INSTITUCIÓN DE MINISTERIOS DE “LECTORADO” Y “ACOLITADO”

Capilla de teología, Seminario Conciliar de Querétaro, Hércules, Qro., jueves 03 de mayo de 2018.

«Año Nacional de la Juventud».

 

 En el marco de la  Fiesta del Hallazgo de la Santa Cruz, se llevó a cabo la Solemne celebración Eucarística en la que Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, Obispo de Querétaro, realizó la   Institución de Ministerios de “Lectorado” y “Acolitado” a los  Jóvenes  Seminaristas  del Seminario Conciliar Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe, ubicado en Av. Hércules , #216, Col. Hércules , Qro.  Esta celebración fue en la Capilla de teología, el día  jueves 03 de mayo de 2018. Año Nacional de la Juventud”. Concelebraron los Padres  Formadores del Seminario Conciliar y participaron de esta Santa Misa,  los Papás, Familiares y amigos  de los jóvenes seminaristas. En su homilía Mons. Faustino, les dijo:

Queridos seminaristas, en el camino de la vocación, la Cruz no puede ser una realidad ajena al proceso de discernimiento vocacional que cada uno de ustedes vive, pues quien se siente llamado por Dios a la vida sacerdotal, deberá amar y abrazar la cruz al grado de estar dispuesto de hacerla suya, con todo lo que esto conlleva e implica. Más aún es una condición sin la cual no se puede seguir al Señor: ya que el mismo lo ha dicho “El que quiera seguirme que tome su cruz y me siga” (Mc 8, 34). ¿Qué significa esto? Seguir a Jesús significa tomar la propia cruz, para acompañarlo en su camino, un camino incómodo que no es el del éxito, de la gloria pasajera, sino el que conduce a la verdadera libertad, que nos libera del egoísmo y del pecado. Se trata de realizar un neto rechazo de esa mentalidad mundana que pone el propio «yo» y los propios intereses en el centro de la existencia: ¡eso no es lo que Jesús quiere de nosotros! Por el contrario, Jesús nos invita a perder la propia vida por Él, por el Evangelio, para recibirla renovada, realizada, y auténtica. Podemos estar seguros, gracias a Jesús, que este camino lleva, al final, a la resurrección, a la vida plena y definitiva con Dios. Decidir seguirlo a Él, nuestro Maestro y Señor que se ha hecho Siervo de todos, exige caminar detrás de Él y escucharlo atentamente en su Palabra y en los Sacramentos”.

 

 A continuación les compartimos el texto completo de la homilía:

 

“Muy estimados padres formadores, queridos seminaristas, queridos familiares y bienhechores, hermanos todos en el Señor:

La tradición cristiana nos enseña que en el año 326, Santa Elena, la mamá del emperador Constantino, en su peregrinación a Jerusalén, “encontró” la verdadera cruz en la cual el Señor Jesús, llevó a cabo de la obra de la redención perfecta del género humano. Dicho acontecimiento logró tal arraigo en la tradición litúrgica, especialmente en España e Hispanoamérica, que la Iglesia la consideró con tal estima y devoción al grado de celebrarla en dos ocasiones durante el año litúrgico. En la Iglesia universal la fiesta de la Santa Cruz se celebra el 14 de septiembre, al día siguiente de la dedicación de la “Iglesia de la Resurrección”, levantada sobre el  sepulcro de Cristo en Jerusalén. Antes de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II esta fiesta se llamaba “La Exaltación de la Santa Cruz”. Entonces también, se celebraba otra fiesta la del “Hallazgo de la Santa Cruz”, el día 3 de mayo. Dado que en nuestro país esta celebración ha estado muy arraigada, sobre todo en el sector de la construcción, el Episcopado Mexicano pidió autorización a la Santa Sede para seguirla celebrando en este día, lo cual siempre ocurre en el contexto de la Pascua.

 

La profundidad de los textos litúrgicos y eucológicos, propuestos para esta fiesta, es muy honda, de tal forma que  al reunirnos en esta noche para celebrarla, podamos cada uno de nosotros, experimentar la belleza de nuestra fe y así podamos después de saborear sus contenidos, asumir un compromiso que garantice seguir anunciando al mundo, la maravilla de haber “hallado en  la Santa Cruz”, el trofeo de la victoria pascual de Cristo sobre la muerte y poder decir: “¡Qué dicha tener la Cruz! Quien posee la Cruz posee un tesoro” (S. Andrés de Creta, Sermón 10, sobre la Exaltación de la Santa Cruz: PG 97,1020).

 

En el evangelio que acabamos de escuchar, san Juan nos revela el significado de este gran misterio, en el dialogo de Jesús con Nicodemo: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). El Hijo de Dios se hizo vulnerable, tomando la condición de siervo, obediente hasta la muerte y una muerte de cruz (cf. Fil 2,8). Por su Cruz hemos sido salvados. El instrumento de suplicio que mostró, el Viernes Santo, el juicio de Dios sobre el mundo, se ha transformado en fuente de vida, de perdón, de misericordia, signo de reconciliación y de paz. “Para ser curados del pecado, miremos a Cristo crucificado”, decía san Agustín (Tratado sobre el Evangelio de san Juan, XII, 11). Al levantar los ojos hacia el Crucificado, adoramos a Aquel que vino para quitar el pecado del mundo y darnos la vida eterna. La Iglesia nos invita a contemplar con orgullo la Cruz gloriosa para sepamos  hasta dónde ha llegado el amor del Crucificado por los hombres, por todos los hombres. Con el prefacio de la Misa cantaremos “porque has puesto la salvación del género humano en el árbol de la Cruz, para que, de donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida; y el que en un árbol venció fuera en un árbol vencido” (Prefacio: la victoria de la Cruz gloriosa, MR, p.709). Nos invita a dar gracias a Dios porque de un árbol portador de muerte, ha surgido de nuevo la vida. Sobre este árbol, Jesús nos revela su majestad soberana, nos revela que Él es el exaltado en la gloria. Sí, “vengan todos a adorarlo”. En medio de nosotros se encuentra Quien nos ha amado hasta dar su vida por nosotros, Quien invita a todo ser humano a acercarse a Él con confianza.

 

Queridos seminaristas, en el camino de la vocación, la Cruz no puede ser una realidad ajena al proceso de discernimiento vocacional que cada uno de ustedes vive, pues quien se siente llamado por Dios a la vida sacerdotal, deberá amar y abrazar la cruz al grado de estar dispuesto de hacerla suya, con todo lo que esto conlleva e implica. Más aún es una condición sin la cual no se puede seguir al Señor: ya que el mismo lo ha dicho “El que quiera seguirme que tome su cruz y me siga” (Mc 8, 34). ¿Qué significa esto? Seguir a Jesús significa tomar la propia cruz, para acompañarlo en su camino, un camino incómodo que no es el del éxito, de la gloria pasajera, sino el que conduce a la verdadera libertad, que nos libera del egoísmo y del pecado. Se trata de realizar un neto rechazo de esa mentalidad mundana que pone el propio «yo» y los propios intereses en el centro de la existencia: ¡eso no es lo que Jesús quiere de nosotros! Por el contrario, Jesús nos invita a perder la propia vida por Él, por el Evangelio, para recibirla renovada, realizada, y auténtica. Podemos estar seguros, gracias a Jesús, que este camino lleva, al final, a la resurrección, a la vida plena y definitiva con Dios. Decidir seguirlo a Él, nuestro Maestro y Señor que se ha hecho Siervo de todos, exige caminar detrás de Él y escucharlo atentamente en su Palabra y en los Sacramentos.

 

Jesús quiere hacerles comprender hoy a ustedes que Él es un Mesías humilde y servidor. Él es el Siervo obediente a la palabra y a la voluntad del Padre, hasta el sacrificio completo de su propia vida. No duden en abrazarse de la cruz cusete lo que cueste. Al grado que puedan llegar a decir algún día: “¡Qué dicha tener la Cruz! Quien posee la Cruz posee un tesoro”.

 

El día de hoy algunos de ustedes serán instituidos ministros lectores y otros ministros  acólitos; dos realidades que —como su nombre lo dice—  son “servicios” y no lo contrario “privilegios”. Les animo para que los acojan con alegría y con mucha responsabilidad,  de tal forma que ejercitándolos entre sus hermanos, vayan ejercitándose día con día, hasta el día en el que su vida sea totalmente “configurada con el misterio de la cruz del Señor” (Ritual de órdenes, p. 128), tal como señala la liturgia de la ordenación sacerdotal.

 

Los ministros lectores, proclamarán la Palabra de Dios en la asamblea litúrgica, educarán en la fe y prepararán para recibir los sacramentos a los niños y a los adultos, anunciarán el mensaje de la salvación a quienes aún lo desconocen. Por tal motivo se les entregará la Sagrada Escritura,  no como un libro más, sino como el “Libro” que contiene la Palabra de Dios. “El lectorado propone al seminarista el “reto” de dejarse transformar por la Palabra de Dios objeto de oración y de estudio” (Ratio fundamentalis …, n. 72). ¡Asuman este “reto” con valentía! 

 

Los ministros acólitos, participarán de un modo peculiar en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia, celebraciones que tienen su cumbre y su fuente en la Eucaristía. Por tal motivo se les confiará la misión de ayudar a los presbíteros y diáconos en su ministerio  y distribuir, como ministros extraordinarios de la comunión, la sagrada comunión a los fieles, incluso a los enfermos. De tal forma que viviendo íntimamente unidos al sacrificio del Señor, procuren ser cada día “hombres eucarísticos”. “La recepción del acolitado implica una participación más profunda en el misterio de Cristo que se entrega y está presente en la Eucaristía, en al Asamblea y en los hermanos” (Ratio fundamentalis …, n. 72).  

 

Pidámosle a Dios que a todos nos conceda “encontrar” en nuestra vida y en nuestra vocación la verdadera cruz del Señor, de tal forma que sin medio, vergüenza o dolor, la abracemos hasta llegar a tenerla como nuestra “única esperanza” y podamos llegar a decir con nuestra vida:  : “¡Qué dicha tener la Cruz! Quien posee la Cruz posee un tesoro”.

 

Que la Santísima Virgen María, sea para nosotros el modelo para permanecer  junto a la cruz, al grado de poder suplicarle: “¡Virgen de vírgenes santas! Haz que su cruz me enamore y que en ella viva y more de mi fe y amor indicio” (cf. Stabat Mater dolorosa). Amén”.

 

Al término de la celebración el Pastor Diocesano, felicito a los seminaristas, se tomaron la foto del recuerdo y posteriormente  participaron de una convivencia fraterna con sus familiares.