El Papa Francisco está celebrando su primer año de pontificado. Nadie sabía ni esperaba que esta elección del pasado 13 de marzo del 2013 por la tarde, cuando el reloj marcaba las 8:25 pm, la fumata blanca elevada sobre la Capilla Sixtina irrumpía con gran algarabía y emoción en el corazón de cada católico presente en la Plaza de San Pedro y de todos los que lo seguíamos por medio de la televisión. Aquel humo se alzaba imponente en medio de la oscuridad y de la lluvia desafiando y disipando las quinielas y pronósticos del momento, no solo de la prensa. Era el inicio de un pontificado que con firmeza anunciaba, a mi modo de ver, el camino de las tres R. Renovación, Reforma y Revolución.
Este anuncio, era una continuidad pedida por el Concilio hace medio siglo para incorporar en este camino a toda la Iglesia, que no quiere permanecer cerrada y anclada en sus propias tradiciones y golpeada por los innumerables escándalos de muchos de sus pastores. No olvidemos que la Iglesia es la esposa de Cristo que con sabia y fino tacto es conducida por el Vicario de Cristo bajo la protección del Espíritu Santo. Entre los muchos aspectos de este trinomio, destaco algunos puntos.
Renovación. La apuesta del Papa Francisco para impulsar a la Iglesia se dirige a los jóvenes. Basta recordar en su encuentro con ellos en Brasil, donde les marcó tres ejes para vivir la Fe, “tres sencillas actitudes, tres simples posturas: conservar la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría. Sean protagonistas de la historia, pateen para adelante, construyan un mundo mejor, jueguen adelante siempre. No balconeen la vida, métanse en ella como hizo Jesús. Hagan lío, salgan afuera, si la Iglesia no sale, se convierte en una ONG (organización no gubernamental).
Reforma. “No tengamos miedo a revisar algunas costumbres y normas de la Iglesia”, dijo en un documento en uno de los puntos más fuertes de la exhortación la Alegría del Evangelio. “No hay que hacer pesada la vida de los fieles” comentó citando a Santo Tomás de Aquino y escribió: “En su constante discernimiento, la Iglesia también puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio… pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a la trasmisión del Evangelio. No tengamos miedo de revisarlas. Del mismo modo, hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tiene la misma fuerza educativa como causes de vida”.
Revolución. Se trata de una revolución espiritual, una conversión pastoral que comienza por el interior, por una mayor coherencia y santidad en los propios cristianos, en los pastores de la Iglesia y en cada fiel. No es que el Papa va a cambiar la doctrina de la Iglesia, ni se trata tampoco de renovar estructuras eclesiales, etc. Sino sobre todo de mejorar las conductas, de hacerlas más evangélicas y por eso, más atractivas y alegres para todos los hombres y mujeres de hoy. La llegada del Papa Francisco es una bocanada de aire evangélico que no pretende cambiar por cambiar sino de impulsar el camino de una Iglesia que toque las fibras de todos, en especial a los de la periferia.
Su estilo tan sencillo y profundo, marcada por una gran sonrisa ha despertado una renovada esperanza, con sus gestos y lenguaje de la calle, hace accesible la frescura y profundidad del mensaje evangélico. Muchas felicidades Francisco, eres la Alegría del evangelio, oramos por ti. ¡Hablemos claro!
Luis Ignacio Núñez