1. Lectura de la Palabra de Dios
En la primera lectura (Jl 2,12-18) el Profeta invita a la conversión y a la penitencia tomando como punto de partida dos acontecimientos catastróficos que está viviendo el pueblo: una plaga de langostas, que destruyen la agricultura (Jl 1,2-13), y una terrible sequía (Jl 1,14-20). Estas dos situaciones hacen pensar al profeta en el “día del juicio del Señor”, que puede ser igual de terrible. La catástrofe nacional exige una actitud de conversión interior (vv. 12.13), que se manifiesta en el ayuno y en la celebración penitencial comunitaria donde participa todo el pueblo desde los niños hasta los ancianos junto con los ministros del templo (vv. 15.16). La llamada del profeta es una invitación a la esperanza, porque Dios es misericordioso (v. 13), que perdona y salva a su pueblo (v. 18).
En el evangelio (Mt 6,1-6.16-18) Jesús invita a practicar los actos de piedad con sinceridad y autenticidad (v. 1), está en contra de la hipocresía de los fariseos (vv. 2.5.16) que practicaban y querían imponer a otros el cumplimiento externo de la ley de Moisés, pues para ellos, la práctica sola de los actos de piedad hacen al hombre merecedor de la salvación. Entre los fariseos del tiempo de Mateo los actos de piedad eran fundamentalmente tres: la limosna, la oración y el ayuno; pero para muchos estas prácticas se habían convertido en una cuestión meramente externa y en un motivo de orgullo, por eso que les gustaba que los vieran. Jesús deja claro que la recompensa que vale es la que dará el padre del cielo que conoce lo secreto de las acciones del hombre.
En la segunda lectura (2Cor 5,20-6,2) san Pablo sintiéndose verdadero apóstol invita a los corintios a reconciliarse con Dios por medio de Cristo (v.20). La reconciliación consiste en vivir en paz con Dios, recuperar la paz de la que gozaba el hombre al ser creado y que el pecado arrebató, pero Jesucristo ha hecho posible nuevamente mediante el sacrificio de la cruz que purifica a los hombres (v. 21). Jesucristo ha hecho posible la salvación, está al alcance de todos, y mientras vuelve es tiempo oportuno que no se debe desaprovechar (6,2).
2. Meditación de la Palabra
Dios se revela en la historia y nos cuestiona a través de los acontecimientos, así lo entendió el profeta Joel. En nuestros días también vemos situaciones destructivas: guerras entre los pueblos, odios raciales, intolerancia religiosa, violencia de todo tipo, asesinatos constantes, abusos de autoridad, discriminación, un ambiente generalizado de relajamiento moral y espiritual. Estas situaciones también nos cuestionan hoy, necesitamos tomar conciencia de la urgencia de la conversión personal y comunitaria, desde los pequeños hasta los mayores. Nuestro mundo necesita el testimonio de verdaderos discípulos misioneros, con una vida auténtica y sincera como la pide el Señor Jesús en el evangelio, ya basta de hipocresías y egoísmos vanos que destruyen y llevan a la muerte. Una vida de relación íntima con Dios y con la comunidad y el esfuerzo constante por ser mejores nos llevarán a hacer verdaderas obras de caridad, a ser constructores de una humanidad que se renueva constantemente. Aún es tiempo, porque tenemos vida, no debemos echar en saco roto la gracia que Dios nos da en Jesucristo, en los sacramentos, en los hermanos. La cuaresma debe ser un tiempo de renovación personal en la que nos purifiquemos y liberemos de las obras muertas del pecado que destruye, que rompe la comunión. Es un tiempo oportuno de “nueva evangelización” que ofrece Dios y que la Iglesia quiere aprovechar para que juntos, en un camino de conversión y purificación personal y comunitaria, seamos discípulos, embajadores entusiastas que trabajen por reconciliar a la humanidad entre sí y con Dios. ¡Toda vía es tiempo!
3. Compromiso
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Hacer de la cuaresma un tiempo de desierto interior, de silencio y reflexión
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Intensificar mis momentos de oración y mi participación en los sacramentos especialmente la reconciliación y la eucaristía
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Tomar conciencia de la necesidad de mi participación en la vida de la Iglesia como discípulo misionero, para la transformación de un mundo mejor.
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Reconocer que la vida espiritual debe manifestarse en obras concretas y sinceras de caridad con los más necesitados.
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Organizarme con mi grupo o movimiento para realizar alguna obra de caridad en favor de mi comunidad.
4. Oración
(Recitamos juntos el Salmo 50)
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra tí, contra tí sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios. Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.