Santa iglesia catedral, ciudad episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., a 28 de abril de 2016.
Año de la Misericordia – Año de evaluación y programación del PDP
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Excelentísimos señores obispos,
muy estimados hermanos presbiterios,
muy Ilustre Sr. Cango. Don José Guadalupe Martínez Osornio,
queridos miembros de la vida consagrada,
hermanos y hermanos todos en el Señor:
1. Envueltos por el gozo que suscita en la vida de la Iglesia la gran fiesta de la Pascua durante estos 50 días, esta noche nos hemos reunido para ofrecer a Dios nuestra copiosa acción de gracias por el gran don del ministerio sacerdotal en la vida de nuestro querido P. José Guadalupe Martínez Osornio. Acontecimiento que nos motiva para hacer nuestras las palabras del salmo 95 que acabamos de cantar: “Cantemos al Señor un canto nuevo, que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo” (v. 1), pues sin duda que ante el misterio tan grande del sacerdocio, hablar no es suficiente. Es preciso cantar, es decir, abrir el corazón y dejar que éste exprese lo inefable. Cantar que Jesucristo, el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza se entregó para que tuviésemos un Sumo Sacerdote que entrara en el santuario y ofreciéndose a sí mismo como Víctima perfecta, y nos reconciliara con el Padre. Cantar que Jesucristo ha querido perpetuar su sacerdocio en la vida de la Iglesia, eligiendo a algunos de entre los hermanos y haciéndoles participes de su vida y de su misión.
2. Necesitamos cantar el sacerdocio de Cristo, especialmente cuando nos damos cuenta que es necesario que, mediante el ministerio y la vida de los sacerdotes, el mensaje del amor de Cristo inunde el corazón y la vida de tantos y tantos hombres que buscan encontrarse con Dios para vivir la vida en plenitud. El sacerdote es el elegido de entre los hombres, el sacerdote sigue siendo uno de ellos y está llamado a servirles entregándoles la vida de Dios. “Es él —como decía el Santo Cura de Ars— quien continúa la obra de la redención en la tierra” (“Le curé d’Ars. Pensées, ed. Desclée de Brouwer, p. 98). El sacerdote, cada vez que celebra la Santa Misa nos invita a levantar los corazones en alto y cantar que el amor de Dios está vivo, dando gracias por tantos beneficios de su misericordia. El sacerdote, cada vez que celebra la Reconciliación nos invita a cantar que la misericordia del Señor es eterna. El sacerdote, cada vez que nos unge en los momentos de enfermedad o de la agonía, nos invita a cantar que sólo en el Señor está nuestra esperanza. Queridos hermanos: cantemos al Señor un canto nuevo, pues en verdad ha hecho y sigue haciendo maravillas entre nosotros.
3. El mismo salmo 95 más adelante nos sugiere “Proclamemos su amor día tras día” (v. 2), es decir, anunciemos todos los días de nuestra vida, que Dios nos ama y que su amor dura toda la vida, generación tras generación. Sólo así podremos cooperar eficazmente al misterioso “designio del Padre”, que consiste en “hacer de Cristo el corazón del mundo”. Designio que se realiza en la historia en la medida en que Jesús se convierte en el Corazón de los corazones humanos, comenzando por aquellos que están llamados a estar más cerca de él, precisamente los sacerdotes. La Iglesia necesita sacerdotes santos; ministros que ayuden a los fieles a experimentar el amor misericordioso del Señor y sean sus testigos convencidos. Este es precisamente uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. El sacerdote, ciertamente hombre de la Palabra divina y de lo sagrado, debe ser hoy más que nunca hombre de alegría y de esperanza. A los hombres que ya no pueden concebir que Dios sea Amor puro él dirá siempre que la vida vale la pena vivirla, y que Cristo le da todo su sentido porque ama a los hombres, a todos los hombres.
4. Más adelante el salmo ha dicho: “Caigamos en su templo de rodillas” (v. 9), al celebrar esta acción de gracias, el salmo nos sugiere la acción más noble que los hijos de Dios podemos hacer ante su presencia: arrodillarnos (proskynesis), es decir, orar por nuestros sacerdotes, orar por la vida y el ministerio de quienes nos han enseñado el santo temor de Dios. Orar por los sacerdotes es la mejor manera de entender que es ahí donde se gesta la fuerza y el sustento espiritual de quienes nos guían y nos conducen a Dios. Es ahí donde cada sacerdote de rodillas ante el Sagrario, fragua una vida apostólica y misionera.
5. Queridos hermanos: Cantar, proclamar, adorar son tres acciones que hoy día nos ayudan a perfectamente a unirnos a la acción de gracias por el sacerdocio en la vida de nuestra Iglesia. Tres acciones que nos ayudan a entender que efectivamente vale la pena ser sacerdote. Ojala que sean para nosotros un compromiso que ayude especialmente en la promoción vocacional entre los jóvenes y los niños. Aquí están tres líneas de acción muy específicas en orden a la promoción vocacional.
6. Mons. José Guadalupe, sin duda que estas tres acciones: cantar, proclamar y adorar son tres acciones que han estado de manera transversal en su vida ministerial a lo largo de estos 50 años. Desde aquella mañana del 26 de marzo de 1966, en la cual el Excmo. Sr. Obispo Don Alfonso Toriz Cobián, le imponía las manos y le ungía como sacerdote de Jesucristo. Iniciando así un itinerario centrado en mostrar los misterios de Dios en la vida y en la persona de numerosos fieles. Compartiendo su fe en algunas parroquias como en San Miguel Arcángel en San Miguel Palmas, la Purísima Concepción en Hércules, Santiago en el centro de la ciudad, y ahora aquí en la santa Iglesia Catedral; además, ayudando a los seminaristas a formarse como mistagogos, especialmente en las clases de Sagrada Liturgia en el Seminario; también, colaborando de cerca con diferentes obispos mediante su consejo pastoral en los diferentes órganos de gobierno eclesiástico, sea a nivel diocesano aquí en Querétaro, como a nivel de la Conferencia del Episcopado Mexicano, durante tanto tiempo en la Comisión de Pastoral Litúrgica. Sin duda que su consejo ha marcado y dejado una huella profunda que debemos conservar quienes aún somos pequeños y vamos en este camino de la vida ministerial.
7. Gracias Monseñor, por ser un sacerdote alegre, entusiasta, espontaneo, pero sobre todo por ser un sacerdote con un testimonio creíble del amor de Dios. Siga siendo para nosotros el maestro que nos oriente para ahondar en el misterio pascual de Cristo. Siga siendo un sacerdote entregado y solícito a lo que a Iglesia le ha ido pidiendo por medio de sus legítimos superiores. Siga siendo un sacerdote que ame la hermosa vocación con la cual es Señor le ha distinguido. ¡Muchas felicidades Monseñor, que el Señor lo conserve muchos años más en la fidelidad, en la salud y en la alegría espiritual!
8. Que la Bienaventurada Virgen María nos ayude a cantar junto con Usted el Magníficat como acción de gracias por las maravillas en su persona y en la de tantos fieles, a lo largo de estos 50 años de vida sacerdotal y que el ejemplo de Ella, como misionera, nos inspire los caminos para seguir siendo proclamadores del amor de Dios en medio del mundo, especialmente haciendo de nuestra vida, una perenne adoración del misterio que llevó en sus entrañas y nos dio como Salvador. Amén.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro