1. Lectura del texto: Lc 15,1-3.11-32
(Se pide la luz del Espíritu Santo)
¡Oh, bienvenido seas, Paráclito eternal, que con tus dones nos nutres y recreas! Lluevan tus bendicionesSi alguna vez caemos, tú a levantarnos ven, y tú guíanos y alúmbranos si no vemos, y, si el pecho se enfría, ven y tu calor santo en él envía. Ven y nos fortalece, si alguna vez nuestro valor flaquea, y tu ley enderece el pie, si se ladea, si tímido se para o titubea. El fuego centelleante, que sobre los apóstoles ardía, al pecho de diamante, al alma seca y fría, ablande y de calor en este día. Y unidos y enlazados en tus lazos, Amor omnipotente, de pueblos apartados haz una sola gente, un corazón, un alma solamente. Amén.
(Cada uno lee en su Sagrada Escritura)
En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y pecadores para escucharlo. Por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo entonces esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me toca’. Y él les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera. Se puso entonces a reflexionar y se dijo: “¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’. Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’. Pero el padre le dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete. El hijo mayor estaba en el campo y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno d los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: ‘Tu hermano ha regresado y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar. Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tu no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, vienen ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’. El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’”. Palabra del Señor.
Repasar el texto leído
(Se pregunta a los participantes y responden leyendo los versículos en su Biblia)
- ¿Por qué murmuraban los fariseos y los escribas? vv.1-2
- ¿Cómo les explica Jesús¿ v.3
- ¿Qué dijo a su padre el hijo menor? v.12
- ¿Qué hizo con sus bienes el hijo menor? v.13
- ¿Dónde le dieron trabajo y qué hacía? v.15
- ¿Qué pensó cuando entró en sí mismo? v.17
- ¿Qué decisión tomó? vv.18-19
- ¿Qué hizo el padre cuando lo vio venir? v.20
- ¿Qué ordenó el padre a los siervos? vv.22-24
- ¿Qué pasa al hijo mayor cuando ve la fiesta y el regreso del hermano? v.28
- ¿Qué dijo a su Padre el hermano mayor? vv.29-30
- ¿Por qué convenía celebrar una fiesta? v.32
Explicación del texto
Este texto conocido como la parábola del hijo pródigo, solamente se encuentra en este evangelio de san Lucas, nos presenta el tema de la misericordia divina para con los pecadores; presenta, por tanto, la esencia de la buena noticia, es el evangelio dentro del evangelio.
La ocasión la ofrece el hecho que se acercan a Jesús los publicanos y pecadores, son aquellas personas que trabajaban para el gobierno romano o personas que a los ojos de los fariseos no cumplían con la ley de Moisés porque llevaban una vida inmoral. Cualquiera que conviviera con esta clase de personas quedaba impura y quedaba impedida para ofrecer el culto a Dios. No entendían los fariseos y los escribas que Jesús conviviera con ellos, siendo que él anunciaba la buena nueva de Dios.
Es importante saber que en la mentalidad judía un padre puede renunciar a sus bienes antes de morir y repartir sus riquezas (Eclo 33,19-23). La ley judía preveía que el hijo más joven recibiera un tercio de la fortuna de su padre (Dt 21,15-17). Y aunque la división de las propiedades se podía hacer en vida, los hijos no accedían a la herencia de sus padres por respeto, hasta después de la muerte.
El hijo menor pide la parte de la herencia que le corresponde, y la gasta viviendo disolutamente. El término griego alude a una sensualidad desenfrenada y a una extravagancia derrochadora. Así describe la conducta del hijo menor el hermano mayor: “despilfarró los bienes con malas mujeres”. Este desenfreno lleva al joven a quedarse sin bienes y le obliga a trabajar, pero es tanta la necesidad que se vive en aquel país que solo encuentra trabajo de cuidador de cerdos. Para los judíos los cerdos son animales impuros, esto manifiesta hasta qué grado de bajeza ha caído que tiene que convivir con los cerdos y todavía más, está apunto de comer el mismo alimento de los cerdos.
Una vez que este joven ha tocado fondo, viéndose en tal necesidad, toma conciencia de lo que ha dejado en casa de su padre, y decide volver. El recuerdo de la bondad de su padre reaviva la esperanza y el arrepentimiento. El padre empieza a buscar al hijo perdido a través del recuerdo que él mismo inspira; busca al hijo antes de que éste piense en retornar.
El hijo mayor, aunque cercano físicamente al padre, no vive una lejanía diferente a la del hijo menor. Cuando llega no saludo al padre como sí lo hace el menor, dice despectivamente “ése hijo tuyo” y no mi hermano. Sin embargo, el padre lo trata con la misma ternura que al hijo menor, le dice: “hijo”, dejando claro que para él importan los dos de la misma forma. El problema no está en el gran amor del Padre para sus hijos, sino, en el poco valor que le dan los hijos.
2. Meditación del texto
(Cada participante puede compartir su reflexión personal)
Esta parábola más que llamarse del hijo pródigo, deberíamos llamarla del “padre bueno”, porque nos muestra la bondad del padre que olvida todo lo que el hijo menor hizo, representando a los hombres pecadores. Una bondad que no es comprendida por el hijo mayor, que representa a los escribas y fariseos que se creían los justos.
En este tiempo de cuaresma, la Palabra de Dios no enseña a entender la verdadera conversión, no se trata solamente de un proceso psicológico del pecador que vuelve a Dios, sino más bien el cambio de la imagen de Dios que tanto el justo como el pecador deben realizar. El punto central está en sanar nuestra imagen de Dios. Convertirse significa descubrir el rostro de ternura de Dios Padre que se revela en su Hijo Jesucristo. Es pasar de la imagen utilitarista que tengo de Dios, al que busco para que me dé cuando necesito, y de la imagen temerosa, del cumplir para que no me vaya a castigar, a la alegría de ser hijo del Padre.
La raíz del pecado es la mala opinión que tienen los hijos acerca de Dios Padre. El menor quiere liberarse de él, instaurar la estrategia del “placer”, que lo lleva a alejarse de él. El mayor para ganárselo, instaura la estrategia del “deber”, con una religiosidad servil, que sacrifica la alegría de vivir. Todo esto es el resultado de la falta de conocimiento de Dios. El amor de Dios siempre precede a nuestra conversión. La consecuencia de esta iniciativa del Padre se simboliza en el anillo, que es signo de autoridad, y en las sandalias, que es el calzado del hombre libre.
También los que se sienten justos como el hijo mayor deben aprender, la cercanía con Dios se debe traducir en la vida ordinaria, en la cercanía a los pecadores para invitarlos a la conversión. De esta manera se participa en la alegría festiva de Dios por la conversión de aquellos que estaban lejos. Descubramos todos, el amor del padre, la bondad y el perdón. No es la justicia estricta de los hombres la que salva , sino la justicia que es misericordia en el estilo de la vida de Jesús.
3. Compromiso personal y comunitario
(Cada participante puede proponer compromisos personales y comunitarios)
- Reconocer mi condición de pecador, necesitado del perdón de Dios.
- Acercarme al sacramento de la misericordia para pedir perdón a Dios y experimentar su amor.
- No juzgar a las personas por su condición de pecadoras, sino tomar conciencia de mi compromiso para su conversión.
- Fortalecer los lazos de amistad y comunión en la familia, ofreciendo apoyo y ayuda en los momentos de prueba.
- Valorar el amor de nuestros padres y su esfuerzo por nuestra formación humana y cristiana.
- Trabajar por la unidad de los grupos y movimientos en la parroquia, buscando iniciativas de participación en tareas comunes.
4. Oración
(Se puede hacer alguna oración en voz alta donde participen quienes gusten dando gracias a Dios por la Palabra escuchada. Se puede recitar algún Salmo o alguna oración ya formulada)
Salmo 141
Señor, te estoy llamando, date prisa, escucha mi voz cuando te llamo. Que suba mi oración como incienso hasta ti, sean mis manos suplicantes como la ofrenda de la tarde. Coloca, Señor, en mi boca un centinela, un vigilante a la puerta de mis labios. No dejes que mi corazón se incline a la maldad, ni a cometer crímenes y delitos con los malhechores. ¡No, no participaré en sus banquetes! Que el justo me golpee y me reprenda como amigo, pero nunca aceptaré honores del malvado, ni cesará mi oración contra sus crímenes. Sus jefes serán lanzados contra las rodas y sabrán entonces que mis palabra eran suaves. Como una rueda de molino estrellada contra el suelo, sean esparcidos sus huesos al borde del abismo. A ti, Señor, se dirigen mis ojos, en ti me refugio, no me desampares. Líbrame del lazo que me han puesto, de la trampa que me han tendido los malhechores. Caigan los malvados en sus propias redes, Mientras yo logro escapar.