Este semana que hemos terminado ha sido una semana dedicada a la mujer, en el contexto de su día internacional. Una en especial sigue provocando eco, casi sin decir palabras: Teresa de Calcuta.
El viernes 4 de marzo fueron asesinadas 4 religiosas de la Orden de las Misioneras de la Caridad (fundada por Teresa de Calcuta) junto a otras doce personas. Esto sucedió en uno de sus conventos, en Aden (Yemen). Las hermanas provenían dos de Ruanda, una de la India y otra de Kenia. La masacre se atribuye a grupos extremistas musulmanes, quienes acusan a la Congregación de hacer proselitismo cristiano.
El lunes 7 de marzo, la Oficina de las celebraciones litúrgicas del Sumo Pontífice anunciaba que el próximo día 15 de este mes se realizará un Consistorio Ordinario Público presidido por el Papa Francisco en el que se anunciará de modo oficial la canonización de 5 nuevos santos, entre ellos la Beata Teresa de Calcuta y nuestro compatriota José Sánchez del Río, mártir.
En momentos aún sangrientos que aún vive nuestra patria cabe recordar brevemente la vida y la obra de Teresa de Calcuta, quien dejó todo y perdió todo para ganar el ciento por uno en esta tierra y el Reino de los cielos.
Agnes Ganxhe Bojaxhiu fue la más pequeña de cinco hermanos, y nació el 26 de agosto de 1910. Solía decir al contar sus dedos de la mano siendo ya la Madre Teresa: “Lo habéis hecho por mi”, refiriéndose al texto del Evangelio de Mt 25, 40. “Todo está aquí”, decía al pronunciar esas 5 palabras que Jesús dijo de quien le dio de comer al hambriento, de beber al sediento, etc.,: “lo habéis hecho por mi”. A los cinco años recibió la primera Comunión y fue Confirmada a los 6; a los 8 años sufrió la muerte de su padre; a los 18 ingresó en el Instituto de la Beata Virgen María, conocido también como las Hermanas de Loreto. Ahí recibió el nombre de Mary Teresa, en honor de santa Teresa de Lisieux. El 1º de diciembre de 1928 partió hacia la India, arribando a Calcuta el 6 de enero de 1929. El 24 de mayo de 1937 hizo la Profesión perpetua de sus votos, convirtiéndose en “la esposa de Jesús, para todo la eternidad”, como solía decir. Veinte años vivió en su comunidad siendo conocida por su gran caridad, generosidad, y valentía, por su propensión al trabajo arduo y su aptitud natural para la organización, había sido maestra y Directora de un Colegio. Fue un 10 de septiembre de 1946 en un viaje en tren de Calcuta hacia Darjeeling que sintió “la llamada en la llamada”: sintió que el Señor Jesús la llamaba a servirlo en la persona de los pobres de los más pobres. Bajo la dirección espiritual del Padre Celeste Van Exem, sacerdote jesuita, hizo un discernimiento de dos años y un fuerte intercambio epistolar con el Arzobispo de Calcuta, Mons. Ferdinand Périer, también él jesuita. Finalmente el 17 de agosto vistió por primera vez su hábito blanco con franjas azules y dejó su amado convento de “Loreto”.
El secreto y fuerza de su vida y obra al servicio de los más pobres lo sintetizaba así: está en a oración y en la contemplación silenciosa de Jesucristo, de su Santo Rostro, de su Sagrado Corazón. Y lo explicaba así: “El fruto del silencio es la oración; el fruto de la oración es la fe; el fruto de la fe es el amor; el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz”.
El 7 de octubre de 1950 la nueva Congregación de las Misioneras de la Caridad era reconocida oficialmente en la Arquidiócesis de Calcuta; el 1º de febrero de 1965 la naciente Congregación obtenía de Pablo VI el reconocimiento de Derecho Pontificio. Ese mismo año empezó a enviar misioneras a otros países; en 1963 fundó los Hermanos Misioneros de la Caridad, en 1976 la rama contemplativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos contemplativos y en 1984 los Padres Misioneros de la Caridad. Formó también los Colaboradores de la Madre Teresa y los Colaboradores Enfermos y Sufrientes, que son personas de diferentes confesiones de fe y nacionalidad. También creó los Misioneros Laicos de la Caridad y en 1991 fundó el Movimiento Corpus Christi para sacerdotes.
Recibió en vida diversos galardones, entre ellos cuatro Doctorados Honoris causa otorgados por prestigiosas Universidades; el Premio Balzan (1977), el Premio Nobel de la Paz (1979), el Premio Bharat Ratna (“Perla de la India”, 1980); tomó la palabra en la Sede de las Naciones Unidas con ocasión del 40º aniversario de su fundación (26 de octubre de 1985), etc. Hablar en público en los encuentros, decía, es “un martirio”, “uno de los más difíciles actos de obediencia”1.
En marzo de 1997 dio la bendición a su sucesora, la nueva Superiora General de las Hermanas de la Caridad: Nirmala Joshi Mary, una nepalesa convertida del hinduismo al catolicismo. Madre Teresa no hacía proselitismo, atraía con su testimonio, atracción que hoy ha dado nuevos mártires. Albania, su país de origen hoy no existe, pero su enorme figura de “ícono del buen samaritano” se levanta con el trabajo cotidiano de sus hijos.
Su testimonio nos ayude a caminar contra toda desesperanza y adversidad, en medio de la violencia y el odio de una patria y humanidad que es obligada a caminar con las plantas de los pies arrancadas, como al también próximo nuevo santo mexicano José Sánchez del Río. Cristo sigue vivo, sigue siendo rey en el servicio a los más pobres.