Luis-Fernando Valdés
La violencia producida por las religiones fue noticia continua durante 2015. El balance anual de masacres producidas a nombre de Dios fue más alto que años anteriores. ¿Las religiones pueden realmente traer la paz?
1. Un año de atentados a nombre de Dios. Desafortunadamente la lista estos ataques durante 2015 es larga: Charlie Ebdo y los atentados en París; las decapitaciones, secuestros e invasiones de pueblos enteros por parte del Estado Islámico; la persecución de cristianos en Paquistán, Siria e Irak; los atentados de Boko Haram en Nigeria, incluido el ataque a la ciudad de Kimba, en la reciente Navidad.
2. Una dura paradoja. Los grupos extremistas que matan a nombre de Dios buscan imponer la fe en Dios, y con esa premisa asesinan a quienes no confiesan su misma religión. Sin embargo, esas acciones violentas lo único que consiguen es que las personas se alejen de las religiones.
Pero esa no es la única paradoja. La violencia contra los inocentes siempre conlleva una pregunta sobre Dios mismo: si Dios es bueno, ¿por qué permite que sufran las personas? ¿le importan a Dios las víctimas de la violencia?
El Papa Francisco en su homilía de inicio del año explicaba que el mensaje de la Navidad “contrasta siempre con la dramática experiencia histórica”, pues cada día “nos encontramos con signos opuestos, negativos, que nos hacen creer que [Dios] está ausente”. La cercanía de Dios “parece desmoronarse ante la multitud de formas de injusticia y de violencia que hieren cada día a la humanidad”.
3. Una lógica que supera la lógica humana. La dureza de las consecuencias de la violencia perpetrada a nombre de una religión son innegables: sufrimiento, destierro, tortura y muerte. Ante esta patente realidad del dolor, parece que no existe un argumento racional para explicar por qué el mal no tiene la última palabra sobre los hombres y su destinos.
Pero la respuesta al mal no puede ser sólo teórica, meramente “lógica”. El problema se ubica en lo más profundo del ser humano y su existencia, ahí donde radica una “lógica” diferente que abarca la razón, la libertad, el afecto, las acciones y el propio destino. El problema pues se encuentra en la dimensión religiosa de cada persona, y por eso requiere una respuesta sobrenatural.
4. La “lógica” cristiana. El Santo Padre también explicó que el hecho histórico del nacimiento de Cristo, que supone que Dios se ha hecho humano, nos empuja a cooperar con Dios en la construcción de un mundo más justo y fraterno, en el que todas las personas y todas las criaturas puedan vivir en paz.
En otras palabras, la fe cristiana no sólo explica el origen del mal (como oposición humana a los sabios mandatos morales de Dios), sino que predica que el verdadero amor nos empuja a buscar acciones que conlleven la paz.
Por eso, en palabras del Pontífice, “donde no puede llegar la razón de los filósofos ni los acuerdos de la política, llega la fuerza de la fe que lleva la gracia del Evangelio de Cristo, y que siempre es capaz de abrir nuevos caminos a la razón y a los acuerdos”.
La lógica religiosa para buscar la paz es el balance de la contemplación de las verdades divinas (que hablan de amar a Dios y al prójimo) y la acción para buscar directamente la paz (el diálogo académico y político, la denuncia periodística, la atención a enfermos, desplazados y heridos, la justicia internacional y la persecución de los criminales de guerra, etc.). Entonces, para que venga la paz, necesitamos aprender a vivir la “lógica” de la fe con obras.