Queridos Jóvenes:
1. Me llena de gozo poder celebrar esta mañana la santa eucaristía con ustedes, en este Santuario de Nuestra Señora del Pueblito, donde la mirada de la Santísima Virgen María nos acoge como madre y como amiga. Les saludo con la alegría de saber que el Señor nos llama a cada uno a vivir la vida en plenitud. Saludo a mis hermanos sacerdotes aquí presentes. De modo muy especial saludo a cada uno de ustedes jóvenes, quienes han venido de diferentes partes de la República Mexicana, para vivir esta Ia Jornada Juvenil Franciscana, la cual busca ayudar a experimentar el don de la fe, desde el carisma franciscano y como una respuesta al ser cristiano de cada joven. Sean bienvenidos a esta ciudad que les acoge con los brazos abiertos.
2. Al celebrar esta Ia Jornada juvenil lo primero que viene a nuestra mente es la alegría de sentirnos “llamados” y ser parte de esta experiencia, pues el Señor se vale de muchos medios para mostrarnos el camino y poder tener una experiencia profunda de encuentro con su persona, con su mensaje y con su misión y, a partir de ello, cada quien pueda asumir un estilo de vida, capaz de garantizar en el corazón la plenitud del amor. Queridos Jóvenes, no se puede asumir ningún compromiso con Jesús, si antes no hemos sido objeto de su amor.
3. Esta llamada que Jesús nos hace se ha concretizado en cada uno de nosotros desde el día de nuestro bautismo, donde cada uno hemos recibido el don de la fe, que consiste en la vida en Cristo, “en el Amor pleno, en su poder eficaz, en su capacidad de transformar el mundo e iluminar el tiempo” (cf. Lumen fidei, 15). Por eso, hoy los quiero invitar a que tomemos conciencia de la importancia de ser bautizados. Ojalá que cada uno de nosotros sepamos con claridad la fecha en la cual fuimos bautizados y ese día lo celebremos con júbilo y con alegría, pues ahí ha iniciado nuestra experiencia de fe. Esta fe se nos ha dado como un don y un don, lo sabemos muy bien, es un regalo que se nos da quizá sin merecerlo. Lo importante es saber acogerlo y recibirlo con gratitud. Hoy día jóvenes, el desafío al que nos enfrentamos como sociedad y como Iglesia es muy contundente, muchos de nosotros vivimos sin fe y sin esperanza, porque no hemos tomado conciencia de la grandeza de este don en nuestra vida. El papa Francisco en su encíclica sobre la fe nos ha dicho: “Sólo abriéndonos a este origen y reconociéndolo, es posible ser transformados, dejando que la salvación obre en nosotros y haga fecunda la vida, llena de buenos frutos” (Lumen fidei, 19).
4. Por eso hoy que nos encontramos reunidos, uno de los frutos de este encuentro quiere ser el que tomemos esta conciencia, no por imposición sino por convicción, movidos por la certeza de ser en el mundo testigos del amor de Dios. Un amor que busca ser amado, una vida que busca ser vivida, una esperanza que busca ser colmada.
5. La palabra de Dios que ha sido proclamada en esta mañana nos enseña que María es la mujer que supo asumir la llamada de Dios de manera singular y extraordinaria, escuchando en el interior de su corazón el proyecto de salvación para ella y para la humanidad y del cual, ella formó parte en primer lugar como mujer de fe, porque le creyó a Dios y en segundo lugar porque asumió las consecuencias culturales y sociales a las que esta aceptación le llevaron. Sin embargo, Dios estuvo con ella y de este modo nos ofreció el fruto bendito de su vientre, Jesús.
6. Jóvenes así es Dios, así es su plan, se fija en cada uno de nosotros porque quiere hacer grandes cosas por nosotros en favor de la humanidad. Y hoy lo mejor que podemos hacer por los hombres es llevarles a Jesucristo. La clave del éxito será para cada uno de ustedes, que asuman el carisma franciscano con un corazón dócil, el cual consiste como dice la regla: “en cumplir el santo evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, en desapropio y en castidad” (cf. Escritos de San Francisco y de Santa Clara de Asís, Regla bulada, I, 1, 60). Este es un llamado dentro del llamado, que se nos propone como estilo de vida.
7. Muchos quizá se pregunten si el carisma que Francisco asumió siga siendo en la Iglesia un carisma necesario. La respuesta es fácil y sencilla, es necesario en la medida en la cual el mensaje del evangelio no sea conocido y asumido por todos los hombres de la tierra. Queridos amigos, el testimonio de Francisco, que amó la pobreza para seguir a Cristo con entrega y libertad totales, sigue siendo también para nosotros una invitación a cultivar la pobreza interior para crecer en la confianza en Dios, uniendo asimismo un estilo de vida sobrio y un desprendimiento de los bienes materiales. San Francisco tuvo realmente una relación muy inmediata con Jesús y con la Palabra de Dios, que quería seguir sine glossa, tal como es, en toda su radicalidad y verdad. También es verdad que inicialmente no tenía la intención de crear una Orden con las formas canónicas necesarias, sino que, simplemente, con la Palabra de Dios y la presencia del Señor, quería renovar el pueblo de Dios, convocarlo de nuevo a escuchar la Palabra y a obedecer a Cristo. Del amor a Cristo nace el amor hacia las personas y también hacia todas las criaturas de Dios. Si ustedes queridos amigos se sienten atraídos por el carisma de Francisco, les invito a que se dejen cautivar por el amor de Jesucristo y así podrán vivir mejor el don de la fe, el don de la vocación y sobretodo el don de su juventud.
8. Ustedes están llamados a ser “esos nuevos franciscos”, comprometiéndose en la renovación del mundo a la luz del Plan de Dios. No teman el sacrificio ni la entrega de la propia vida, pero sí a una vida sin sentido. Por su generosidad están llamados a servir a sus hermanos, especialmente a los más necesitados con todo su tiempo y vida. Ustedes tienen capacidad para oponerse a las falsas ilusiones de felicidad y a los paraísos engañosos de la droga, el placer, el alcohol y todas las formas de violencia. En su búsqueda del sentido de la vida, son capaces y sensibles para descubrir el llamado particular que el Señor Jesús les hace. Como discípulos misioneros, ustedes están llamadas a transmitir a sus hermanos jóvenes sin distinción alguna, la corriente de vida que viene de Cristo, y a compartirla en comunidad construyendo la Iglesia y la sociedad (cf. DA 443). Este será el dinamismo que a ustedes toca inyectar al carisma franciscano, por el contrario estaremos traicionando no solo a San Francisco sino a Jesús mismo a su mensaje y a su propuesta salvadora.
9. Que la Virgen María del Pueblito, nos ayude a conocer el Plan de Dios en nuestra vida y podamos así comprometernos en la misión de ser en el mundo testigos creíbles del evangelio. Nos encomendamos a ella con las mismas palabras del «Poverello» de Asís: «Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo entre las mujeres ninguna semejante a ti, hija y esclava del altísimo Rey sumo y Padre celestial, Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: ruega por nosotros… ante tu santísimo Hijo amado, Señor y maestro» (Francisco de Asís, Escritos, 163). Amén.
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro