El hecho de que Jesús llamara a Dios Padre (Abba), refleja la confianza y cercanía que tenía con él y lo expresa en una oración de alabanza porque el Padre es como es, y revela la Buena Noticia a los pequeños y sencillos y se la oculta a sabios y entendidos. La alabanza surge desde su propia experiencia ya que el mismo lo ha detectado en su misión permanente de encuentro con los más alejados y pobres. Los sabios y prudentes son la gente importante (para muchos) y segura de sí misma; los pequeños han sabido recibir la revelación de Jesús y la han acogido.
Su actividad misionera en algunos momentos ha creado conflicto al grado de que algunos no le quieren oír, lo rechazan y lo combaten, al grado de que incluso en su ciudad de residencia, Cafarnaum ha sufrió hostilidad y donde realizó muchos de sus milagros y no se convirtieron.
Si fue acogido por los “pequeños”, que en San Mateo tienen una clara connotación de “gente sencilla”; los “pequeños” son los hambrientos, afligido, pecadores, enfermos, los que andan como ovejas sin pastor, los “no invitados” que tantas veces salen en el Evangelio. Al final son los que tienen una especial sensibilidad para abrir su corazón a la revelación amorosa de Dios y que puede llenar sus vacíos.
Dios se revela trastocando valores y criterios en las personas. La fe, la Buena Noticia, no se consigue a base de esfuerzos, no se la arrancamos a Dios por nuestros méritos, sino que es un don gratuito, que se la regala a quien quiere, y sobre todo tiene la disponibilidad para recibirla.
Cito un testimonio claro de las afirmaciones de Jesús y que he descubierto en los escritos de la Madre Teresa de Calcuta, cuando nos habla del gran reto que en este momento tenemos como Iglesia, la evangelización, una tarea que describe con la sencillez que sólo los humildes pueden tener: “Nuestra alegría es el mejor modo de predicar el cristianismo. Al ver la felicidad en nuestros ojos, tomaran conciencia de su condición de hijos de Dios. Pero para eso debemos estar convencidos. Pero ¿lo predicamos también a través nuestras actitudes? Si queremos ser coherentes con lo que decimos, todos debemos poder ver esa bondad, ese perdón y esa comprensión en nosotros. Nunca dejemos que alguien se acerque a nosotros y no se vaya mejor y más feliz… Tenemos que llevar a Cristo a la gente, no atraer a la gente hacia Cristo… Somos enviados para llevar el amor de Dios, para demostrar que Dios ama al mundo, que Dios ama a los pobres. Tenemos que acercar a Jesús al corazón de la gente. Pero mientras no lo poseamos, no lo podremos dar…”.
† Faustino Armendáriz Jiménez IX Obispo de Querétaro