1. LECTURA DEL TEXTO: Mt 5,13-16
(Se pide la luz del Espíritu Santo. Cada uno lee en su Sagrada Escritura)
Ven Espíritu Santo, envía tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus Siete Dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno. Amén.
(Cada uno lee en su Sagrada Escritura)
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa. Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo sus buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos.
Palabra del Señor.
Repasar el texto leído
(Se pregunta a los participantes y responden leyendo los versículos en su Biblia)
- ¿Qué dice Jesús a sus discípulos? v.13a
- ¿Para qué sirve la sal que pierde su sabor? v.13b
- ¿Qué otra comparación utiliza Jesús para identificar a sus discípulos? v.14
- ¿Para qué se enciende una vela? v.15
- ¿Qué pide Jesús a sus discípulos y para qué? v.16
Explicación del texto
Después de haber enseñado Jesús las bienaventuranzas, invita a sus discípulos a ponerlas en práctica en la vida de cada día. Los exhorta utilizando dos imágenes: la sal y la luz.
La sal además de dar sabor a los alimentos y ser utilizada para preservarlos de la corrupción, es símbolo de sabiduría, amistad y disponibilidad al sacrificio.
Los discípulos son como la sal cuando dan el sabor de las bienaventuranzas en medio de la comunidad. Ellas dan el sabor y el saber de la vida cristiana, preservan de la corrupción, dan sabiduría, disponibilidad para el servicio. Son la identidad de los hijos de Dios.
Ser sal de la tierra, significa tener una clara identidad cristiana. La fe da sentido no solo a la existencia personal sino también a la de cada hombre. Sabernos hijo de Dios y hermanos entre todos es el sabor mismo de la vida. Ser hijos y hermanos, es existir de un modo concreto y claro en la tierra.
El discípulo de Cristo que no tiene el sabor de Cristo no vale nada y no le sirve a ninguno.
La luz es el principio de la creación (Gn 1,3). Para san Mateo Jesús es como una gran luz que ha brillado para quienes viven en las tinieblas y en sombras de muerte (4,12-17). En Cristo somos iluminados, nacemos como hijos. Y el que es iluminado alumbra a otros.
Ser luz del mundo significa, iluminar la realidad que es oscurecida por el pecado. El mundo está estructurado sobre los principios de la codicia del tener, del poder, del aparecer, con su fascinación engañosa que lo hace parecer bueno. La vida en la luz hace caer el engaño y le devuelve el esplendor de la creación primera.
2. MEDITACIÓN DEL TEXTO
(Cada participante puede compartir su reflexión personal)
Jesús como un nuevo Moisés sube al monte y se sienta para enseñar la nueva ley de amor dada en las bienaventuranzas. Ya no son mandamientos escritos en tablas de piedra, sino la Palabra de Dios escrita en el corazón de los discípulos que quieran seguirlo.
Jesús anima a todos los discípulos de ayer y de hoy que en medio de las persecuciones de este mundo anuncian con valentía el mensaje de salvación. Muestra cuál es la misión de los que viven según el espíritu de las bienaventuranzas.
Cada bautizado está llamado a ser discípulo a configurarse con Cristo, a ser imagen de Dios en la tierra. Los discípulos están llamados a aportar al mundo la novedad del evangelio, algo que el mundo no posee, pero el cristiano sí.
Somos luz del mundo, debemos practicar las buenas obras para que todos los hombres den gloria a Dios. Los discípulos que viven según el estilo de las bienaventuranzas son invitados a ser fermento de una nueva humanidad, que no queda reducida a los límites de la Iglesia sino que va más allá a todo el mundo, y que la convierte en luz de todas las naciones.
El discípulo como el maestro también es perseguido. Pero en las dificultades en lugar de abatirse, se siente identificado con su Señor: con alegría vive las bienaventuranzas. La cruz lo hace semejante a él, con su mismo amor al padre y a los hermanos. Lo hace sal de la tierra, una identidad clara como hijo de Dios y como luz del mundo que conquista a los otros con la belleza de la Palabra y de la gracia.
Esta palabra es una invitación a la evangelización, que se realiza a través del testimonio de quien cumple en sí mismo lo que le falta a la pasión de Cristo en favor de sus hermanos. El testimonio es al mismo tiempo sal y luz que hace que todos disfruten de la gloria de Dios.
3. COMPROMISO PERSONAL Y COMUNITARIO
(Cada participante puede proponer compromisos personales y comunitarios)
- Asistir a un retiro de kerigma que me ayude a tener un verdadero encuentro con Jesús.
- Tomar conciencia de la importancia que tiene el testimonio cristiano en nuestro mundo.
- Continuar con alegría la tarea misionera de visitar a los más alejados hasta sus casas o lugares de trabajo.
- Confiar con una fe firme que la obra de evangelización la realiza Jesús por nuestro medio.
- Formar parte del equipo evangelizador de la parroquia y colaborar activamente en el anuncio de la palabra de Dios que nos ha cambiado.
- Testimoniar en la propia casa con el ejemplo de una vida cristiana.
4. ORACIÓN
(Se puede hacer una oración donde participe quien guste en voz alta y den gracias a Dios por la Palabra escuchada o recitar alguna oración ya formulada)
Gracias Señor por tu palabra
que hemos escuchado.
Ayúdanos a comprender
cuál es la respuesta adecuada
a lo que tú hablas dentro de nosotros.
Señor, danos siempre tu palabra,
ella es como el pan
sacia y a la vez provoca más hambre de ti.
Ella es como el agua
riega, refresca, fecunda, limpia.
Ella es como la luz
ahuyenta las tinieblas del error y del pecado
e ilumina los ojos del alma
para ver mejor nuestra vida.
Ella es como una voz misteriosa y penetrante.
Cuestiona, y responde, alegra y fortalece.
Ella es como espada de doble filo.
Penetra en lo más íntimo del ser,
hiere y sana, angustia y libera, inquieta y trae paz.
Que no nos falte nunca, señor,
el pan cotidiano de tu Palabra.
Amén.