Homilía en la Misa de la 125 Peregrinación de Querétaro al Tepeyac

Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, México, D.F., 26 de julio de 2015

Año de la Vida Consagrada – Año de la Pastoral de la Comunicación Social

 

Queridos hermanos peregrinos,

hermanos y hermanas todos en el Señor:

 

1. Con el corazón alegre y lleno de esperanza hemos llegado hasta los pies de Nuestra Señora de Guadalupe, después de haber peregrinado desde nuestra amada Diócesis de Querétaro, hasta la ‘Casita del Tepeyac’, donde con amor de Madre la Señora del Cielo, nos acoge y nos recibe como sus hijos. Cada uno de nosotros durante estos días, hemos vivido numerosas experiencias, fortaleciendo su fe, dialogando con Dios mediante la oración, confesando los propios pecados y reconciliándonos con Dios, alimentándonos de la Eucaristía y sobre todo experimentando la alegría de vivir la comunidad y la fraternidad. Estos días, hemos caminado como peregrinos misioneros comunicando la alegría del evangelio. Conscientes que esta es la identidad de nosotros los bautizados y que hemos de prolongar a lo largo de la peregrinación de nuestra vida. Nos alegra el saber que ese año celebros ya el aniversario 125 de esta gran experiencia de fe. Que el Señor nos siga motivando para que san muchos años más los que con su gracia podamos venir a refrendar nuestra devoción a la Santísima Virgen María.

2. Esta tarde de domingo celebramos esta acción de gracias poniendo todas nuestras intenciones y necesidades, en las manos de Dios, a través de la Santísima Virgen María, con la esperanza que el Señor nos escuche y, si es su voluntad, atienda a nuestras súplicas; especialmente deseamos y anhelamos que sacie nuestra hambre y satisfaga los deseos más profundos de nuestro corazón. La palabra de Dios nos anima y nos alienta para que reconozcamos a Jesús como el verdadero pan que ha bajado del cielo. Así lo hemos escuchado en el Evangelio de este domingo y que significa la primera parte de así llamado “Discurso del pan de vida” y que escucharemos en los próximos cinco domingos.

3. El texto comienza diciendo que Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea, pues lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos y prodigios que él hacía. Además estaba cerca la fiesta de la Pascua. Jesús aprovecha este contexto, para dar una gran enseñanza a sus discípulos sobre la urgencia y el compromiso que tiene de alimentarles y saciar su hambre. No hay alma que no interese a Cristo. Consciente de su misión y sabiendo lo que quería hacer, pregunta a Felipe para ponerlo a prueba: “¿Cómo compraremos pan para que coman estos?” (v.5a). La ingenuidad de Felipe y su astucia para los negocios, le lleva a responder: “Ni doscientos denarios de pan bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan” (v.7), es decir, Felipe no ha entendido lo que Jesús necesita, lo que Jesús quiere hacer. Felipe no ha entendido que Jesús es el nuevo Moisés que viene para saciar al pueblo numeroso y hambriento. Queridos hermanos peregrinos, esto nos enseña que no por el hecho de ser discípulos de Jesús, entendemos y comprendemos qué cosa es lo que él quiere hacer. Necesitamos sintonizar con su pensamiento, con su misión y con su visión de pastor. Necesitamos profundizar en su palabra y en su misterio. Los cálculos humanos superan la gratuidad del Señor. El Señor conoce perfectamente su plan de salvación.

4. Volviendo al texto evangélico escuchamos como otro de los discípulos, Andrés el hermano de Simón, al conocer la realidad de la gente, sabe que entre la muchedumbre hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. Pero también dudoso de su fe se pregunta: “Pero, ¿qué es eso para tata gente? Jesús le respondió “Dígale a la gente que se siente” (v.10). “Y tomando los cinco panes de cebada y los dos pescados y, después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer”. Los ‘panes de cebada’ son la comida del pobre, del esclavo, de los animales.  Jesús realiza un milagro, un milagro que no se realiza a partir de la nada. Jesús se vale de la ‘modesta’ e insignificante aportación de un “muchacho”, es decir, de alguien que además de ser un muchacho es pobre, pues lo que traía consigo era panes de cebada y pescados, la comida de los pobres.

5. Queridos peregrinos, ¿qué nos enseña esto? Esto nos enseña que Jesús se vale de nuestra pobreza de nuestra miseria para satisfacer el hambre y la necesidad de los que lo siguen. Lo importante es que cada uno ponga su persona en las manos de Jesús: Dios es capaz de multiplicar nuestro pequeño gesto de amor y hacernos partícipes de su don. Jesús nos enseña que hoy, ante la cultura del descarte —como señal el Papa Francisco— los pobres tienen mucho que darnos y que enseñarnos. Ellos con lo poco que tienen, luchando con sus dificultades, a menudo dan testimonio de lo esencial, de los valores familiares; son capaces de compartir con aquellos que son más pobres que ellos y lo saben disfrutar … La indiferencia y el egoísmo están al acecho. Hoy, el muchacho del evangelio, podemos ser cada uno de nosotros. Puede ser un enfermo que tienes en casa. Hoy, el muchacho del evangelio es la familia entre hombre y mujer que nos ofrece los cinco panes de cebada y los dos pescados. Cuáles son estos cinco panes y estos dos pescados. Los cinco panes son: el don de la paternidad, la educación, la libertad, la fraternidad, el amor, y los dos pescados son el don de la fe y la paz.  Quizá como el Apóstol San Andrés, hoy más de alguna de ustedes piense: “¿Qué es eso para tanta gente?” La respuesta nos la da el Señor. Si pones tus cinco panes y tus dos pescados en las manos de Jesús, él los bendecirá y con ellos podrán comer las nuevas generaciones hasta saciarse. Es decir, hasta llegar la plenitud de  la vida.

6. Con estos cinco panes de cebada y dos pescados estaremos en grado de hacer frente a la “cultura del descarte” que tanto nos ha señalado el Papa: “La persona humana está en peligro: esto es cierto, la persona humana hoy está en peligro; ¡he aquí la urgencia de la ecología humana! Y el peligro es grave porque la causa del problema no es superficial, sino profunda: no es sólo una cuestión de economía, sino de ética y de antropología. La Iglesia lo ha subrayado varias veces; y muchos dicen: sí, es justo, es verdad… Pero el sistema sigue como antes, pues lo que domina son las dinámicas de una economía y de unas finanzas carentes de ética. Lo que manda hoy no es el hombre: es el dinero, el dinero; la moneda manda. Y la tarea de custodiar la tierra, Dios Nuestro Padre la ha dado no al dinero, sino a nosotros: a los hombres y a las mujeres, ¡nosotros tenemos este deber! En cambio hombres y mujeres son sacrificados a los ídolos del beneficio y del consumo: es la «cultura del descarte».” (cf. Francisco, Audiencia general, 05 de junio de 2013).

7. La Iglesia confía en cada uno de ustedes queridos peregrinos, ustedes con su testimonio pueden saciar el hambre espiritual de tantos, especialmente niños y jóvenes que viven sin ganas de vivir; con su caridad pueden colaborar para que de manera organizada hagamos frente a la pobreza de tantos que sufren. “No podemos permanecer pasivos ante ciertos procesos de globalización que con frecuencia hacen crecer desmesuradamente en todo el mundo la diferencia entre ricos y pobres. Debemos denunciar a quien derrocha las riquezas de la tierra, provocando desigualdades que claman al cielo (cf. St 5,4)” (cf. Caritas in veritate, 90). El alimento de la verdad nos impulsa a denunciar las situaciones indignas del hombre, en las que a causa de la injusticia y la explotación se muere por falta de comida, y nos da nueva fuerza y ánimo para trabajar sin descanso en la construcción de la civilización del amor. Los cristianos han procurado desde el principio compartir sus bienes (cf. Hch 4,32) y ayudar a los pobres (cf. Rm 15,26).

8. Que al regresar cada uno de ustedes a sus hogares, a sus trabajos, a sus lugares de profesión a su oficina. Regresen con la conciencia que el Señor les necesita. Que con sus cinco panes de cebada y sus dos pescados, Jesús sea capaz de saciar el hambre de muchos en este tiempo. No duden en dejar que Cristo tome tu vida en sus manos, los santificarte y les mediante sus buenas obras, alimento para los demás.

9. Que el ejemplo de Santa María de Guadalupe, que supo ser la Esclava del Señor, les inspire caminos para llevar a Cristo, verdadero pan del cielo, a los demás hermanos que sufren. Que regresen a sus hogares, llevando en su corazón la alegría del evangelio. Un saludo a sus familiares, a sus hijos, a todas las personas queridas por ustedes. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de  Querétaro