Santa Iglesia Catedral, ciudad episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., a 14 de abril de 2017.
***
Hermanos y hermanas todos en el Señor:
Quizá lo más conveniente y oportuno en este momento sería que cada uno guardase un momento de silencio y con la mirada puesta en Dios dijese:
Gracias, Señor por tanto amor.
Gracias, Señor, porque tu misericordia supera tu fama (cf. Sal 137).
Gracias, Señor, porque sin importarte la gloria y el honor de ser “el Hijo”, has soportado los insultos y salivazos (cf. Mt 27,27-31).
Gracias, Señor, porque desfigurado sin gracia ni belleza, has vuelto a dibujar en mi rostro la imagen que el Padre me ha dado. Y que por mis pecados he ido borrando poco a poco en mi vida (cf. Is 53, 2).
Gracias, Señor, porque tenido por un leproso nos has purificado con el agua y la sangre que ha brotado de tu costado herido y traspasado (cf. Is 53,2; Jn 19,34).
Gracias, Señor, porque al ser castigado como el peor de los delincuentes, has reconciliado mi vida con la del Padre celestial y me has devuelto la paz (cf. Is 53,2).
Gracias, Señor, porque por tus llagas hemos sido curados de nuestras ulceras espirituales que poco a poco nos han ido excluyendo de la sociedad y de la comunidad. Hundiéndonos en un egoísmo desacerbado (cf. Is 53,2).
Gracias, Señor, porque al entregarte como oveja ante el esquilador, quisiste que cada uno de nosotros tu rebaño, estuviésemos a salvo (cf. Is 53,7).
Gracias, Señor, porque por los delitos de pueblo, te hirieron de muerte y siendo el justo, te dieron sepultura entre los muertos (cf. Is 53,8).
Gracias, Señor, porque con tus sufrimientos, me has justificado (cf. Is 53, 11b).
Gracias, Señor, porque obedeciendo te convertiste en la causa de salvación eterna de mi salvación (cf. Hb 5, 9).
Gracias, Señor, porque sin importar tu orfandad, en el momento más desolado de tu vida, me has entregado a María como Madre (cf. Jn 19, 25-27).
Gracias, Señor, porque tú teniendo sed, me has dado el agua y la sangre de tu costado abierto para que yo beba de ellos, como la fuente de la vida (cf. Jn 19, 28).
Gracias, Señor, porque al entregar el Espíritu, me has dado vida eterna (cf. Jn 19, 30).
Gracias, Señor, porque al ser colocado en un sepulcro ajeno, me has dado un lugar en el Reino de los cielos (cf. Jn 19, 41).
Gracias, Señor, por tanto amor. Amén.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro