La audacia de confesar y compartir la experiencia de Jesús

XXI DOMINGO ORDINARIO
Mt. 16, 13-20

“Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?”. El pasaje de la confesion de Pedro nos sitúa en un momento clave de la vida de Jesús. En su ministerio hubo momentos de gran aceptación, pero también  tuvo que afrontar el rechazo de los jefes, la incomprensión del pueblo y en algún momento el fracaso aparente de su misión. Ahora dirige una doble pregunta para conocer qué dice la gente y sus discípulos, los de fuera y los de dentro. Por ello el pasaje del evangelio tiene una doble función: reafirmar a Jesús en su misión y confirmar a los discípulos en su seguimiento.

Pedro, en nombre de los discípulos, reconoce que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Esta confesión  es reconocida por Jesús, ¡Dichoso tú, Simón…! y lo que le quiere expresar es que  no es fruto de consideración del hombre frágil e impotente frente al misterio de Dios, sino que es un don del Padre. Confesar que Jesús es Dios y hombre a la vez, no es el producto de una reflexión, sino de la fe; quien lo vive sabe que se trata de un misterio, y como tal lo acoge y lo cree.

La confesión de fe de Pedro, conlleva una misión; Jesús conoce la misión que va a encomendarle a Simón; por eso le da también el nombre apropiado. Se llamará Pedro, es decir, “roca”. En el Antiguo Testamento se llama “roca” a Yahvé, también a Abraham (Is. 51, 1ss). Yahvé es roca por su fidelidad, porque no le falla al creyente que funda en él su vida. Abraham y Pedro sólo pueden ser roca por su fe y por su confianza en Dios. Jesús elige a Pedro como fundamento de su Iglesia y esta Iglesia que Jesús edifica es suya.

Pedro da testimonio de su fe en voz alta y esto le compromete ante Jesús, y asume el desafío realizando su misión hasta la muerte en cruz, como su maestro.

Dar testimonio de fe, hoy y aquí. He aquí el reto que tenemos delante. He aquí la tarea que no podemos soslayar. Es el mismo Jesús quien nos emplaza: “Y ustedes ¿Quién dicen que soy yo?”. No se trata de cumplir un trámite. Hay que implicarse, y en ello nos jugamos mucho. Es el mismo Jesús quien pone a prueba nuestra madurez y adultez. No cualquier palabra ni cualquier confesión sirven. La pregunta es pública y la respuesta ha de ser pública. Es hora de asumir el reto…

Confesar desde la experiencia del encuentro con el Señor, es la tarea del discípulo misionero, del cristiano coherente hoy. Por ello, para el misionero, será siempre factor fundamental compartir su experiencia de vida, su encuentro con Cristo, con las palabras, pero sobre todo con el testimonio.

Madre Teresa de Calcuta se cuestionaba cuando afirmaba: “Nosotros predicamos un Dios bueno, comprensivo, generosos y compasivo. Pero. ¿Lo predicamos también a través de nuestras actitudes? Si queremos ser coherentes con lo que decimos, todos deben ver esa bondad, ese perdón y esa compasión en nosotros. Nunca dejemos que alguien se acerque a nosotros y no se vaya mejor y más feliz. Si el mundo puede ver la bondad en tu propio rostro, en tu sonrisa, en tu mirada, estará un poco más cerca de Dios. Cada obra de amor, llevada a cabo con todo el corazón, siempre logrará acercar a la gente a Dios. Somos enviados para llevar el amor de Dios, para dar testimonio del amor de Dios…”

Una oración por el Papa Benedicto XVI, por su testimonio infatigable como misionero del amor de Dios entre los jóvenes.

† Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro