señor por habernos permitido llegar hasta este momento.
- La corona de este año es, sin duda, el Gran Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que rebosa la abundancia de gracias espirituales e indulgencias, que se nos permitió obtener atravesando la Puerta Santa. Misericordia que alegra, consuela, sana y renueva. Por la misericordia, Dios nos brinda una nueva oportunidad para enmendarnos; por la misericordia Dios ha borrado la deuda de Adán, por la misericordia Dios nos ha enviado a su Hijo que nos señala el camino de regreso al Padre.
- Descubramos en este año nuevo, una oportunidad para examinar y aprender de lo pasado, que nos permita proyectar, con anhelos de esperanza, el futuro que se avecina. Este nuevo inicio, abre la expectativa de una posibilidad para afianzar lo frágil, regar lo seco, sanar lo herido, actualizar lo antiguo. Por ello, poniendo la mirada en prospectiva pedimos al Señor, recordando las palabras del profeta, que nos conceda «un corazón nuevo y un espíritu nuevo» (cf. Ez 36, 25). Les invito a que nos abramos a la experiencia de un nuevo Pentecostés, que nos permita superar los miedos que nos impiden crecer, que nos liberemos de las cadenas que nos sujetan a un estilo viejo y acomodado de vida, que nos roba la posibilidad de ser diferentes, nuevos y mejores.
- Deseo que la misericordia divina siga viva en nosotros y por nosotros. Que la experiencia renovadora de la misericordia, nos empuje para ser instrumentos de transformación en medio de un mundo cada vez más hostil al mensaje de Cristo y su propuesta de amor. Que si el mundo te propone egoísmo, tú le ofrezcas caridad; si el mundo te propone venganza, tú le ofrezcas perdón; si el mundo te propone celos, rivalidades y envidias, tú le ofrezcas a Cristo el único capaz de sanar y salvar al hombre. Que su amor toque y haga vibrar lo más profundo de nuestra persona; que su Palabra, viva y eficaz, sea el crisol donde se moldee la figura cristiana, de la cual debemos ser reflejo: Palabra que no es como una lanza que perfora, sino como un lápiz que graba con delicada ternura su proyecto sobre la superficie suave del alma, sobre nuestro corazón. La humanidad necesita de Cristo y su amor, y nosotros somos heraldos de esta misión.
- En el capítulo tres del libro del Eclesiastés, el autor sagrado, luego de constatar la fugacidad del tiempo y el valor del momento, nos dice: «hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa», de tal suerte que tenemos «un tiempo nacer y un tiempo para morir» (cf. Ecl 3, 1-2), vayamos más allá del calendario y de los tiempos de los ciclos y, una vez ubicados en este momento, que es nuestro momento, hagamos nuestra la oferta de Cristo y emprendamos un camino de renovada esperanza.
- Que al amparo del Altísimo, en la seguridad de su amor, con la intercesión de nuestra Madre del Cielo, la Virgen María, seamos en el mundo, en este año que comienza «semilla fértil del Evangelio; luz y sal en medio de una sociedad cada vez más necesitada del renuevo que sólo Dios puede ofrecernos». Con mi paternal bendición. ¡Feliz Año del Señor 2017!
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro