Estimado Sr. Cura. Pbro. Adrián Muñoz Arvizu Muy apreciados jóvenes y niños, Hermanos y hermanas todos en el Señor:
1. Me complace mucho poder estar con ustedes en este día y poder celebrar juntos el 50° Aniversario de la Erección Canónica de esta parroquia, que bajo el patrocinio del Inmaculado Corazón de María, peregrina con fe y esperanza hacia la casa definitiva que Dios nos tiene preparada en la morada celeste. Les saludo a cada uno de ustedes en el Señor, con la firme esperanza que la fe en Cristo inunde su vida y fortalezca cada día sus trabajos y quehaceres cotidianos. Saludo muy especialmente al Sr. Cura el Pbro. Adrián Muñoz Arvizu, quien con generosidad y entrega cuida de ustedes, fomentando el amor a Dios y a la Santísima Virgen María. Saludo al Consejo Parroquial de Pastoral, quien en comunión y en representación de cada uno de los 6 sectores y de las 35 comunidades que integran esta parroquia, velan para que la fe y el anuncio del evangelio sea una realidad palpable entre ustedes.
2. En este día tan especial para esta comunidad, quisiera invitarles en primer lugar a “darle gracias a Dios por la oportunidad de ser y formar parte de la familia de los hijos de Dios”, mediante el regalo de la fe, que nuestros padres y padrinos han pedido a la Iglesia por medio del bautismo. Pues gracias a este regalo cada uno de nosotros hemos podido conocer el amor de Dios. “En la fe, don de Dios, virtud sobrenatural infusa por él, reconocemos que se nos ha dado un gran Amor, que se nos ha dirigido una Palabra buena, y que, si acogemos esta Palabra, que es Jesucristo, Palabra encarnada, el Espíritu Santo nos transforma, ilumina nuestro camino hacia el futuro, y da alas a nuestra esperanza para recorrerlo con alegría” (Lumen Fidei, 7). Además, por la fe se nos da la vida nueva en Cristo que nos abre un espacio nuevo a la experiencia humana, en el que podemos entrar. (cf. Lumen fidei, 18). Esta es la grandeza de poder celebrar este aniversario, porque gracias a la Parroquia, durante estos 50 años, la vida de las comunidades y de las familias dispersas en estas montañas, han tenido la oportunidad de recibir la fe, de transmitirla y de celebrarla en la comunidad.
3. En segundo lugar quiero invitarles a “tomar conciencia de la importancia y el papel que cada uno de ustedes tiene y representa en la vida de la parroquia”. Para ello, es importante ser conscientes que la parroquia no es el edificio material, sino que la conformamos cada uno de los bautizados. A propósito, quiero felicitarles por todo este esfuerzo que han puesto en reconstruir este edificio material, que representa y es figura de los que cada uno somos por el bautismo. Si ustedes se dieron cuenta, para poder realizar todos estos trabajos, fue necesaria la participación de muchas manos, de muchas personas, de mucho tiempo y de muchos recursos. Hoy, quiero animarles a que así como se han sumado a esta hermosa tarea, se comprometan a formar el edificio espiritual en el corazón de cada familia, de cada hogar, de cada comunidad. Es necesario asumir las palabras de Jesús en el evangelio que hemos escuchado en esta mañana “he venido a traer fuego a la tierra ¡y cuanto desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12, 49). Aunque parecen contrarias a lo que Dios quiere, las hemos de interpretar sabiendo que Jesús ha venido a transformar la realidad con el anuncio de su Palabra y de su Evangelio. “Su pasión, muerte y resurrección posibilita la superación del pecado y la vida nueva para toda la humanidad” (DA, 102). “Ante una vida sin sentido, Jesús nos revela la vida íntima de Dios en su misterio más elevado, la comunión trinitaria. Ante la desesperanza de un mundo sin Dios, que sólo ve en la muerte el término definitivo de la existencia, Jesús nos ofrece la resurrección y la vida eterna en la que Dios será todo en todos (cf. 1Cor 15, 28). Ante la idolatría de los bienes terrenales, Jesús presenta la vida en Dios como valor supremo” (DA, 110). “Ante las estructuras de muerte, Jesús hace presente la vida plena. “Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud” (Jn 10, 10)” (DA 113).
4. Queridos hermanos y hermanas, desde el 15 de agosto de 1963, con el P. Fidel Mora Hurtado, como primer párroco de esta parroquia, numerosos sacerdotes y catequistas, se han dedicado a promover el evangelio en estas tierras; hoy, es necesario que ante el desafío de nuestro mundo, nos sumemos a la tarea de la Nueva Evangelización, es decir, en necesario que la Parroquia sea de verdad un espacio de la Iniciación Cristiana, de la educación y celebración de la fe, abierta a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizada de modo comunitario y responsable, integradora de movimientos de apostolado ya existentes, atenta a la diversidad cultural de sus habitantes, abierta a los proyectos pastorales y supraparroquiales y a las realidades circundantes (DA, 171); necesitamos que cada uno de nosotros tome conciencia de su ser de discípulo y misionero, cultivando la formación comunitaria especialmente en la parroquia. Con diversas celebraciones e iniciativas, especialmente con la Eucaristía dominical, que es “momento privilegiado del encuentro de las comunidades con el Señor resucitado”, debemos experimentar la parroquia como una familia en la fe y la caridad, en la que mutuamente nos acompañemos y ayudemos en el seguimiento de Cristo. Es importante, urgente y necesario que esta parroquia se convierta en un “centro de irradiación misionera” en la que cada uno de los fieles tenga una experiencia concreta de Cristo y de su Iglesia. Por el contrario, estaremos destinados a no responder a los desafíos de las exigencias culturales y sociales (cf. DA, 305).
5. En tercer lugar quiero invitarles a “mirar hacia el futuro con la mirada puesta en Cristo”, pues como nos ha dicho el Papa Francisco recientemente “La transmisión de la fe, que brilla para todos los hombres en todo lugar, pasa también por las coordenadas temporales, de generación en generación” (Lumen fidei, 38) de manera que tomando conciencia de la hermosura de la fe, nos decidamos a trasmitirla a las futuras generaciones. Hemos de hacerlo con la conciencia de que no hay nada más hermoso y más bello, que anunciarle a otro el mensaje del amor de Dios, de su palabra y se du vida. es necesario que las jóvenes generaciones conozcan a Dios, conozcan y profundicen en su fe mediante el estudio de la doctrina cristiana, no podemos pensar que educar en la fe se reduce a impulsar a los niños al bautismo, la confirmación y la primera comunión y con eso ya cumplimos y ya terminamos. Necesitamos que los padres de familia se sumen a los esfuerzos por reforzar el proceso de la Iniciación Cristiana, para ayudar a madurar con la acción educadora de nutras comunidades la fe de los niños y de los jóvenes en procesos de formación.
6. Hay que educar al pueblo en la lectura y la meditación de la Palabra: que ella se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vea que las palabras de Jesús son espíritu y vida (cf. Jn 6,63). De lo contrario, ¿cómo van a anunciar un mensaje cuyo contenido y espíritu no conocen a fondo? Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios (cf. DA, 248). Además es necesario tomar conciencia cada vez más de la gran importancia del precepto dominical, del “vivir según el domingo”, como una necesidad interior del creyente, de la familia cristiana, de la comunidad parroquial. Sin una participación activa en la celebración eucarística dominical y en las fiestas de precepto no habrá un discípulo misionero maduro (cf. DA, 253).
7. Con estas tres ideas, queridos hermanos y hermanas, considero que podemos recomenzar desde Cristo una nueva etapa en la historia de esta parroquia. Valoro los esfuerzos que se hacen por hacer efectivo el Plan Diocesano de Pastoral y la Misión Intensiva que como Diócesis nos hemos propuesto. Reitero mi agradecimiento y mi felicitación al P. Adrián y al comité pro construcción del Templo por todos sus esfuerzos a fin de embellecer esta hermoso templo parroquial.
8. La Santísima Virgen María con su corazón sabio y dócil, dispuesto siempre a agradar al Señor; con su corazón nuevo y humilde, para grabar en él la Ley de la nueva Alianza; con su corazón sencillo y limpio, que la hizo digna de concebir virginalmente y la capacitó para contemplarte eternamente, nos obtenga de Dios un corazón firme y dispuesto, para que sumisos siempre a los mandatos del evangelio, amemos a Dios sobre todas las cosas y ayudemos a los hermanos en sus necesidades. Amén.
† Faustino Armendáriz Jiménez. Obispo de Querétaro