Pbro. Filiberto Cruz Reyes
A Fidencio López Plaza,
Obispo electo de San Andrés Tuxtla
con admiración fraterna por su amor a los pobres.
Ante este acontecimiento político-electoral que vive nuestra patria este 2015 queremos decir una palabra, inspirados en la Exhortación apostólica “Evangelii gaudium”, de nuestro Pontífice Francisco a quien parece que los Cardenales en el cónclave “han ido a buscarlo casi al fin del mundo”, casi en su periferia y, que ha llegado para poner la misericordia de Dios en el centro del anuncio del Evangelio. En dicho documento el Pontífice nos da luz sobre cómo anunciar hoy el Evangelio y sus repercusiones sociales, con esas convicciones que él ha vivido a lo largo de todo su ministerio. Siempre es interesante revisar la citas que se hacen de otros documentos, no sólo para darnos cuenta que es la misma doctrina, sino por las acentuaciones que con ello se hacen.
1. Naturaleza del Documento
En primer lugar, el Romano Pontífice afirma que pretende éste sea un documento programático, cuando afirma que con él quiere “indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años” (EG n. 1), y esto teniendo presente que lo que la Iglesia busca es llevar el Evangelio a la vida, no haciendo política, sino proponiendo la dimensión social que el evangelio tiene, por eso, dice el Papa, “cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre «nueva» (n. 11).
El futuro beato, Obispo y próximamente mártir oficialmente (el 23 de mayo de 2015), Oscar Arnulfo Romero, decía: “La esencia de la Iglesia está en su misión de servicio al mundo, en su misión de salvarlo en totalidad, y de salvarlo en la historia, aquí y ahora […] La dimensión política de la fe no es otra cosa que la respuesta de la Iglesia a las exigencias del mundo real socio-político en que vive la Iglesia”1.
En segundo lugar, tener claro que, como el mismo Papa afirma, “éste no es un documento social, y para reflexionar acerca de esos diversos temas tenemos un instrumento muy adecuado en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, cuyo uso y estudio recomiendo vivamente” (EG n. 184). Sin embargo, no ignora estos temas, pues afirma: “No es el momento para desarrollar aquí todas las graves cuestiones sociales que afectan al mundo actual, algunas de las cuales comenté en el capítulo segundo” (EG n. 184).
Recordando una vez más la experiencia y enseñanza de Mons. Romero sobre estos temas, decía: “Debemos estar claros desde el principio de que la fe cristiana y la actuación de la Iglesia siempre han tenido repercusiones socio-políticas. Por acción o por omisión, por la connivencia con uno u otro grupo social los cristianos siempre han influido en la configuración socio-política del mundo en que viven. El problema es cómo debe ser el influjo en el mundo socio-político para que ese influjo sea verdaderamente según la fe”.
La intención de Francisco con este documento, nos dice, al tratar ciertos temas, es entre otras, que ellos “ayudan a perfilar un determinado estilo evangelizador que invito a asumir en cualquier actividad que se realice” (EG n. 18).
2. Las enseñanzas del Documento “La alegría del Evangelio”.
La Exhortación del Papa Francisco “Evangelii gaudium” tiene 217 citas a pie de página, de las cuales 21 hacen referencia al magisterio de Pablo VI, de esas, 12 se refieren a su llamado “documento de oro”, la Exhortación apostólica “Evangelii nuntiandi”, acerca de La evangelización en el mundo contemporáneo, un documento de 1975, cuando Jorge Mario Bergoglio era Provincial de los Jesuitas en Argentina. Esto significa que el pensamiento de Pablo VI le es muy querido y conocido e inspiró su ministerio como Pastor en Argentina; ahora, en continuidad con él, nos hace una serie de exhortaciones para llevar adelante la evangelización con alegría e intrepidez, es decir, con parresía.
En razón de esto, hacemos algunas anotaciones siguiendo en parte la estructura de “Evangelii nuntiandi” y a la luz de “Evangelli gaudium” sobre el Anuncio del Evangelio en el mundo actual y en la perspectiva de algunas pautas sobre la dimensión socio-política del Evangelio.
2.1. Del Cristo evangelizador a la Iglesia evangelizadora.
El Papa Francisco se encuentra entre los Pastores de la Iglesia a quienes ha correspondido implementar las enseñanzas del Concilio Vaticano II, del cual él es un gran conocedor en la teoría y en la práctica, y ha dado muestras de ello desde el día de su elección, cuando afirmó: “Ustedes saben que era deber del Cónclave dar un obispo a Roma […] la Iglesia de Roma, que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias”. Esta teología de la comunión es como el corazón de la eclesiología del Vaticano II. Esta expresión del Papa es doctrina de la Lumen gentium, que afirma: “Dentro de la comunión eclesial, existen legítimamente las Iglesias particulares con sus propias tradiciones, sin quitar nada al primado de la Sede de Pedro. Esta preside toda la comunidad de amor” (LG 13).
Es también doctrina conciliar que «Dios creó al hombre no para vivir aisladamente, sino para formar sociedad. De la misma manera, Dios «ha querido santificar y salvar a los hombres no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente». Desde el comienzo de la historia de la salvación, Dios ha elegido a los hombres no solamente en cuanto individuos, sino también en cuanto miembros de una determinada comunidad. A los que eligió Dios manifestando su propósito, denominó pueblo suyo (Ex 3,7-12)» (GS 32; cfr. LG 9).
Por esta razón el Papa Francisco enseña: “En cada nación, los habitantes desarrollan la dimensión social de sus vidas configurándose como ciudadanos responsables en el seno de un pueblo, no como masa arrastrada por las fuerzas dominantes. Recordemos que «el ser ciudadano fiel es una virtud y la participación en la vida política es una obligación moral». Pero convertirse en pueblo es todavía más, y requiere un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada. Es un trabajo lento y arduo que exige querer integrarse y aprender a hacerlo hasta desarrollar una cultura del encuentro en una pluriforme armonía” (EG220).
La misión de Cristo es “reunir a los hijos dispersos” (cfr. Jn 11, 52), la de la Iglesia es la misma: “está llama a ser siempre la casa abierta del Padre” (EG 47) dice Francisco; el Evangelio nos convoca a formar un pueblo. Monseñor Romero dijo a este propósito: “un pueblo desorganizado es una masa con la que se puede jugar, pero un pueblo que se organiza y defiende sus valores, su justicia, es un pueblo que se hace respetar”.
2.2. ¿Qué es evangelizar?
Dice Francisco citando la Sagrada Escritura que «Cristo es el “Evangelio eterno (Ap 14, 6)» (EG 11), de ahí se desprende que “Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios” (EG 176), a Jesucristo mismo. Es, como dice muy a su estilo personal “«Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear!” (EG 24). Por eso nuestros obispos de México afirman en este contexto político-electoral: “A los partidos y candidatos les pedimos campañas austeras, limpias y propositivas. Que presenten públicamente sus propuestas de campaña y cómo incluirán a la sociedad para cumplirlas. Y a quienes resulten ganadores, les exigimos no defraudar la confianza y esperanza de los mexicanos. Recuerden que toda autoridad es para servir y no para servirse de la gente”.
Evangelizar es tratar de erradicar lo que Monseñor Romero decía de su patria al final de los años 80s al ver los hechos que imperaban en El Salvador: «Son realidades cotidianas, cuya crueldad e intensidad vivimos a diario. La vivimos cuando llegan a nosotros madres y esposas de capturados y desaparecidos, cuando aparecen cadáveres desfigurados en cementerios clandestinos, cuando son asesinados aquellos que luchan por la justicia y por la paz. En nuestra Arquidiócesis vivimos a diario lo que denunció vigorosamente Puebla: «Angustias por la represión sistemática o selectiva, acompañada de delación, violación de la privacidad, apremios desproporcionados, torturas, exilios. Angustias de tantas familias por la desaparición de sus seres queridos de quienes no pueden tener noticia alguna. Inseguridad total por detenciones sin órdenes judiciales. Angustias ante un ejercicio de la justicia sometida o atada» (n. 42)».
Evangelizar es en pocas palabras trabajar para construir un pueblo; en palabras de Francisco: “A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo” (EG 270).
2.3. Contenido de la Evangelización.
Dice Francisco que nunca debemos olvidar “el anuncio fundamental: el amor personal de Dios que se hizo hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su salvación y su amistad” (EG 128). Jesucristo se hizo obediente a la voluntad del Padre hasta la muerte, y una muerte de cruz (cfr. Flp 2, 8), por eso la Iglesia si quiere ser auténtica discípula misionera y ser portadora veraz de ese anuncio fundamental, está llamada constantemente a ser obediente al Padre, cosa que no siempre logra en plenitud, por eso «La Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio […] De esta iluminada y operante conciencia brota un espontáneo deseo de comparar la imagen ideal de la Iglesia -tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como Esposa suya santa e inmaculada (cf. Ef 5,27)- y el rostro real que hoy la Iglesia presenta […] Brota, por lo tanto, un anhelo generoso y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí». Y agrega: “El Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo: «Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación […] Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad»” (EG 26).
“Sin «fidelidad de la Iglesia a la propia vocación», cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo” agrega Francisco. Esa fidelidad debe brotar en absoluta libertad, y “no hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu, renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera” (EG 280). Es una fidelidad que se sella en el altar, en la eucaristía.
En su última homilía Monseñor Romero decía: “Que este cuerpo inmolado y esta Sangre Sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo”. Casi en ese mismo instante sonó un disparo de arma de fuego que le quitó la vida ahí en el altar. Solamente otros dos Obispos fueron asesinados en el altar: Estanislao de Cracovia y Tomás Beckett, el primero en el 1079 y el segundo en 1170. A propósito de la Eucaristía dice Francisco: “La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles” (EG 47).
Un pueblo se construye ofreciendo la propia vida, no tomando la del hermano.
2.4. Medios de Evangelización.
El Papa Francisco, citando un texto de Pablo VI dice: “Recordemos que «la evidente importancia del contenido no debe hacer olvidar la importancia de los métodos y medios de la evangelización» (EG 156). En este contexto Francisco afirma un principio básico a tener en cuenta en la obra de la evangelización: “La Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción” (EG 14). Otra principio igualmente importante es el tema de la alegría que da nombre a su Exhortación y debe informar toda la evangelización como un elemento esencial.
Otro medio importante para la evangelización en que insiste el Papa es la audacia (parresía) que el Espíritu Santo infunde para anunciar la novedad del Evangelio incluso a contracorriente (cfr. EG 259) y que en la práctica se traduce en esa frase que tanto repite: “prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades (EG 49)”.
La voz misma de la Iglesia a favor de los que no tienen, de los pobres, es un medio para la evangelización, así lo dice Francisco cuando afirma: “Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos” (EG 198).
De esto tenía clara conciencia Mons. Romero cuando dijo: “La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre… En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión…!”. Fueron pronunciadas estas palabras en su última homilíaa dominical y que fue como la gota que derramó el vaso de la violencia en su contra: decidieron matarlo.
2.5. Los destinatarios de la Evangelización.
La actividad evangelizadora de la Iglesia debe “llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20). Cada iglesia particular debe dirigir su actividad evangelizadora a “las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales” (EG 30), a “ricos y pobres” (EG 58), «los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio» (EG 48) y “hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos” (EG 48)
Todo ser humano es destinatario del Evangelio.
Decía Mons. Romero: “Los pobres son los que nos dicen qué es la «polis», la ciudad y qué significa para la Iglesia vivir realmente en el mundo”. No olvidemos que la palabra política deriva del griego “polis”, ciudad. Y afirmaba también: “El mundo de los pobres nos enseña que la liberación llegará no sólo cuando los pobres sean puros destinatarios de los beneficios de gobiernos o de la misma Iglesia, sino actores y protagonistas ellos mismos de su lucha y de su liberación desenmascarando así la raíz última de falsos paternalismos aun eclesiales”. Por eso Francisco afirma: “Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad”. (EG 59).
Construir un pueblo supone la participación de todos.
2.6 Agentes de la evangelización
“En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar” (EG 119) “En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados” (EG 120).
Mons. Romero dice acerca de los pobres como criterio de verdad en el construir la historia: “El mundo de los pobres nos enseña cómo ha de ser el amor cristiano, que busca ciertamente la paz, pero desenmascara el falso pacifismo, la resignación y la inactividad; que debe ser ciertamente gratuito pero debe buscar la eficacia histórica. El mundo de los pobres nos enseña que la sublimidad del amor cristiano debe pasar por la imperante necesidad de la justicia para las mayorías y no debe rehuir la lucha honrada”.
Algo muy importante sobre los agentes de la evangelización y las tentaciones que tienen y hay que evitar, solamente los enumeramos: Sí al desafío de una espiritualidad misionera (EG 78-80]), No a la acedia egoísta (EG 81-83), No al pesimismo estéril (EG 84-86), Sí a las relaciones nuevas que genera Jesucristo (EG 87-92), No a la mundanidad espiritual (93-97]), No a la guerra entre nosotros (EG 98-101).
2.7. El espíritu de la Evangelización.
La evangelización supone una espiritualidad, misma que supone en primer lugar la presencia del Espíritu Santo, pues “Él el alma de la Iglesia evangelizadora” (EG 261); implica oración y trabajo, adoración, encuentro orante con la Palabra, diálogo sincero con el Señor, oración (EG 262); aprender de los santos e imitarlos (EG 263); contemplar el Evangelio con amor, detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón (EG 264); buscar la gloria del Padre (EG 267); tocar la carne sufriente de los demás, vivir la intensa experiencia de ser pueblo (EG 270); dar razón de nuestra esperanza; tratar de vencer el mal con el bien (EG 271); etc.
El resultado final del estudio de los testimonios procesales, de los documentos y de las más de cincuenta mil cartas del archivo de Romero es que su pensamiento teológico era “igual al de Pablo VI definido en la Exhortación Evangelii nuntiandi”, así como había respondido el mismo Romero en 1978 a quien le pidió razón de su teología. El 7 de noviembre de 1978 Romero le escribió una carta a Juan Pablo II en la que le expresa entre otras cosas: “Creí un deber colocarme decididamente a la defensa de mi Iglesia y, desde la Iglesia, al lado de mi pueblo tan oprimido y atropellado”.
Conclusiones
- La misión de la Iglesia no es hacer política, sino anunciar el Evangelio. Nunca olvidar lo dice Francisco: “El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura” (EG n. 88). Una ternura llamada también “misericordia”, de la cual Jesucristo es el rostro, ternura que por el pecado puede ser rechazada y odiado el mensajero y portador de la misma. Recordemos que el 7 de enero del este 2015 los teólogos que intervinieron en la causa de beatificación de Mons. Romero afirmaron que éste había sido asesinado in odium fidei, es decir, por odio a la fe; posteriormente, el 3 de febrero pasado, el Papa Francisco autorizó la promulgación del Decreto que se refiere al martirio de Romero, pues mártir en sentido canónico es quien viene asesinado por odio a la fe. Romero no murió por una ideología, sino por anunciar el Evangelio de la Alegría, del amor a Dios y a los hermanos.
- No olvidemos que “el ser ciudadano fiel es una virtud y la participación en la vida política es una obligación moral”, y los obispos de México acaban de decirnos: “Estamos a la puerta de las elecciones, es el momento de redoblar nuestro esfuerzo por nuestro país. Conozcamos quiénes son y qué proponen los candidatos ¿Tienen principios y los sostienen? ¿Garantizan que trabajarán por reconstruir el tejido social en un país dañado por la violencia, la corrupción, la impunidad, el narcotráfico y la pobreza? ¿Respetarán la vida, dignidad y derechos de la persona? ¿Actuarán con transparencia y honestidad? ¿Velarán por la justicia? ¿Qué proponen para crear fuentes de trabajo y erradicar las causas de la pobreza, o seguirán teniendo a los pobres como clientela electoral?
¡Votemos! Participemos, unámonos y organicémonos para exigir como ciudadanos el cumplimiento de las promesas de campaña de quienes resulten ganadores. Abstenernos no conduce a nada”.
- “Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra […]Si bien «el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política», la Iglesia «no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia».[150] Todos los cristianos, también los Pastores, están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor. De eso se trata, porque el pensamiento social de la Iglesia es ante todo positivo y propositivo, orienta una acción transformadora, y en ese sentido no deja de ser un signo de esperanza que brota del corazón amante de Jesucristo” (EG 183).
Para construir un pueblo “se trabaja en lo pequeño, en lo cercano, pero con una perspectiva más amplia” (EG 235).
Pbro. Filiberto Cruz Reyes
Seminario Diocesano, 25 de abril de 2015
1 Discurso de Mons. Oscar Arnulfo Romero al recibir el doctorado honoris causa por la Universidad de Lovaina, pronunciado el 2 de febrero de 1980, 50 días antes de su asesinato.
2. Bendición Apostólica “Urbi et Orbi”, 13 de marzo de 2013.
3. Homilía del Segundo Domingo de Cuaresma, 2 de marzo de 1980.
4. Mensaje de los obispos de México en ocasión del proceso electoral 2015, 21 de Abril de 2015.
5. Discurso de Mons. Oscar Arnulfo Romero al recibir el doctorado honoris causa por la Universidad de Lovaina, pronunciado el 2 de febrero de 1980, 50 días antes de su asesinato.
6. Homilía en San Salvador, 24 de marzo de 1980, a las 17:00 horas en la Capilla del Hospital de La Divina Providencia.
7. Homilía Quinto Domingo de Cuaresma, 23 de marzo de 1980.
8. Discurso de Mons. Oscar Arnulfo Romero al recibir el doctorado honoris causa por la Universidad de Lovaina, pronunciado el 2 de febrero de 1980, 50 días antes de su asesinato.
9. Ibídem.
10. Mensaje de los obispos de México en ocasión del proceso electoral 2015, 21 de Abril de 2015.