Seminario Conciliar de Querétaro, Hércules, Qro.
11 de mayo de 2019.
El sábado 11 de mayo de 2019, en la capilla de Teología, se llevó a cabo la Solemne celebración Eucarística en la que Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Obispo de Querétaro, realizó la Institución de Ministerios de “Lectorado” y “Acolitado” a los Jóvenes Seminaristas del Seminario Conciliar Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe, ubicado en Av. Hércules , #216, Col. Hércules , Qro. Participaron de esta Santa Misa, los Papás, Familiares y amigos de los jóvenes seminaristas.
En su homilía Mons. Faustino, les dijo:
“Estimados padres formadores, queridos aspirantes a los ministerios de lectorado y acolitado, queridos seminaristas, estimados padres de familia, hermanos y hermanas todos en el Señor:
- Con gran alegría, envueltos por el clima del gozo pascual, celebramos en esta noche esta santa Misa, en la cual queremos seguir contemplando el admirable misterio de la resurrección del Señor, mediante el cual Cristo nos ha devuelto la vida y nos ha hecho participes de los premios del cielo. En esta noche mediante un fragmento de la narración de la imagen del pastor y las ovejas, nos anima y nos llena de esperanza para que confiemos en su palabra. Él nos llama a participar en su relación con el Padre, y ésta es la vida eterna.
- Jesús quiere entablar con sus amigos una relación que sea el reflejo de la relación que Él mismo tiene con el Padre: una relación de pertenencia recíproca en la confianza plena, en la íntima comunión. Para expresar este entendimiento profundo, esta relación de amistad, Jesús usa la imagen del pastor con sus ovejas: Él las llama y ellas reconocen su voz, responden a su llamada y le siguen. Es bellísima esta parábola. El misterio de la voz es sugestivo: pensemos que desde el seno de nuestra madre aprendemos a reconocer su voz y la del papá; por el tono de una voz percibimos el amor o el desprecio, el afecto o la frialdad. La voz de Jesús es única. Si aprendemos a distinguirla, Él nos guía por el camino de la vida, un camino que supera también el abismo de la muerte.
- Pero, en un momento determinado, Jesús dijo, refiriéndose a sus ovejas: «Mi Padre, que me las ha dado» (cf. 10, 29). Esto es muy importante, es un misterio profundo, no fácil de comprender: si yo me siento atraído por Jesús, si su voz templa mi corazón, es gracias a Dios Padre, que ha puesto dentro de mí el deseo del amor, de la verdad, de la vida, de la belleza y Jesús es todo esto en plenitud. Esto nos ayuda a comprender el misterio de la vocación, especialmente las llamadas a una especial consagración. A veces Jesús nos llama, nos invita a seguirle, pero tal vez sucede que no nos damos cuenta de que es Él. Como el Papa Francisco nos lo acaba de decir en su reciente exhortación Chritus vivit “Lo fundamental es discernir y descubrir que lo que quiere Jesús de cada joven es ante todo su amistad. Ese es el discernimiento fundamental. En el diálogo del Señor resucitado con su amigo Simón Pedro la gran pregunta era: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» (Jn 21,16). Es decir: ¿Me quieres como amigo? La misión que recibe Pedro de cuidar a sus ovejas y corderos estará siempre en conexión con este amor gratuito, con este amor de amistad. Y si fuera necesario un ejemplo contrario, recordemos el encuentro-desencuentro del Señor con el joven rico, que nos dice claramente que lo que este joven no percibió fue la mirada amorosa del Señor (cf. Mc 10,21). Se fue entristecido, después de haber seguido un buen impulso, porque no pudo sacar la vista de las muchas cosas que poseía (cf. Mt 19,22). Él se perdió la oportunidad de lo que seguramente podría haber sido una gran amistad. Y nosotros nos quedamos sin saber lo que podría haber sido para nosotros, lo que podría haber hecho para la humanidad, ese joven único al que Jesús miró con amor y le tendió la mano. Porque «la vida que Jesús nos regala es una historia de amor, una historia de vida que quiere mezclarse con la nuestra y echar raíces en la tierra de cada uno. Esa vida no es una salvación colgada “en la nube” esperando ser descargada, ni una “aplicación” nueva a descubrir o un ejercicio mental fruto de técnicas de autosuperación. Tampoco la vida que Dios nos ofrece es un “tutorial” con el que aprender la última novedad. La salvación que Dios nos regala es una invitación a formar parte de una historia de amor que se entreteje con nuestras historias; que vive y quiere nacer entre nosotros para que demos fruto allí donde estemos, como estemos y con quien estemos. Allí viene el Señor a plantar y a plantarse»” (n. 250-252).
- En este sentido se entiende perfectamente el Rito de la Institución tanto del ministerio de lectorado como de acolitado, que en breve vamos a realizar, mediante el cual la Iglesia les confiará a estos jóvenes seminaristas. La misión de colaborar en la predicación de la Palabra y en el servicio a la Sagrada Liturgia y a la Eucaristía, es un ministerio que el Señor confía porque quiere que mediante ellos se generen lazos de familiaridad con él, en primer lugar, en quien los recibe y en segundo lugar en quienes se ven beneficiados con ellos. Ambos ministerios anclan su razón de ser en el misterio de la vocación. Es decir, en el misterio de la llamada que Dios. Dios les ha llamado mediante su palabra porque quiere que a través de ellos establezcan lazos de amistad y de cercanía. “Mis ovejas escuchan mi voz” están deberá ser una sentencia que resuene todos los días de su formación, a tiempo u a destiempo. De tal manera que sea la palabra de Jesús la que forme y modele el corazón, los sentimientos y las emociones. Al grado de poder llegar a decir: “Queremos seguirte, Señor”.
- La Iglesia, al instituir el Ministerio de Lectorado, dócil a las enseñanzas de su Señor, asegura que sea la palabra de Dios, leída y proclamada en la acción liturgia, la fuente de vida y espiritualidad de la vida cristiana, por eso queridos jóvenes que hoy reciben este ministerio, los animo para que sean ustedes los primeros en amar y escuchar la Palabra de Dios. Es fundamental que la Palabra revelada fecunde radicalmente la vida de cada cristiano, más aún de cada joven que se prepara para el ministerio sacerdotal. “La evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios y esto exige a las diócesis, parroquias y a todas las agrupaciones católicas, proponer un estudio serio y perseverante de la Biblia, así como promover su lectura orante personal y comunitaria” (EG, 175). Queridos jóvenes que en adelante desempeñarán en la comunidad este noble ministerio, acojan con docilidad el sublime tesoro de la Palabra revelada que quiere ser para su vida y la de la comunidad, la fuente perenne donde se nutra su corazón y su existencia. La fuente perenne donde encuentren el punto de partida para que, como San Pablo, lleguen a decir en su vida “¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!” (1 Co 9,16).
- Queridos jóvenes seminaristas que van a ser instituidos acólitos, “Toda celebración litúrgica es, por consiguiente, obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo místico, «culto público íntegro», en el que se participa, pregustándola, en la liturgia de la Jerusalén celestial., «La liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza»” (cf. Juan Pablo II, Carta apostólica Spiritus et Sponsa, n. 2) El Acólito, destinado de modo particular al servicio del altar, aprenda todo aquello que pertenece al culto público divino y trate de captar su sentido íntimo y espiritual; de forma que se ofrezca diariamente a sí mismo a Dios, siendo para todos un ejemplo de seriedad y devoción en el templo sagrado y además, con sincero amor, se sienta cercano al Cuerpo Místico de Cristo o Pueblo de Dios, especialmente a los necesitados y enfermos (Pablo VI, Motu proprio Ministeria Quedam). Ustedes, de ahora en adelante podrán estás más estrechamente unidos al sacerdote y a la acción sagrada. Su ministerio será fecundo cuando gusten de contemplar de cerca el misterio que se hace sacramento, la Palabra que se hace Carne, el culto público que se hace perfecta oblación. Aprendan el arte de celebrar. No se dejen llevar por la corriente que nos lleva a vivir la ministerialidad como mera ritualidad o como mera consecución de ritos. Gusten y amen preparar las celebraciones litúrgicas.
- Les exhorto para que acojan con alegría y con entusiasmo estos dos ministerios que, si bien no les colocan en un ordo, si les distinguen en la comunidad de tal manera que puestos al servicio de los hermanos, deberán estar dispuestos para predicar la palabra y servir en la liturgia y en la Eucaristía.
- Queridos hermanos, pidámosle a Dios que estos jóvenes que ahora se presentan, gustosos de recibir estos encargos de la Iglesia, siempre conserven en su corazón la alegría y la devoción. Que hagan de su misterio un servicio de Dios entre los hombres. Amén”.
Al término de la celebración el Pastor Diocesano, felicito a los seminaristas, se tomaron la foto del recuerdo.