HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA IN EXALTATIONE SANCTAE CRUCIS. 14 /09/2016

HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA IN EXALTATIONE SANCTAE CRUCIS
Templo de la Santa Cruz de los milagros, ciudad episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., a 14 de septiembre de 2016.
Año de la misericordia
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escudo del obispo

1. “Alza tu frente pueblo cristiano,
¿Porque desmayas ante la cruz?
«Aquí la tienes esta en tu mano»
Ánimo firme
Viva la Cruz”.

2. Con estas hermosas y profundas palabras la Iglesia nos anima en este día a levantar la mirada y contemplar el instrumento que nos ha dado la vida, el instrumento en el que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha devuelto la vida de la gracia. En este día en el que la liturgia de la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el Evangelio que acabamos de escuchar, nos recuerda el significado de este gran misterio: Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para salvar a los hombres (cf. Jn 3,16). El Hijo de Dios se hizo vulnerable, tomando la condición de siervo, obediente hasta la muerte y una muerte de cruz (cf. Fil 2,8). Por su Cruz hemos sido salvados. El instrumento de suplicio que mostró, el Viernes Santo, el juicio de Dios sobre el mundo, se ha transformado en fuente de vida, de perdón, de misericordia, signo de reconciliación y de paz. “Para ser curados del pecado, miremos a Cristo crucificado”, decía san Agustín (Tratado sobre el Evangelio de san Juan, XII, 11). Al levantar los ojos hacia el Crucificado, adoramos a Aquel que vino para quitar el pecado del mundo y darnos la vida eterna.

3. La Iglesia nos invita a levantar la mirada hacia la Cruz gloriosa y ver con orgullo hasta dónde ha llegado el amor del Crucificado por los hombres, por todos los hombres. Nos invita a dar gracias a Dios porque de un árbol portador de muerte, ha surgido de nuevo la vida. Sobre este árbol, Jesús nos revela su majestad soberana, nos revela que Él es el exaltado en la gloria. Sí, “venid a adorarlo”. En medio de nosotros se encuentra Quien nos ha amado hasta dar su vida por nosotros, Quien invita a todo ser humano a acercarse a Él con confianza. Somos testigos de cuantas gracias y favores hemos recibido de esta Cruz bendita desde que fue colocada en este monte del Sangremal. La historia de Querétaro, su cultura y su identidad, no serían lo mismo sin Ella, sin este lugar. Aquí y en torno a esta Cruz se fundó Querétaro aquel 25 de Julio de 1531. Para mí como Obispo de esta Diócesis, es de mucha esperanza saber que hoy en día, desde este lugar, sigue fluyendo de manera perenne la vida de la gracia, especialmente mediante la labor apostólica y evangelizadora, que con tanto celo tutelan y conducen nuestros hermanos franciscanos, en sus diferentes movimientos apostólicos, cofradías y hermandades. Gracias padres por todo el esfuerzo en hacer que muchos experimenten de la Cruz bendita, el manantial de la gracia y de la misericordia de Dios, especialmente en la Confesión, la Eucaristía y la Evangelización.

4. Hermanos y hermanas, no honremos pues, sólo externamente la santa Cruz, ensalzándola, adorándola, besándola, bailándole; honrémosla, sobretodo imitando al Salvador, que es la verdadera Cruz. ¡En esta vida estemos dispuestos a cualquier sacrificio! Puesto que la leve tribulación de un momento nos procura, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles, pues las cosas visibles son pasajeras más las invisibles son eternas. De esta manera, de cruz temporal de dolor que es, se nos convertirá en eterna Cruz de gloria. Honremos la santa Cruz sobretodo aprendiendo que es en ella donde se purifica la vida cristiana. San Pio de Pietralcina contaba que Jesús en algún momento le dijo: “Casi todos vienen a Mí para que les alivie la cruz, son muy pocos los que se acercan para que les enseñe a llevarla”. Pidámosle a Jesús que contemplando su cruz, aprendamos a llevarla a lo largo de nuestra vida y que toda nuestra realidad, se vea fortalecida con la gracia que solo de ella proviene.

5. La señal de la Cruz es de alguna forma el compendio de nuestra fe, porque nos dice cuánto nos ha amado Dios; nos dice que, en el mundo, hay un amor más fuerte que la muerte, más fuerte que nuestras debilidades y pecados. El poder del amor es más fuerte que el mal que nos amenaza. La Iglesia ha recibido la misión de mostrar a todos el rostro amoroso de Dios, manifestado en Jesucristo. ¿Sabremos comprender que en el Crucificado del Gólgota está nuestra dignidad de hijos de Dios que, empañada por el pecado, nos fue devuelta? Volvamos nuestras miradas hacia Cristo. Él nos hará libres para amar como Él nos ama y para construir un mundo reconciliado. Porque, con esta Cruz, Jesús cargó el peso de todos los sufrimientos e injusticias de nuestra humanidad. Él ha cargado las humillaciones y discriminaciones, las torturas sufridas en numerosas regiones del mundo por muchos hermanos y hermanas nuestros por amor a Cristo.

6. Levantemos la mirada hacia la Cruz que nos invita a mirar nuestra propia historia sabiendo que toda ella, es una experiencia de redención. Desde que un crimen tan horrendo, el más absurdo de la historia, se convirtió en mediación de salvación, desde entonces toda situación, hasta la más absurda, aun perteneciente a un pasado intolerable, puede ser llena de amor. ¡La Cruz es el signo de la misericordia del Padre, de que todo es posible!

7. Para acoger en nuestras vidas la Cruz gloriosa, la Iglesia nos ha regalado este año de manera prominente la celebración del jubileo de misericordia, que busca ser para nosotros la oportunidad para entrar en una senda de fe y conversión, especialmente siendo testigos de los que vemos y contemplamos en la cruz. Deseo invitarles para que así como honramos y exaltamos la santa Cruz de los milagros, viremos la mirada hacia la realidad de muchos hombres y mujeres, quienes su vida misma es una cruz. Sé que nos es fácil, pero la identidad cristiana nos lo exige. “Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. Nuestras manos estrechen sus manos, y acerquémoslos a nosotros para que sientan el calor de nuestra presencia, de nuestra amistad y de la fraternidad. Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo” (cf. Francisco, Bula Misericordiae Vultus, 15).

8. Con la mirada puesta en la Cruz, nuestra única esperanza, seamos testigos de la misericordia y podamos así ser merecedores de la gloria. Pidámosle a la Virgen dolorosa nos enseñe a permanecer como contemplativos de la Cruz para que así nuestra vida, sea cada vez más un testimonio vivo de amor y de fe.

+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro