Ciudad episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., a 21 de septiembre de 2017.
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Muy queridos jóvenes y adolescentes,
Con alegría les saludo a todos ustedes, deseándoles que la “esperanza de la fe”, inunde cada rincón de su vida, especialmente en los momentos difíciles por los cuales muchas veces se ven envueltos, por las crisis de la edad o por la realidad cultural y social que les rodea. Tantas veces con expresiones difíciles de comprender con la razón como lo son los terremotos, la violencia, los huracanes, el debilitamiento social, la falta de trabajo y de oportunidades por la corta edad, haciéndoles debilitar su fe y encaminándoles de manera silenciosa y decidida a la perdida de la esperanza cristiana.
En este contexto quisiera invitarles para que con fe, dirijamos la mirada hacia la Cruz gloriosa de Cristo, como la única realidad, que a lo largo de los siglos, le ha demostrado a tantas generaciones que es lo único que permanece, lo único que nos da seguridad, lo único capaz de mantenernos unidos. La Cruz de Cristo, es esa “ancla” en la que se sujeta la vida de cada creyente, la vida de la Iglesia. Así lo expresa el escritor sagrado en la carta a los Hebreos: “Esta esperanza que nosotros tenemos, es como un ancla del alma, sólida y firme, que penetra más allá del velo, allí mismo donde Jesús entró por nosotros, como precursor, convertido en Sumo Sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” (cf. 6, 18-20). ). La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando « hasta el extremo », « hasta el total cumplimiento » (cf. Jn 13,1; 19,30).
El Papa Benedicto XVI nos lo dijo en esa bella carta que escribió sobre la Esperanza: “Quien ha sido tocado por el amor empieza a intuir lo que sería propiamente « vida ». Empieza a intuir qué quiere decir la palabra esperanza que hemos encontrado en el rito del Bautismo: de la fe se espera la « vida eterna », la vida verdadera que, totalmente y sin amenazas, es sencillamente vida en toda su plenitud. Jesús que dijo de sí mismo que había venido para que nosotros tengamos la vida y la tengamos en plenitud, en abundancia (cf. Jn 10,10), nos explicó también qué significa « vida »: « Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo » (Jn 17,3). La vida en su verdadero sentido no la tiene uno solamente para sí, ni tampoco sólo por sí mismo: es una relación. Y la vida entera es relación con quien es la fuente de la vida. Si estamos en relación con Aquel que no muere, que es la Vida misma y el Amor mismo, entonces estamos en la vida. Entonces « vivimos »” (Spe Salvi, 27). Dejémonos tocar por la esperanza cristiana y tendremos la seguridad que sólo así, nuestra vida, nuestros proyectos, nuestras preocupaciones personales, sociales, climatizas, geográficas y culturales se verán iluminadas y fortalecidas.
Al recibir en este día los signos de la Jornada Mundial de la Juventud, que nos preparan desde ahora para aquel gran momento, acojamos la “Cruz” con la certeza que será ella una “Escuela de la Esperanza” para todos nosotros. Si dejamos que la cruz de Cristo esté cerca de nosotros, tendremos la seguridad que todo será diferente. Tendremos la seguridad de que la esperanza cristiana no es sólo un deseo, un auspicio, no es optimismo: para un cristiano, la esperanza es espera, espera ferviente, apasionada por el cumplimiento último y definitivo de un misterio, el misterio del amor de Dios en el que hemos renacido y en el que ya vivimos. Y es espera de alguien que está por llegar: es Cristo el Señor que se acerca siempre más a nosotros.
Me alegra que estén reunidos en esta noche, en la cual me hubiese gustado estar, pero por cuestiones del servicio episcopal no me ha sido posible. Sin embargo, con mucho gusto les imparto a todos ustedes la bendición Dios, que acompaño con mis fervientes oraciones por ustedes, por sus amigos y por el éxito favorable de todos sus proyectos.
Fraternalmente en Cristo y María.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro