Santa Iglesia Catedral, ciudad episcopal de Santiago de Querétaro, Qro., a 13 de abril de 2018.
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Exc.mo(s). Sr(es). Obispo(s),
Muy estimado Mons. Javier Martínez Osornio,
Queridos hermanos sacerdotes y diáconos,
Estimados miembros de la vida consagrada,
Queridos amigos y familiares,
Hermanos y hermanas todos en el Señor:
- Movidos por el amor a Dios que nos ha elegido en Cristo, esta tarde queremos agradecer todas las gracias y bendiciones que su misericordia nos ha regalado mediante en el don inestimable del sacerdocio, confiado especialmente en las débiles manos de Javier Martínez Osornio, quien hace 50 años recibió del Exc.mo. Sr. Obispo D. Alfonso Toriz Cobián, la imposición de manos y la unción del Espíritu Santo, para ser en la Iglesia ministro de las cosas de Dios.
- Lo hacemos en el contexto del gozo pascual que nos ha permitido conmemorar el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Es este misterio de la salvación el que da origen y fundamento al ser y quehacer de los sacerdotes, pues la noche en que Jesús había de padecer, sentado al mesa, tras ofrecer su cuerpo y su sangre como alimento, mandó a sus discípulos hacer esto en conmemoración suya, de tal forma que, como coherederos de la gracia eucarística, ofreciesen el misterio eucarístico, generación tras generación, y así los seguidores de Cristo, mediante el ministerio de los sacerdotes, pudiesen comer y beber el alimento de la vida eterna.
- Este misterio y este ministerio, san Juan nos lo refiere mediante la célebre narración de “la multiplicación de los cinco panes y los dos pescados” (cf. Jn 6, 1-15). En ella, el evangelista nos ayuda a entender que el Señor está dispuesto a saciar el hambre de aquellos que le siguen, sin embargo, necesita de nuestra colaboración. ¿En qué sentido podemos entender esto?
- Es preciso saber que afortunadamente hoy existen muchos hombres y mujeres que seducidos por el mensaje del Jesús, quieren seguirlo. Anhelan que el Señor sacie su hambre. Muchas veces es un hambre existencial más que material. Pues se han dado cuenta que sólo él puede hacerlo. Esto nos apremia a considerar que la Iglesia no puede ser ajena a esta realidad. Por lo que así como Felipe y Andrés, fueron intermediarios entre la gente y el Señor Jesús. Los discípulos y aquellos que nos hemos comprometido a seguirlo, necesitamos asumir aquel rol e interceder ante el Señor para que los alimente. Sin embargo, el Señor sabe que sus seguidores no son hombres y mujeres vacíos, sin cosa alguna. Por ahí hay quien tiene, como aquel muchacho, cinco panes y dos pescados. Estos cinco panes y dos pescados son los talentos y la vocación de cada uno. Por pequeños que sean son talentos y es una vocación, hermosa y grande a los ojos de Dios. Basta que cada uno entremos dentro de sí y descubramos qué es lo que podemos ofrecer al servicio del otro.
- El sacerdote está llamado a conocer a su gente, para ayudarle a descubrir los dones que cada uno posee, y puede poner al servicio del reino. Esto exigirá cercanía —como decía el Papa Francisco en la pasada Misa Crismal— “que más que el nombre de una virtud particular, es una actitud que involucra a la persona entera, a su modo de vincularse, de estar a la vez en sí mismo y atento al otro”. Esta cercanía nos ayudará a oler, ver, sentir y experimentar la riqueza de nuestra gente especialmente de los más jóvenes. Para ello “hay que anunciar el evangelio de Cristo Jesús, tanto en el templo como en las casas” (Hch 5, 42).
- Continuando con la narración del evangelio escuchamos que sigue diciendo: “Jesús tomó en su manos los cinco panes y los dos pescados y después de dar gracias a Dios se los fue repartiendo los que se habían sentado para comer” Esto es realmente lo extraordinario. Jesús toma en sus manos nuestros cinco panes y dos pescados y los bendice, llevando a cabo sobre ellos la acción de gracias que transforma la realidad humana en realidad divina. Que hace de nuestra poquedad sobreabundancia para todos, especialmente los más pobres. Dejemos que sea la gracia de Dios la que permita que nuestra disposición y nuestra voluntad genere acciones al servicio del hombre, acciones que construyan la paz, acciones que defiendan la vida y la familia según el proyecto de Dios. Pongamos nuestros cinco panes y dos pescados en las manos de Jesús para que él los transforme en acciones y estrategias pastorales que colaboren para combatir la inseguridad y la violencia, que colaboren para poner al ser humano en el centro y como fin y no como un medio y un instrumento. Abandonemos la tentación de la autosuficiencia y la falta de confianza en Dios y confiemos más en la providencia.
- Este misterio como bien he dicho es también un ministerio. Un ministerio que permite ser otros cristos. De tal forma que quien es elegido por Dios, esté en grado de hacer lo que el Señor hizo. Por eso el sacerdote no sólo está llamado a conocer la riqueza con la que los seguidores del Señor cuentan. También está llamado a tomar en las manos esos cinco panes y dos pescados y tras bendecirlos, ofrecerlos como el alimento que da la vida, que sacia, que satisface.
- Muy estimado Padre Javier, está feliz efeméride, en la cual usted agradece a Dios por estos 50 años de vida sacerdotal, sea para usted y para nosotros la noble oportunidad de redescubrir que el sacerdocio es un misterio y un ministerio que se significan y se explican mutuamente. Un misterio que brota de Dios mismo en el misterio pascual, en el que Cristo se entregó a sí mismo. Un ministerio llamado a conocer y percatarse de las riquezas de nuestro pueblo, especialmente de los más jóvenes, de tal forma que tras la bendición, seamos capaces de ofrecerlas como alimento que sacia el hambre de tantos hombres y mujeres deseosos de recibir la gracia de Dios.
- Sin duda que su experiencia en estos 50 años, especialmente al servicio del Obispo en el gobierno de la Iglesia como Vicario general y como Vicario Episcopal para la Vida Consagrada, es una riqueza y un baluarte que nos pueden servir para que hoy también nosotros, podamos “anunciar el evangelio, tanto en el templo como en las casas” (Hch 5, 42). Muchas felicidades Mons. Javier. Que el Señor le bendiga y le recompense todos sus esfuerzos por hacer suyas las palabras de Jesús: “Díganle a la gente que se siente” y pueda así saborear y disfrutar de las bendiciones de Dios.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro