El Papa Francisco como pastor de la Iglesia universal con espíritu profético ha hecho señalamientos que no han encontrado suficiente eco ni interlocutores, como tal parece ha sucedido con el discurso dirigido a los participantes en el Encuentro mundial de Movimientos populares del 28 de octubre del 2014. Por ejemplo lo que dijo respecto a la cultura del descarte que sin tenerlo escrito creyó que era necesario abordarlo y de una manera valiente declaró que esto sucede “cuando el centro de un sistema económico está el dinero y no el hombre, la persona humana”.
Llama la atención el diagnóstico que hace de un sistema que no sólo descarta a los niños y a los ancianos, sino ahora también a los jóvenes. Sin precisar estadísticas dice el Papa Francisco, son “millones de jóvenes descartados del trabajo, desocupados”. Esta es una realidad que denuncia y reconoce que es otro de los grandes desafíos prioritarios para la sociedad y desde luego, para la Iglesia.
Dice el Papa: “Se descartan los ancianos, porque, bueno, no sirven, no producen, ni chicos ni ancianos producen, entonces con sistemas más o menos sofisticados se les va abandonando lentamente, y ahora, como es necesario en esta crisis recuperar un cierto equilibrio, estamos asistiendo a un tercer descarte muy doloroso, el descarte de los jóvenes.”
Ante esta crisis de humanidad, se trata de mantener un cierto equilibrio, ni demasiados niños, ni tampoco de jóvenes, ni de ancianos, porque se necesita mantener una proporción de equilibrio, por lo cual hay que sacrificar lo sobrante.
No siempre alcanzamos a percibir la gravedad de este hecho selectivo que privilegia a unos en detrimento de las inmensas mayorías, que nos tiene en riesgo a todos de ser desechados o descartados, como lo son de una manera especial los más vulnerables, los empobrecidos, los indígenas, los campesinos y trabajadores, sus niños, jóvenes y adultos, que se les han negado oportunidades para su crecimiento y realización personal, como el ser también la esperanza de sus familias e incluso de sus pueblos y del país.
Jóvenes sin acceso a las escuelas porque los costos para ellos son inaccesibles por sus carencias económicas, otros sin un empleo para ejercer su profesión y sin estímulos para una vida digna y no faltan quienes terminan siendo presa fácil de la resignación y el fatalismo, muchos de ellos, renunciando a luchar por ese otro mundo posible donde todos y todas nos sintamos en una sociedad y en un mundo que sea para todos y todas una casa común.
Reitero lo que el Papa reflexionó con los encuentristas de las organizaciones populares en el Vaticano, que no estaba escrito en el discurso, que considero, es un tema que tiene que formar parte de la agenda, la cultura del descarte, de quienes están ocupados en las cuestiones sociales, pero también para una iglesia evangelizadora y misionera, hacer un diagnóstico acerca de lo que está en juego en relación a los jóvenes, en el cual muchos de ellos son conscientes de esta ideología del descarte, pero también de su protagonismo como jóvenes en la sociedad, ya que son sujetos y agentes importantes de cambios profundos que requiere el país, y del riesgo que muchos están corriendo por hacer precisamente realidad una cultura incluyente, participativa y con oportunidades para todos. Es cierto que no están solos, porque hay mayor conciencia de que la sociedad a pesar de estar dividida por las desigualdades económicas, políticas y sociales es un todo interrelacionado y porque los sistemas equilibristas descartantes han puesto en peligro a la sociedad en general.
Ante un sistema de esta naturaleza, que pone en el centro el dinero y promueve la cultura del descarte, el Papa Francisco alentó a los del Encuentro mundial de Movimientos populares diciéndoles: “Algunos de ustedes expresaron: este sistema ya no aguanta. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con inteligencia. Con tenacidad, pero sin fanatismo. Con pasión pero sin violencia. Y entre todos, enfrentando los conflictos sin quedar atrapados en ellos, buscando siempre resolver las tensiones para alcanzar un plano superior de unidad, de paz y de justicia. Los cristianos tenemos algo muy lindo, una guía de acción, un programa, podríamos decir, revolucionario. Les recomiendo vivamente que lo lean, las bienaventuranzas que están en el capítulo 5 de San Mateo y 6 de San Lucas, (cfr. Mt 5,3 y Lc 6,20) y que lean el pasaje de Mateo 25. Se lo dije a los jóvenes en Rio de Janeiro, con esas dos cosas tienen un programa de acción.” Esta propuesta que hace el Papa es un programa de acción válido y eficaz para todos.
No dejemos que se imponga la cultura del descarte, que como ha dicho el Papa Francisco afecta también a los jóvenes. Que Dios los bendiga.
Pbro. Gabino Tepetate Hernández