Santiago de Querétaro, 3 de septiembre de 2011
Saludo con especial afecto al P. Sergio Martínez Duarte, quien coordina a los Ministros Extraordinarios de la Comunión.
Saludo a cada uno de ustedes Ministros Extraordinarios de la Comunión, agradezco su presencia en esta reunión y reconozco como algo muy valioso e importante su servicio que prestan a la Iglesia, siendo portadores del “alimento de los hijos”, dentro de la Misa, de manera extraordinaria y llevándola a los enfermos el día del Señor y en algunos días de la semana.
1. Deseo dirigirme a ustedes de corazón, pues representan para la Iglesia un pilar fundamental dentro de la labor evangelizadora. Me hubiera gustado muchísimo poder estar con ustedes en este encuentro diocesano, sin embargo, aprovecho este medio y este espacio para decirles que en este tiempo de misión permanente el escenario en el cual ustedes se desempeñan, es un lugar óptimo para la Misión. Vivimos un tiempo en el cual, en el arco de la enfermedad, larga o breve que sea, existe un momento del todo particular, representado por la proximidad con la muerte, conocido como “agonía”, un tiempo era públicamente señalado, sobre todo en las parroquias rurales por el sonido de algunos retoques de campana, hoy esta realidad se ha visto desencarnada y muchas veces negada pues significa y representa una fase en la vida que “parece” carece de sentido.
2. El sacramento que ha marcado esta particular situación, preludio de la dramaticidad de la muerte, es la Eucaristía, recibida como Viático. En la actual situación socio-pastoral se convierte cada vez más difícil la comunión como “Viático”. Después de todo se objeta, es siempre sacramento de de la Eucaristía. La reflexión sobre la muerte, que era considerado un tema obligado en los ejercicios espirituales y en la predicación popular, desde hace un tiempo está casi ignorada. Abandonados los esquemas precedentes de una muerte vista como momento separado de la vida, como último y más peligroso combate espiritual, no se ha aún descubierto, en la predicación popular, un esquema más adaptado y también teológicamente más correcto. Pero nos surge una pregunta ¿cómo se podrá proponer el Viático cuando se evita de hacer reflexionar sobre la muerte?La respuesta más inmediata a tal interrogante está ligada a la posibilidad de concientizar al enfermo mismo acerca de la gravedad de su condición. Es indudablemente una especie de “conspiración del silencio” en su confronto. No por nada existe hoy quien evita “llamar al Sacerdote”, propio porque esta figura evoca inmediatamente el peligro o la proximidad de la muerte.
3. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña: “a aquellos que están por dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la unción de los enfermos, la Eucaristía como Viático. Recibida en este momento de transito al Padre, la Comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene un significado y una importancia particular. Es semilla de vida eterna y potencia de resurrección, según las Palabras del Señor… (Cfr. Jn 6, 54). Sacramento de Cristo muerto y resucitado, la Eucaristía es aquí sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre” (CATICAT, 1524).
4. Para encuadrar y comprender en plenitud la práctica del Viático, se presupone, por lo tanto, la visión de la muerte, con la cual estrechamente se relaciona. Ésta aparece no como uno de tantos eventos, sino como el evento de la vida, y que cada uno según su modo de reportarse con la vida implica también una precisa actitud de frente a la muerte de esta vida. La rígida separación entre vida y muerte… no justifica el deseo de vivir una vida sin la muerte, sino solamente un modo de sentir la vida, privado de la conciencia de la muerte. Hoy parece ser que no se desea otra cosa que morir de prisa sin sufrimiento: la muerte improvisada.
5. Por esto, el final de la existencia se presenta como una situación por excelencia de la vida, en la cual el hombre irrumpe en una completa maduración espiritual, en la cual la inteligencia, la voluntad, la sensibilidad y la libertad, pueden por primera vez, ser ejercitadas en plena espontaneidad sin los condicionamientos externos y la limitación inherente a nuestra situación en el mundo.
6. En este horizonte se comprende el valor de los sacramentos que acompañan este “tránsito”.»Como los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación, y de la Eucaristía constituyen una unidad llamada ‘Sacramentos de la Iniciación Cristiana’, así se puede decir que la Penitencia, la Unción de los enfermos y la Eucaristía, en cuanto ‘Viático’, constituyen al término de la vida cristiana, ‘los sacramentos que preparan a la patria’ o los sacramentos que concluyen la peregrinación terrena» (Cfr. CATICAT, 1525).
7. En el pasaje de esta vida a la otra, el Viático del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, fortalece y dota al cristiano con la prenda de la resurrección, según las palabras del Señor: “quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6, 54). Esto en virtud de la dignidad bautismal de cada cristiano, quien ha recibido la adopción a ser parte de los hijos de Dios y se ha convertido coheredero de la vida eterna prometida.
8. La participación a la herencia divina consiste, en verdad, en la condivisión del destino de Cristo, muerto y glorificado. Los hijos no tienen otra vía por atravesar sino que aquella del Hijo. Entre los sufrimientos actuales y la glorificación futura no se da una relación de equivalencia: existe desproporción y exceso de la realidad escatológica. La glorificación no se limita a rescatar las tinieblas del presente histórico. Iluminará el rostro de los hijos de Dios del mismo resplandor del resucitado.
9. La última comunión expresa la certeza que es para el “Día del Señor” pues la Iglesia, mediante sus miembros, no abandona en la soledad a quien está por terminar el itinerario terreno. El ministerio ahora confiado también a ustedes los laicos, expresa la premura de la Iglesia en el cuidado de sus hijos, para que puedan alimentarse del Señor hasta el último día, y tener así la garantía en el viaje a la eternidad. Realidad que expresan muy bien las palabras con las cuales viene dada la comunión “El Cuerpo de Cristo. Te guarde para la vida eterna” así como alguna de las oraciones después de la comunión “Mira oh Padre, a este nuestro hermano que se confía a tu promesa en la fe en Cristo, Camino, Verdad y Vida, y haz que fortalecido por el Cuerpo de tu Hijo, venga a tu encuentro en la paz de tu Reino”.
10. La Eucaristía como “Viático” en la peregrinación terrena, sostiene el intercambio entre la naturaleza humana y divina, iniciado en nosotros con la asunción de la dignidad bautismal, que nos ha transformado en nuevas criaturas en Cristo y nos ha revestido de un traje indispensable para entrar en el banquete final de las bodas eternas.
11. Queridos hermanos la misión a la que Dios nos ha llamados y de la cual ustedes participan no puede desarrollarse si antes cada uno de nosotros no se vincula profundamente con Jesús Eucaristía, pues no se trata de ser “distribuidores de la gracia”, sino “embajadores de la gracia” lo cual exige un diálogo directo con el Señor.
12. Quiero terminar con unas palabras de San Agustín a los recién bautizados, que nos ayuda a entender el significado y el valor de este ministerio: “Reciban este sacramento, para conformar a ello sus pensamientos, para conservar la unidad del corazón, para presentar siempre en alto el corazón. Su esperanza no se detenga en la realidad terrena, sino en el cielo; su fe en Dios sea una fe sólida, sea agradable a Dios. Y cuanto aquí no pueden ver y creer, lo verán allá donde sin fin regocijarán de alegría (San Agustín, Discurso 227, En el primer día de Pascua a los neófitos sobre los sacramentos, 390).
13. Invito a cada uno de ustedes a “vivir con plenitud este ministerio tan hermoso”, de manera particular subrayando la labor con los enfermos, necesitamos que nuestra nueva cultura crezca y se geste dando su lugar a los enfermos, pues ellos son la “caricia de Dios”. Que el contacto con la Sagrada Eucaristía transforme su corazón al de Cristo, quien sensible a las necesidades de la humanidad se rebajó hasta someterse a la muerte y una muerte de Cruz (Cfr. Fil 2, 8).
14. Imparto a todos ustedes “Ministros Extraordinarios de la Comunión” mi bendición y les deseo que la paz de Cristo que sobrepasa todo anhelo, custodie su corazón e inteligencia en el amor y conocimiento de la verdad, para que como “discípulos y misioneros de Jesucristo, tengan vida en el”. Que María la mujer eucarística nos enseñe a vivir en la Eucaristía el memorial de la muerte de Cristo para adherirnos a él con un corazón abierto a sus enseñanzas.
Dios les bendiga.
† Faustino Armendáriz Jiménez IX Obispo de Querétaro