𝐋𝐨𝐬 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐨𝐬 𝐎́𝐥𝐞𝐨𝐬
Desde el Antiguo Testamento es posible observar el uso del aceite como elemento de curación y de unción. Se usaba para ungir y consagrar a reyes, sacerdotes y profetas, pues prefiguraban a Cristo, el Ungido.
La liturgia cristiana ha retomado el uso del aceite, y se utilizan tres tipos: el óleo de los catecúmenos, que se usa para ungir a los que serán bautizados; el óleo de los enfermos, que se usa para ungir a quien recibe el sacramento de la Unción de Enfermos; y el Santo Crisma, con el que se unge a los recién bautizados, a los confirmandos y a quien recibe las sagradas órdenes, además de derramarse sobre los altares cuando se consagran.
Los santos óleos deben ser de aceite de oliva o, cuando éste no se puede conseguir con facilidad, de aceite vegetal a juicio de la conferencia episcopal (Código de Derecho Canónico, c. 874).
El óleo de los enfermos y el óleo de los catecúmenos se bendicen en la Misa Crismal que celebra el obispo en cada diócesis. En esa misma celebración se consagra el Santo Crisma, al que se le agrega un bálsamo oloroso. Este bálsamo deja un olor en la persona u objeto al que se unge: el buen olor de Cristo del que habla San Pablo.
Los óleos se renuevan cada año en la Misa Crismal, como se ha dicho. Los del año anterior se queman. Pueden colocarse en algunas lámparas para consumirse. Hay que señalar que el uso de los óleos del año anterior no afecta la validez del sacramento, pero solo deben usarse en caso de verdadera necesidad (Código de Derecho Canónico, c. 847).
Fuente:
Liturgia Papal