Mensaje con ocasión de la Jornada Mundial del Refugiado.
“Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre y se retiró Egipto” Mt 2, 14a.
Celebrar una jornada significa ir de camino. Nosotros queremos caminar con todos aquellos hermanos y hermanas nuestros, especialmente con los niños y niñas y adolescentes que, por diversas razones en su lugar de origen, necesitan huir a veces junto con sus padres, otras solos.
Esta realidad es un silencio su sufrimiento en todo el mundo. Es difícil que una persona refugiada o en busca de este status migratorio, pueda hablar abiertamente de su situación; esto hace todavía más doloroso el sufrimiento que padecen.
En esta ocasión queremos mirar a Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre por obra del Espíritu Santo en el seno de María, que tiene que huír a un país extraño en donde, de por sí, el pueblo de Israel no era bien visto. En este Niño desprovisto de casa, de alimento, sólo bajo el cuidado de sus padres, queremos ver y acompañar a todos aquellos niños niñas y adolescentes que tienen que migrar en busca de un lugar seguro y necesitan ser acogidos, protegidos, promovidos e incorporados al país adonde pueden llegar.
Es importante que todos estemos abiertos a estos hermanos nuestros que tienen derecho, como imágenes y semejanza de Dios en Cristo, a realizar su vida de manera digna, contando con todos los recursos que de por sí cada Estado y la sociedad en general deben ofrecerle.
Como Iglesia a cogemos el llamado del Santo padre a vivir la cultura del encuentro desde las parroquias, e invitamos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, a participar en el desarrollo de esta cultura que humaniza, permite la unidad familiar y el desarrollo integral de cada persona.
Es necesario que todos seamos conscientes de la realidad de hermanos refugiados no sólo fuera de México, o de personas que vienen a nuestro país. Hay hermanos nuestros que, por razones de violencia, presión del crimen organizado, deben dejar su pequeña empresa, su empleo o profesión y huir a otro estado dentro de nuestro territorio nacioanal. A veces este hecho produce la desintegración familiar por seguridad, o encontrar dónde recomenzar su trabajo, profesión, empleo, estudios, procuración de salud etc.
Pidamos a nuestra Madre de Guadalupe que nos enseñe a mirar bien a todas partes y a todos nuestros hermanos, especialmente quienes, en nuestro país y fuera de él, buscan el refugio necesario; que acompañe a nuestras Autoridades y a todas las personas de buena voluntad para decidir soluciones de urgencia en atención a ellos.
+Guillermo Ortiz Mondragón
Obispo de Cuautitlán
Encargado de la DEPMH