Estimados hermanos sacerdotes, muy queridos hermanos peregrinos, hermanos y hermanas todos en el Señor:
1. Les saludo a todos ustedes con grande alegría en el Señor Jesucristo, en este hermoso lugar que sintetiza y representa el ícono de nuestra fe, de nuestra nación y de nuestra identidad, pues el acontecimiento de María de Guadalupe es un elemento esencial para entender el origen y desarrollo de la Nación Mexicana a través de la historia. Saludo de manera particular al P. Javier Bocanegra Morales, Director Espiritual de esta peregrinación a quien agradezco su empeño y generosidad al dirigir esta porción del pueblo de Dios. Saludo y agradezco a la directiva todos sus esfuerzos por hacer de este peregrinar un lugar privilegiado de encuentro con Dios y de purificación espiritual. Me dirijo de manera muy especial a todos ustedes peregrinos, les felicito por esta oportunidad que se dan de vivir y caminar esta 122ª peregrinación hasta este lugar, reconozco y valoro todos los esfuerzos que representa, sin embargo les animo y les exhorto a que no sea únicamente un evento en su vida sino un acontecimiento que les impulse a crecer en un itinerario durante toda la peregrinación de su vida. Ojalá cada año, cada peregrinación en este retiro espiritual en el camino, mucho cambie en tu vida.
2. Al Escuchar la Palabra de Dios en este domingo, día en que como cristianos nos reunimos para dar gracias a Dios por todos sus beneficios recibidos, hemos escuchado un trozo del evangelio de Marcos (Mc 6-713), que marca una etapa diferente en el camino de Jesús hacia Jerusalén, nos manifiesta de manera extraordinaria el ser y quehacer del discípulo-misionero que tiene como objetivo continuar con la misión de Jesús. A la proclamación del Reino de Dios no se procede casualmente. Hay una «institución», una organización que pone en movimiento y planifica el anuncio de la gran noticia. En este pasaje el evangelista nos presenta con mucha agudeza una de las partes más esenciales de la eclesiología del Nuevo Testamento.
3. Este evangelio queridos hermanos, nos refiere detalles que no podemos perder de vista. En primer lugar está el envío, la misión. Se va a predicar porque ha sido Jesús el que envía: no se va a ofrecer una opinión propia o un descubrimiento propio. El evangelista es coherente consigo mismo. El envío implica el anuncio de una gran noticia, la cual posee ciertamente un contenido intelectual, pero consiste principalmente en la praxis: «y les había dado autoridad sobre los espíritus impuros» (cf. Mc 6, 7). La gran noticia no es solamente o principalmente una interpretación del mundo o de la historia; es, sobre todo, una indicación de transformación de este mundo y de esta historia, que desde el primer momento están sometidos a la acción benéfica del Evangelio, que, por lo tanto, puede concebirse como una dinámica desalienante. Hablar de «espíritus impuros» o de «alienaciones» es fundamentalmente la misma cosa: se trata de todo lo que amenaza al hombre desde fuera y no le permite realizarse como ser humano.
4. En segundo lugar, observamos que los discípulos son enviados «de dos en dos»: se trata de la comunidad, de la colectividad. El anuncio se lleva adelante siempre en forma comunitaria; por lo tanto, hay que crear una plataforma colectiva, una especie de estación de lanzamiento, desde donde se pueda hacer escuchar este «kerygma», esta gran noticia. Es sorprendente la insistencia en condenar, de la forma más absoluta, el triunfalismo de la misión: los discípulos tenían que llevar consigo solamente lo estrictamente necesario. La misión se prepara, sí, pero no más de la cuenta. El acento no se pone principalmente sobre la pobreza de los misioneros, cuanto sobre la pobreza de la misión. La misión es solamente esto: un «envío» de Jesús, un ser enviados por aquél que es el único responsable de su éxito. El misionero cristiano no debe apartarse mucho de la descripción que el apóstol Pablo hace de su propia actividad, escribiendo a los Corintios (1Cor 02, 1-5): su presentación a la comunidad se hizo dentro de un marco de complejo de inferioridad y de máximo respeto a las opciones de los misionados. Instrucciones antitriunfalistas son, sin duda, tanto la de no cambiar de residencia como la de no insistir con los que no aceptan la predicación.
Efectivamente, por un lado hay el peligro de presentarse como persona importante, aceptando en consecuencia una mejor hospitalidad, ofrecida en función del orgullo y de la vanidad. Por otra parte, hay el peligro también de no respetar la libertad humana, incluso cuando quiere oponerse al designio benéfico de Dios. La gran noticia sólo podrá ser ofrecida, jamás impuesta. Este deberá ser el código inicial de toda misión eclesial. Una iglesia que va buscando excesivos medios para instalarse, con el pretexto de la utilidad y eficacia de estos medios, es una iglesia que se ha debilitado en su fe. Pronto terminará por someter la fe a los intereses culturales, políticos y económicos, en los que fatalmente se ve envuelta en el gran tinglado de su «misión». La pobreza de los misioneros es esencial; pero mucho más lo es la pobreza de la misión misma.
5. Hermanos, hay finalmente un tercer aspecto que no es posible olvidar: la atmósfera «dramática» de la misión. Quizás sea ésta la nota dominante de todo el capítulo. Está la dramaticidad de la repulsa y la dramaticidad de la contradicción. Dos sufrimientos que el discípulo tiene que arrastrar con valentía. La repulsa está ya prevista la palabra de Dios es eficaz, pero a su modo. El discípulo tiene que proclamar el mensaje y jugárselo todo en él. Pero tiene que dejar en manos de Dios el resultado. Al discípulo se le ha confiado una tarea, pero no se le ha garantizado el resultado. La otra dramaticidad, la de la contradicción, todavía es más interior a la naturaleza misma de la misión. El anuncio del discípulo no es una instrucción teórica, sino una palabra que actúa, en la que se hace presente el poder de Dios, una palabra que compromete y frente a la cual es preciso tomar una postura. Por tanto, es una palabra que sacude, que suscita contradicciones, que parece llevar la división en donde había paz, el desorden en donde había
tranquilidad. La misión es, como dice Marcos, una lucha contra el maligno; donde llega la palabra del discípulo, Satanás no tiene más remedio que manifestarse, tienen que salir a la luz el pecado, la injusticia, la ambición; hay que contar con la oposición y con la resistencia. Por eso el discípulo no es únicamente un maestro que enseña, sino un testigo que se compromete en la lucha contra Satanás de parte de la verdad, de la libertad y del amor.
6. Hermanos peregrinos: También hoy nosotros hemos sido llamados a conocer al Señor y a ser testigos de su resurrección en todos los rincones de la tierra, con el fin de «dirigir la mirada del hombre, orientar la conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo, ayudar a todos los hombres a tener familiaridad con la profundidad de la Redención, que se realiza en Cristo Jesús». Llevar a todos al encuentro con Jesucristo, su Salvador y Redentor para llenarse de la fuerza de su Espíritu, es el «cometido fundamental» de la Iglesia. Realidad que nos exige hacernos diferentes preguntas como: ¿Hasta dónde somos una Iglesia que da testimonio, con la vida y la palabra, de la Resurrección del Señor? ¿Cómo anunciar a Jesucristo a todas las personas en todos los ambientes donde se encuentran? ¿Cómo convertirnos a Él de todo corazón e invitar a una conversión permanente, personal, comunitaria y socialmente? ¿Cómo celebrarlo como la fuente y el culmen de toda nuestra vida y santificarnos en todo? ¿Cómo vivir su amor entre nosotros y entregar la vida por el prójimo a la manera que Él nos ha amado hasta la muerte? ¿Cómo descubrirlo en los rostros de todos, y servirlo especialmente en los más pobres?
7.Ante estas interrogante la respuesta contundente queridos hermanos y hermanas es la misión que prolonga el encuentro, autentifica la conversión, incrementa la comunión y hace efectiva la solidaridad con todos los hombres. Desde sus inicios, la Iglesia lleva en su corazón el mandato
misionero, consciente de ser depositaria y portadora de la salvación realizada por Jesucristo a favor de todos. Ni ella puede reusar su misión ni los hombres rechazar sin consecuencias su anuncio (cf. Mc 16, 16). La misión es obediencia a Dios. Por eso, la Iglesia requiere y exige la
libertad religiosa para predicar el Evangelio, y los hombres la necesitan para responder con la fe. En esto la regla apostólica ha sido siempre «obedecer a Dios antes que a los hombres» (cf. Hch 5, 29). Los mexicanos católicos damos infinitas gracias a Dios por el don de la fe, recibida de los misioneros, fortalecida y anunciada sin descanso por los obispos, presbíteros, consagrados y consagradas, evangelizadores y catequistas, e inculturada por la presencia y mensaje de Santa María de Guadalupe. El don de la fe es un regalo de Dios, pero también es compromiso evangelizador y misionero, porque la fe se fortalece dándola. La Iglesia en México asume este compromiso misionero y cada día quiere hacerlo con mayor eficacia y con mayor generosidad.
8. Quiero invitarles a unirse con empeño y dedicación al proyecto misionero que nuestra diócesis ha emprendido para prepararse a celebrar los 150 años de fundación. El proyecto de la Misión Continental Intensiva es un proyecto que requiere de cada uno de nosotros. No se puede ser verdadero discípulo del Señor, sin anunciar el nombre de Jesús, dando razón de nuestra esperanza, siendo testigos de su resurrección. Hablando de lo que hemos visto y oído. No evangelizar no es solo un pecado de omisión; ni siquiera una gran omisión, sino la traición a Aquel que confió en nosotros. Cristianos, católicos y discípulos, hemos sido enviados a trabajar en la Viña del Señor. Nuestra verdadera respuesta no es que lo digamos, sino que lo hagamos. Por lo tanto, si no obedecemos la orden de evangelizar no seremos reconocidos como discípulos del Señor.
9. El Papa Benedicto XVI ha convocado la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre de 2012 en Roma, sobre el tema de La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Será una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe. Además el año 2013 será un año completamente dedicado a celebrar el año de la fe, coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II, de manera que acojamos esta invitación para vivir una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo.
10. Pidamos a la Virgen María de Guadalupe, la Estrella de la Nueva Evangelización, interceda por cada uno de nosotros, pongamos en ella aquellas cosas que más nos angustian y nos hacen perder la paz, de manera que con la Luz que nace de su vientre, Jesucristo, cada uno de nosotros nos veamos iluminados; que nuestras familias nunca pierdan de vista el rumbo de la fe, que nuestros jóvenes vean en él, el sentido de su vida y la razón de sus aspiraciones. Y que todos nuestros niños y enfermos, expuestos muchos de ellos a la pobreza y al sufrimiento, encuentre en él, cobijo y consuelo. Santa María de Guadalupe, salva nuestra patria y conserva nuestra fe. Amén.
† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro