Lectio Divina Dominical II de Adviento Ciclo A
«Muestren frutos de un sincero arrepentimiento»
Hno. Ricardo Grzona, frp
PRIMERA LECTURA: Isaías 11, 1-10
SALMO RESPONSORIAL: Salmo 71, 2-17
SEGUNDA LECTURA: Romanos 15, 4-9
Invocación al Espíritu Santo:
Ven Espíritu Santo,
Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
Amén
TEXTO BÍBLICO: Mateo 3, 1-12
3,1: En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista en el desierto de Judea, 3,2: proclamando:
—Arrepiéntanse, que está cerca el reino de los cielos.
3,3: Éste es a quien había anunciado el profeta Isaías, diciendo:
—Una voz grita en el desierto:
Preparen el camino al Señor,
enderecen sus senderos.
3,4: Juan llevaba un manto hecho de pelo de camello, con un cinturón de cuero en la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
3,5: Acudían a él de Jerusalén, de toda Judea y de la región del Jordán, 3,6: y se hacían bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
3,7: Al ver que muchos fariseos y saduceos acudían a que los bautizara les dijo:
—¡Raza de víboras! ¿Quién les ha enseñado a escapar de la condena que llega? 3,8: Muestren frutos de un sincero arrepentimiento 3,9: y no piensen que basta con decir: Nuestro padre es Abrahán; pues yo les digo que de estas piedras puede sacar Dios hijos para Abrahán. 3,10: El hacha ya está apoyada en la raíz del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego.
3,11: Yo los bautizo con agua en señal de arrepentimiento; pero detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno de quitarle sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego.
3,12: Ya empuña la horquilla para limpiar su cosecha: reunirá el trigo en el granero, y quemará la paja en un fuego que no se apaga.
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Estudio Bíblico.
La Iglesia nos sigue presentando en el inicio del año litúrgico, en el Adviento de preparación a la llegada del Señor, textos que nos van adentrando en el espíritu de la Espera y de la Esperanza.
Mateo nos habla de Juan, a quien llama “el bautista”, y es el profeta que esperaban para preceder al Mesías (ver 2 Reyes 1, 8 ss y Zacarías 13,4). Juan lleva una vida muy austera, porque su bien supremo es el encuentro con Dios. Su vida ya es gran parte de su prédica. Porque él con toda autoridad proclama y vive. El encuentro de todos los peregrinos que venían a recibir el bautismo, hacía que confesaran sus pecados y el arrepentimiento de los mismos para volver a Dios.
El primer párrafo se refiere al arrepentimiento. Es decir, hacer un verdadero acto de conciencia sobre las cosas que en el Pueblo de Israel, se han apartado de la Ley de Dios, porque llega el Señor, el Dios de Israel, y en su llegada debe encontrar al Pueblo viviendo en las promesas que ambos se han hecho. “Yo seré tu Dios y tú serás mi pueblo”. Y si se habían torcido los senderos hay que enderezarlos. Hay que volver a vivir de acuerdo a la ley de Dios.
El bautismo de Juan prepara para el encuentro con Jesús, el Señor, el Cristo. Éste encuentro es un acontecimiento final y definitivo para una vida nueva. Pero Juan aclara que es necesaria la conversión, el arrepentimiento, y critica a los fariseos y saduceos (dos importantes ramas del judaísmo recalcitrante) porque van al bautismo como un rito externo, cuando él dice que lo más importante es la conversión del corazón. El arrepentimiento y una vida nueva, producirá frutos. Ya llega, dice Juan, el que tiene el hacha en la mano, y quien no tenga frutos para mostrar, será cortado como el árbol del que se esperan frutos.
Juan dice que él no es digno ni siquiera de desatar la correa de sus sandalias. En la antigüedad, ésta era una actividad reservada sólo para los esclavos no judíos. Es algo que implica una gran distancia entre el amo judío y el esclavo que ni siquiera estaba en el pueblo de la salvación. Con esto Juan quiere decirnos que quien viene (es decir Jesús) es tan importante, y también tan distante. Como la distancia que hay entre un Señor y un esclavo. Y él ni siquiera merecería este puesto.
Y el que viene después de Juan, o sea Jesús, el Cristo, Él es el único esperado para redimir a la humanidad. Y Él tiene la autoridad de bautizar con el Espíritu Santo y con Fuego. (Recuerden que el Fuego en la Biblia también se usa para purificar).
La preparación para recibir a Jesús, el Cristo implica entonces una conversión y una disposición, pues como aclara Juan el Bautista, quien no acepte al Señor será separado como el trigo se separa de la paja para que ésta sea quemada.
Reconstruimos el texto:
- ¿Cómo comienza el pasaje leído? ¿Quién es el personaje que aparece en el desierto de Judea y qué dice?
- ¿Qué profeta había anunciado la presencia del precursor?
- ¿Cómo vivía Juan? ¿Cuál era su actividad principal?
- ¿Quiénes iban a verlo? ¿Qué es lo que Juan les decía a los fariseos y saduceos?
- Juan bautiza con agua ¿Cómo bautizará el que viene luego de él?
- ¿Cómo se sintetiza la predicación de Juan?
2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
- Estamos en un momento de espera del Señor ¿en verdad yo estoy en esta tensión dinámica preparándome para recibir a Jesús?
- ¿Qué significaría en mi vida arrepentirse? ¿De qué cosas debo arrepentirme? ¿Y enderezar mi sendero? ¿De qué se trata esto en mi propia vida?
- ¿Es mi vida un modelo de sencillez evangélica? ¿habrá en mi vida algo que estorbe para decir que sí vivo el Evangelio? ¿las cosas que yo tengo las pongo al Servicio del Señor? ¿Habrá alguien que en mi vida se escandalice porque estoy viviendo lejos del Evangelio?
- Cuando me acerco a la vida de la Iglesia ¿Creo que sólo son ritos externos, pero no me cambio desde adentro? ¿Soy capaz de verme con la mirada de Jesús? ¿Cuáles cosas creo que el Señor me pediría que cambie para ser su discípulo?
- ¿Doy frutos de cristianismo? ¿Realmente mi vida es una forma de conversión para los demás? ¿Cuáles son las cosas buenas que hago que podría multiplicar? ¿Cuáles son las cosas buenas que no hago y que siento que el Señor me llama para hacerlas?
- ¿Estoy convencido que debo prepararme para su venida? ¿Cómo será este encuentro con el Señor?
3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el momento de decirle algo al Señor.
Gracias Señor por tu Palabra Salvadora.
Gracias por recordarme que tú volverás. Quiero esperarte. Quiero tener una actitud de espera.
Señor, a través de tu Palabra, descubro que también yo puedo ser un fariseo o un saduceo, que se sentían los religiosos del momento, porque cumplían con ritos externos. Dame valor para cambiar lo que tengo que cambiar.
Oremos con el salmo 71 preparándonos a la celebración de la Eucaristía del próximo Domingo
71,1: A ti, Señor, me acojo nunca quede defraudado.
71,2: Por tu justicia, líbrame y rescátame, tiende tu oído hacia mí y sálvame.
71,3: Sé mi roca de refugio, siempre accesible, la que prometiste para liberarme, pues mi peña y mi alcázar eres tú.
71,4: Dios mío, líbrame de la mano perversa, del puño criminal y opresor.
71,5: Tú eres mi esperanza, Señor mío, y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
71,6: Desde el seno materno me apoyaba en ti, desde la entrañas de mi madre me sostenías. ¡A ti la alabanza continua!
71,7: Eres un prodigio para muchos, pues tú eres mi refugio fortificado.
71,8: Llena está mi boca de tu alabanza, de tu elogio todo el día.
71,9: No me rechaces ahora en la vejez, no me abandones, cuando decaen mis fuerzas,
71,10: porque mis enemigos hablan de mí, quienes me espían dictaminan:
71,11: Dios lo ha abandonado, persíganlo, aprésenlo, que no hay quien lo libre.
71,12: Oh Dios, no te quedes lejos, Dios mío, apresúrate a socorrerme.
71,13: Sean confundidos y humillados los que atentan contra mi vida; cúbranse de humillación y de vergüenza los que buscan mi daño.
71,14: Yo en cambio esperaré siempre, reiterando tus alabanzas.
71,15: Mi boca anunciará tu justicia y tu salvación todo el día, aunque no sepa contarla.
71,16: Entraré en tu fortaleza, Señor mío, recordaré tu justicia, Señor, sólo tuya.
71,17: Me instruiste, Dios mío, desde mi juventud y hasta hoy he anunciado tus maravillas.
Amén
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría. Añadimos nuestras intenciones de oración.
4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
«Muestren frutos de un sincero arrepentimiento»
(Versículos 8)
Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano.
En lo personal, volver sobre este texto, buscando lo que el Señor me está diciendo, demandando. Él quiere entrar en contacto más personal conmigo. Profundizo en mi oración y cercanía con Él. Pero como signo exterior, voy a realizar alguna acción humilde. Por ejemplo ayudar en la limpieza a alguna persona anciana o pobre que necesite ayuda, visitar a algún enfermo y llevarle consuelo y cariño, o alguna obra de caridad, que manifieste mi actitud de espera en el Señor.
Con tu grupo, proponerse una actividad que nos ayude a demostrar que estamos a la espera del Señor. Si bien, un cambio personal es necesario, es bueno revisar la vida del grupo y proponerse actividades de servicio del Evangelio. Es tiempo propicio para una actividad externa que manifieste a Jesús que llega. Puede ser organizar una pastorela, una oración comunitaria, tal vez si puedes apoyar en la parroquia alguna actividad que apoye el sacramento de la reconciliación y un acto penitencial, sería muy oportuno.