Muy queridos jóvenes, respetados maestros y autoridades educativas, queridos hermanos y hermanas todos en el Señor:
1. Les saludo a todos ustedes con la alegría del Señor Resucitado, deseando que la fe sea siempre el fundamento de su vida y de su existencia personal y profesional. Pues solamente en el Señor está nuestra esperanza y en él, el futuro de nuestra vida. (Ef 1, 17, 18). De modo muy especial saludo al representante del Rector de esta noble Institución, al Pbro. Lic. Aurelio González Rosales, así como al Dr. Gustavo Muñoz, Director General de la UNIVA aquí en Querétaro. Saludo a las autoridades académicas que se hacen presentes en esta celebración. A los familiares y amigos de cada uno de ustedes jóvenes, quienes se unen a esta acción de gracias, por la oportunidad y el acompañamiento que les han dado, a fin de ver en su vida un proyecto que les ayude a ser felices.
2. Celebramos la Misa, pues de esta manera es como reconocemos los dones que la providencia de Dios les ha brindado a ustedes, a lo largo de estos años en sus estudios profesionales, tanto de licenciatura como de maestría. Sin duda, que han sido una oportunidad para llegar a un conocimiento cada vez más profundo de la verdad y descubrir más plenamente, el patrimonio de la sabiduría contenido en las diferentes ramas de la ciencia a las cuales ustedes han accedido, de manera científica y profesional con el objetivo de superarse y de vivir una vida más en plenitud. Me alegra mucho que en su proyecto de vida, haya estado la formación profesional con el enfoque cristiano y evangélico que esta universidad ofrece a la sociedad queretana, pues de esta manera su idiosincrasia y sus proyectos personales estarán más acordes al mensaje cristiano, viviendo como buenos cristianos y virtuosos ciudadanos.
3. Queridos jóvenes, hoy día es urgente superar la brecha existente entre fe y ciencia, entre fe y vida, entre proyecto personal y proyecto evangélico, invitando a un compromiso mayor de evangelización, con la firme convicción de que la Revelación cristiana es una fuerza transformadora, destinada a impregnar los modos de pensar, los criterios de juicio y las normas de acción. Más aún, en la sociedad actual, en la que el conocimiento es cada vez más especializado y sectorial, pero está profundamente marcado por el relativismo, resulta aún más necesario abrirse a la «sabiduría» que viene del Evangelio. El hombre es incapaz de comprenderse plenamente a sí mismo y al mundo sin Jesucristo: sólo él ilumina su verdadera dignidad, su vocación, su destino último, y abre el corazón a una esperanza sólida y duradera. La antífona que escuchamos antes del evangelio decía: “Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo, ilumine nuestras mentes, para que podamos comprender cuál es la esperanza que nos da su llamamiento” (Ef 1, 17-18). Este texto tomado de la carta del Apóstol san Pablo a los Efesios, quiere ser en este día para cada uno de ustedes, un proyecto de vida, cuyo fundamento sea la esperanza cristiana, es decir, la alegría se saber que Dios nos ha llamado a la vida en plenitud en su Hijo Jesucristo. El hombre necesita a Dios, de lo contrario queda sin esperanza.
4. Antes del encuentro con Cristo, los Efesios estaban sin esperanza, porque estaban en el mundo “sin Dios”. Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza. Para nosotros, que vivimos desde siempre con el concepto cristiano de Dios y nos hemos acostumbrado a él, el tener esperanza, que proviene del encuentro real con este Dios, resulta ya casi imperceptible. Hoy le pedimos a Dios que ilumine nuestras mentes, es decir, que siendo él la sabiduría perfecta, seamos tocados por los destellos de su luz a fin de conocer para que nos ha creado, a que cosa nos ha llamado. Muchos de ustedes con el estudio han madurado su pensamiento, sus principios, sus ideales, ojalá que no se dejen vislumbrar por el oropel de la realidad y de la vanagloria. Como jóvenes profesionistas, les invito a tener siempre puesta su mirada en Jesús, y desde él mirar a realidad. No tengan miedo a configurar su sistema operativo, con un programa que se llama: Hijos de Dios. Los mandamientos del señor son el garante para para vivir en la justicia y en la verdad. “Dichosos los que les aman de corazón” (Sal 111).
5. Muchos de ustedes se han dado cuenta que la ciencia puede contribuir mucho a la humanización del mundo y de la humanidad. Pero también que también puede destruir al hombre y al mundo si no está orientada por fuerzas externas a ella misma. Constatando también que el cristianismo moderno, ante los éxitos de la ciencia en la progresiva estructuración del mundo, se ha concentrado en gran parte sólo sobre el individuo y su salvación. Con esto ha reducido el horizonte de su esperanza y no ha reconocido tampoco suficientemente la grandeza de su cometido, si bien es importante lo que ha seguido haciendo para la formación del hombre y la atención de los débiles y de los que sufren. Jóvenes profesionistas, No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor. Y este amor es Jesucristo que se ha hecho hombre y que tú y yo estamos llamados a conocer para trasmitirlo a los demás.
6. Quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida (cf. Ef 2,12). La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando “hasta el extremo”, “hasta el total cumplimiento” (cf. Jn 13,1; 19,30). Quien ha sido tocado por el amor empieza a intuir lo que sería propiamente “vida”. Empieza a intuir qué quiere decir la palabra esperanza: de la fe se espera la “vida eterna”, la vida verdadera que, totalmente y sin amenazas, es sencillamente vida en toda su plenitud. Jesús que dijo de sí mismo que había venido para que nosotros tengamos la vida y la tengamos en plenitud, en abundancia (cf. Jn 10,10), nos explicó también qué significa “vida”: “Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo” (Jn 17,3). La vida en su verdadero sentido no la tiene uno solamente para sí, ni tampoco sólo por sí mismo: es una relación. Y la vida entera es relación con quien es la fuente de la vida. Si estamos en relación con Aquel que no muere, que es la Vida misma y el Amor mismo, entonces estamos en la vida. Entonces “vivimos” (cf. Benedicto XVI, Carta encíclica, Spe Salvi 28).
7. Este es el deseo que les expreso al final de esta etapa en sus vidas, invocando sobre todos ustedes la protección maternal de María, Sedes Sapientiae. Les felicito por este logro en su vida, y les invito a que sean agradecidos con quienes les han apoyado, sus papas, sus familiares y sus amigos. Pídanle a Dios les recompense el amor que les han brindado. Amén.
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro