1. LECTURA DEL TEXTO: Mt 17,1-9
(Se pide la luz del Espíritu Santo)
Fuego de Dios a nuestras frentes baje, Intelecto de amor en ellas prenda, y con lumbres de gozo y de martirio nuestras almas encienda. Como el viento, impetuoso; como el fuego, candente, nuestro celo se propague, ¡y juzguen ebriedad de los sentidos la divina embriaguez que nos embriague! Todos transverberados, desechemos nuestro albergue precario, y escuche todo oído en toda lengua el subversor mensaje del Calvario. Nuevo diluvio de aguas cenagosas trae en cruda zozobra nuestra barca. ¡Vuelve, Amor, con el ramo del olivo! ¡Vuelve, Paloma, a serenar el arca! Amén.
(Cada uno lee en su Sagrada Escritura)
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”. Palabra del Señor.
Repasar el texto leído
(Se pregunta a los participantes y responden leyendo los versículos en su Biblia)
- ¿A quién tomó aparte Jesús y a dónde los llevó? v.1
- ¿Cuáles son los signos de la transfiguración? v.2
- ¿Quiénes se aparecieron con ellos? v.3
- ¿Qué dijo Pedro? v.4
- ¿Cómo era la nube y qué dijo la voz que salió de ella? v.5
- ¿Qué hicieron los discípulos al oír esto? v.6
- ¿Qué les dijo Jesús? v.7
- ¿Qué les ordenó Jesús? v.8
2. MEDITACIÓN DEL TEXTO
(Cada participante puede compartir su reflexión personal)
Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Se refería a la oposición y la persecución que trae consigo el anuncio del evangelio. El destino del discípulo es el destino del maestro. Jesús ha anunciado que tiene que ir a Jerusalén para sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que lo matarán y que resucitaría al tercer día.
Los discípulos se sienten desanimados después de que han escuchado el anuncio de la pasión del Maestro y de conocer lo que pide a aquellos que quieran seguirle. En este momento viene bien la transfiguración, porque es una palabra de ánimo, pues en ella se manifiesta la gloria de Jesús y anticipa su victoria sobre la cruz y la muerte.
En el acontecimiento de la transfiguración nos encontramos ante una teofanía, es decir un relato que tiene como centro la manifestación de Dios. Nos hace recordar las manifestaciones de Dios en el Antiguo Testamento; en la mayor parte de ellas hay una serie de elementos que también encontramos aquí: generalmente suceden en un monte o en otro lugar sagrado, con una serie de fenómenos extraordinarios (apariciones, voz del cielo, etc.) que provocan temor y turbación en quienes están presenciando.
La transfiguración de Jesús sigue este mismo esquema, pero en este caso el centro no es la manifestación de Dios, sino de Jesús, que es presentado como el Hijo de Dios. La transfiguración de Jesús está rodeada de fenómenos extraordinarios: la transformación de sus vestidos y el resplandor de su rostro, que muestran su gloria. Junto a él aparecen Moisés y Elías, dos personajes que la tradición judía relacionaba con la llegada del Mesías.
Moisés había anunciado que algún día Dios suscitaría un profeta como él a quien habían de escuchar (Dt 18,15). Elías por su parte, había desaparecido de este mundo sin morir (2Re 2,11), la tradición judía pensaba que su regreso anunciaría la llegada del Mesías (Mal 3,23-24). Estos dos personajes dan testimonio de que Jesús es el Mesías esperado por el pueblo de Israel.
La voz que viene del cielo afirma que Jesús es el Hijo de Dios. Estas mismas palabras son pronunciadas el día de su bautismo en el río Jordán. Es una cita del salmo (2,7) un salmo real que cantaba la entronización del nuevo rey como hijo de Dios, y que los primeros cristianos aplicaron a Jesús para confesar que él era el verdadero Hijo de Dios.
En este relato tenemos una completa presentación de Jesús. En él se ha manifestado la gloria de Dios: él es verdaderamente el Mesías esperado; más aún es el Hijo de Dios. Esta presentación tiene como destinatarios a los discípulos que lo acompañan, y a todos los que están dispuestos a seguirlo. Su propósito es acrecentar la fe de los discípulos en Jesús a través de la contemplación de su victoria sobre la muerte; de este modo podrán asumir todas las exigencias que lleva consigo ser discípulos y seguidores de Jesús. El mesianismo de Jesús no es un mesianismo glorioso y fácil, sino un camino de obediencia a la voluntad del Padre.
3. COMPROMISO PERSONAL Y COMUNITARIO
(Cada participante puede proponer compromisos personales y comunitarios)
- Leer y meditar la Palabra de Dios de forma personal o en familia.
- Participar en la santa Misa escuchando con atención la Palabra de Dios que ilumina la vida personal y comunitaria.
- Buscar la confesión como el medio eficaz de recibir la gracia de Dios que transforma y purifica del pecado.
- Tener momentos de oración personal para estar con Jesús en intimidad escuchado su Palabra en nuestro corazón
- Anunciar a quienes te rodean la alegría de ser transformados por la gracia de Cristo, especialmente a quienes viven atados por el pecado de los vicios.
4. ORACIÓN
(Se puede hacer alguna oración en voz alta donde participen quienes gusten dando gracias a Dios por la Palabra escuchada. Se puede recitar algún Salmo o alguna oración ya formulada)
Dios omnipotente y misericordioso, abre mis ojos para que descubra el mal que he hecho; toca mi corazón, para que, con sinceridad, me convierta a ti. Restaura en mí tu amor, para que resplandezca en mi vida la imagen de tu Hijo Padre misericordioso y consolador, Tú, que dijiste: «Yo quiero la conversión del pecador y no su muerte», ayúdame a escuchar tu palabra, confesar mis pecados, darte gracias por el perdón que me otorgas. Ayúdame a comportarme con sinceridad en el camino del amor, y a crecer en Cristo a través de todos los acontecimientos. Señor Jesús, cuando Pedro negó tres veces tú lo miraste con amor misericordioso para que llorase su pecado y se convirtiese a ti de todo corazón, mírame y mueve mi corazón para que vuelva a ti y te siga fielmente durante toda mi vida. Amén.