Basílica de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, Soriano, Colón, Qro., 02 de diciembre de 2017.
Año Nacional de la Juventud
***
Exc.mos. Sres. Mons. Rogelio Cabrera López, Arzobispo de Monterrey, Mons. Francisco Escobar Galicia, Mons. Florencio Olvera Ochoa,
Muy estimados sacerdotes
Queridos miembros de la vida consagrada,
Hermanos laicos:
- Con el corazón lleno de gratitud esta mañana nos hemos querido reunir en esta Basílica de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, para agradecer a Dios las bondades que su misericordia infinita le ha concedido a su Iglesia, al ungir con el óleo de la alegría, la vida y del ministerio episcopal de Mons. Florencio Olvera Ochoa, Obispo Emérito de Cuernavaca. A quien saludamos con afecto y respeto en el Señor, esperando que la bendición de aquel venturoso día 30 de noviembre de 1992, cuando fue consagrado XI Obispo de la Diócesis de Tabasco, se prolongue por muchos años más, de tal manera que su testimonio de vida sirva para cada uno de nosotros. Especialmente, cuando los obispos “Estamos llamados a ser maestros de la fe y, por tanto, a anunciar la Buena Nueva que es fuente de esperanza para todos, a velar y promover con solicitud y coraje la fe católica”. “Testigos cercanos y gozosos de Jesucristo, Buen Pastor (cf. Jn 10, 1-18)” (DA, 187).
- Al celebrar esta feliz efeméride, hacemos nuestras y efectivas aquellas palabras de los obispos en Aparecida hemos dicho: “Todo el pueblo de Dios debe agradecer a los Obispos eméritos, que como pastores han entregado su vida al servicio del Reino, siendo discípulos y misioneros. A ellos los acogemos con cariño y aprovechamos su vasta experiencia apostólica que todavía puede producir muchos frutos. Ellos mantienen profundos vínculos con las diócesis que les fueron confiadas a las que están unidos por su caridad y su oración” (DA, 190). Que esta celebración sea un homenaje a su persona por la entrega de estos XXV años que sin duda ha hecho de su vida, primero como XI Obispo de Tabasco y después como X Obispo de Cuernavaca, pero sobre todo, queremos celebrar en Usted a Jesucristo, el Buen Pastor de las ovejas, que no nos deja ni abandona.
- En este contexto de celebración y de gozo eclesial, la palabra de Dios nos anima y nos invita a “Velar y hacer oración” (Lc 21, 34-36). Recordemos que nos encontramos en la víspera de iniciar el nuevo año litúrgico, y por ende la liturgia ya desde ahora nos apremia a permanecer atentos para que las preocupaciones de la vida ordinaria, no nos distraigan y nos impidan estar atentos ante la manifestación del Hijo del hombre. Jesús, se dirige a los discípulos, pero también “a todos”, porque cada uno, en la hora que sólo Dios conoce, será llamado a rendir cuentas de su existencia. Esto implica un justo desapego de los bienes terrenos, un sincero arrepentimiento de los propios errores, una caridad activa con el prójimo y, sobre todo, un abandono humilde y confiado en las manos de Dios, nuestro Padre tierno y misericordioso.
- “Velar y hacer oración” (Lc 21, 34-36). Son dos acciones muy concretas que el Señor nos pide para nuestras vidas. Velar no significa esperar sentados, sino buscándolo activamente en nuestra realidad; velar no significa pasividad sino solidaridad, es estar atentos porque el Señor llega a nuestras vidas de las maneras menos esperadas. Velar, significa vivir en plenitud cada instante como si fuera el único o el más significativo para nosotros. Vivir con alegría, recibiendo cada acontecimiento como un don y como una oportunidad. Vivir con atención, buscando en los otros que pasan a nuestro lado el rostro único y múltiple de aquel que nos llama.
- Y orar, significa, estar buscando un continuo encuentro con el Señor; es vivir contemplando su amor en nuestras vidas; es saberme en diálogo con quien sé que me ama. Si bien toda oración es un encuentro personal con Dios, este encuentro se realiza en la Iglesia y para la Iglesia. En la Iglesia porque el encuentro personal se llevará a cabo dentro de la estructura que Jesús ha marcado para que este encuentro se lleve a cabo. Es un encuentro de dos personas: el cristiano que quiere encontrar a Dios y Dios, que viene al encuentro del hombre. Y es un encuentro para la Iglesia, porque toda oración no queda encerrada en el caparazón del egoísmo personal. Si el hombre ha orado verdaderamente, entonces ese encuentro se traduce necesariamente en una misión. El hombre que encuentra a Dios lo encuentra necesariamente en un ambiente de obediencia. Si bien todos los cristianos están llamados a utilizar este medio que es la oración para acrecentar su unión con Dios, las personas consagradas, por la misma profesión que han hecho de seguir a Cristo, necesitan tener una unión fuerte y constante con Dios. esto nos lleva a penar en la oración no ya sólo como un encuentro con Dios, sino como un encuentro con Dios que fortifica la misma consagración. Es el alimento de la vida interior, íntimo coloquio del alma con Cristo. Este vivir siempre con la mirada fija en Dios dentro de las realidades terrenas, requiere de un medio para avivar estos deseos de Dios. La oración tendrá como finalidad el mantener vivo este deseo. “Para cumplir nuestra elevada tarea, los obispos debemos tener una sólida estructura espiritual y vivir toda su vida animados por la fe, la esperanza y la caridad. Debemos ser, como Jesús, hombres que busquemos, a través de la oración, el rostro y la voluntad de Dios.
- Estimado señor obispo, qué mejor manera de celebrar este aniversario, que recordando que el ministerio episcopal, es un testimonio claro y visible de quien vive en vela y en perenne oración. Queremos que su experiencia siga fecundando el corazón y el alma de muchos, especialmente la de las jóvenes generaciones. Siga mostrándonos que “velar” y “orar” en cada momento significa llenar de sentido nuestra vida y la de los otros, e incluso, gozarla, transformándola en un canto de alabanza. De este modo como dice san Pabló cada acto de nuestra vida, incluso los que parecen más profanos y triviales, se convertirán en oración. Así su presencia colmará nuestros corazones y nos acompañará hasta presentarnos sin temor ante el Hijo del hombre.
- Muchas felicidades por estos XXV años de vida y ministerio episcopal, que nuestra Madre la Santísima Virgen de los Dolores de Soriano, a quien Usted tanto ama, interceda sea siempre su intercesora. Amén.
+Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro