“El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña” (Mt 13, 24-26)
Saludo afectuosamente a todos los presente en esta celebración. A los hermanos peregrinos de la Diócesis de Querétaro. Es un momento emotivo estar en la casa de nuestra Señora de Guadalupe, desde donde nos sigue diciendo que nos protege maternalmente, que somos sus hijos y que estamos por ventura bajo sus ojos y regazo.
Llegar al Tepeyac nos invita a escuchar los consejos maternales de María: “Hagan lo que él les diga” (Jn 2, 5). Por eso, caminamos jubilosos para escuchar, para comprometernos a cumplir la voluntad de Dios. No es camino fácil, pero es seguro, porque Dios camina con nosotros. Como lo ha hecho con ustedes hermanos peregrinos durante estos quince días.
La peregrinación ha sido figura del caminar de la Iglesia hacia la meta que es Cristo, el camino, la verdad y la vida, nos ha indicado.
La Iglesia que es peregrina, reconoce que tiene una misión permanente, la de construir el Reino de Dios, construir la justicia y la paz, construir y fortalecer la cultura de la vida y de la familia. Construir espacios de diálogo, de entusiasmar con la fe. La Iglesia no puede descansar de su misión de anunciar a Cristo.
Esta misión no es fácil, por eso, queremos renovar nuestro compromiso hecho desde nuestro bautismo de ser verdaderos cristianos e hijos de Dios. Es un compromiso que los obispos, en el documento de Aparecida, hemos retomado y que sigue resonando la invitación hecha:“Convocamos a todos nuestros hermanos y hermanas, para que, unidos, con entusiasmo realicemos la Gran Misión Continental. Será un nuevo Pentecostés que nos impulse a ir, de manera especial, en búsqueda de los católicos alejados y de los que poco o nada conocen a Jesucristo, para que formemos con alegría la comunidad de amor de nuestro Padre Dios que debe llegar a todos, ser permanente y profunda” (Mensaje final de la V Conferencia General).
Esta misión nos está poniendo en movimiento, porque ahora, una vez más se trata de ir en búsqueda, y no quedarnos solo esperando. Ya Cristo nos lo dijo: El buen pastor va en busca de la oveja perdida (cfr. Lc 15, 4ss).
De esto se trata nuestra misión; de buscar al que se ha perdido en un mundo que ha hecho tantas propuestas que confunden y hunden en el abismo de la oscuridad. Es buscar a la oveja que se ha perdido en los vicios, que se ha dejado fascinar por caminos que conducen a la muerte. Que se ha dedicado a sembrar la cizaña en el campo de trigo bueno.
El entusiasmo que se nos pide debe ser de constante actitud de realizar la obra de Dios. No es un entusiasmo pasajero o una mera euforia. Es la presencia del Espíritu Santo quien dará consistencia a este entusiasmo. Solo así podrá ser permanente y profunda. La presencia del Espíritu Santo nos ayudará en nuestra debilidad, como hemos escuchado hoy en la carta a los Romanos.
Este compromiso misionero, tendrá que afrontar situaciones difíciles. Así los hemos escuchado en el fragmento del Evangelio de Mateo de este domingo. La cizaña también crece, el enemigo ha hecho lo suyo, ha sembrado un tipo de planta que obstruye el crecimiento y el fruto de la semilla buena.
El bien y el mal muchas veces han tenido que caminar juntos; aun cuando se pide en un arrebato de desesperación: “¿quieres que vayamos a arrancarla? Jesús nos vuelve a decir: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo, dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha”.
La Iglesia como profeta debe denunciar cuando se ve que la cizaña está creciendo. En ocasiones tiene que esperar para que no se vaya cortar con lo que es bueno. Debe discernir. Esta es una virtud necesaria en la misión, saber discernir con sabiduría lo que es de Dios y lo que no lo es. Los arrebatos imprudentes, pueden hacer perder mucho trigo bueno.
México, es un campo en el que se ha sembrado mucho trigo, mucha buena semilla; hay una gran riqueza, cultural e histórica; se perciben ambientes de verdadera fe y devoción; no podemos negar su fortalecimiento familiar, el entusiasmo juvenil e infantil; etc. Pero también, lamentablemente, se ha sembrado la cizaña, nos toca a cada uno, estar atentos, primero para que esta mala semilla no sea esparcida, no podemos estar pasivos o dormidos, o indiferentes con una actitud mediocre y conformista. Segundo para saber cómo erradicar este mal haciendo propuestas en bien de todos.
El bien que cada uno pueda aportar será muy benéfico; ya lo dice también el evangelio. Puede ser como esa pequeña semilla de mostaza que nadie se da cuenta cómo, pero llega a crecer y se convierte en un gran árbol donde anidan los pájaros. Así, por muy pequeño que se vea o parezca, el bien que hagamos debe fructificar. No pasa desapercibido.
Jesús hace alusión a una tercera parábola, la de levadura, que hace fermentar toda la masa. Nos lleva a preguntarnos ¿qué tipo de levadura somos? ¿Cómo hemos dejado que el cristianismo fermente a toda la masa? O más bien ¿nos hemos dejado fermentar por levaduras extrañas? La levadura de la inseguridad pareciera que quiere fermentar a toda la multitud, haciendo crecer el caos y el temor.
Los obispos hemos hecho referencia a esta preocupante situación en nuestra carta pastoral “Que en Cristo nuestra Paz, México tenga vida”: “En México, al igual que en varios países de América Latina y del Caribe, se está deteriorando, en la vida social, la convivencia armónica y pacífica. Esto sucede por el crecimiento de la violencia, que se manifiesta en robos, asaltos, secuestros, y lo que es más grave, en asesinatos que cada día destruyen más vidas humanas y llenan de dolor a las familias y a la sociedad entera. No se trata de hechos aislados o infrecuentes, sino de una situación que se ha vuelto habitual, estructural, que tiene distintas manifestaciones y en la que participan diversos agentes…”(10).
Sin embargo, no son los únicos elementos que nos preocupan, podemos darnos cuenta que: “Las actividades de la delincuencia organizada no son una novedad, tienen raíces hondas. Quizá antes no eran tan evidentes como lo son ahora por la cruel violencia que ejercen sobre muchas personas y sobre la sociedad. (13)
Hemos, tristemente, enumerado una serie de situaciones que van fermentando en la sociedad realidades funestas (el narcotráfico, la corrupción, la trata de personas, tráfico de armas, lavado de dinero, secuestro, feminicidios y todo tipo de crimen, etc cfr. nn 14-26). Por eso, sería mucho mejor que hubiera la levadura de la creatividad, del optimismo y de la fe, la que haga fermentar en el bien a todos, para que crezca un ambiente verdaderamente cristiano. Una levadura de responsabilidad social, económica, política y educativa. Estos elementos, podrían fermentar a la sociedad en progreso y desarrollo.
Esta palabra de Dios, queridos hermanos y hermanas, nos invita, pues a retomar nuestra vida delante de Dios; nos invita a un compromiso serio de fe y de vida cristiana. No podemos estar aletargados. Si Dios, pareciera que guarda silencio, no es porque esté de acuerdo con el mal, sino que deben crecer juntos para después saber separar. El libro de la Sabiduría nos ayuda a entender esto: “juzgas con misericordia y nos gobiernas con delicadeza, porque tienes el poder y lo usas cuando quieres. Con todo esto has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano, y has llenado a tus hijos de una dulce esperanza, ya que al pecador le das tiempo para que se arrepienta”. Hoy Santa María de Guadalupe nos dice: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5).
Es tiempo del cultivo, de evangelizar. Es tiempo de lanzar la semilla con la confianza de que es el Señor el que da el crecimiento.
¡Ánimo! Es hora de evangelizar. ¿Qué hora es?…
Gracias por este peregrinar unidos y testimoniar a una Iglesia caminando en unidad. Gracias por ser testimonio en dinamismo permanente de oración. Gracias por orar y apoyar a las familias. Gracias a todos por ser constructores de la Paz.
Que Nuestra Señora de Guadalupe, Madre de Dios por quien se vive, siga conduciendo el diario peregrinar de nuestra vida. Amén.
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro
Homilía en la Misa de Arribo de la 121ª Peregrinación a pie de Querétaro al Tepeyac en «El Bosque»
Ciudad de México, 17 de Julio de 2011