HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DEL 50 ANIVERSARIO DE ORDENACÍON SACERDOTAL DEL REV. P. MANUEL TAVERA PEDRAZA
Templo parroquial de la Parroquia de Cristo Rey, Col. Niños Héroes, Santiago de Querétaro, Qro., a 24 de septiembre de 2016.
Año de la misericordia
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Estimado(s) señor(es) obispo(s),
Queridos hermanos sacerdotes,
Queridos miembros dela vida consagrada,
Estimados hermanos y hermanas todos en el Señor:
1. La providencia de Dios nos ha permitido llegar a este día para celebrar juntos el sacerdocio de Cristo que por puro amor, Dios le ha confiado a nuestro hermano el Sr. Cura D. Manuel Tavera Pedraza, aquella mañana del 24 de septiembre de 1966 por manos del Exc.mo Sr. obispo D. Alfonso Toriz Cobián que en paz descanse, para la gloria de Dios y la santificación de los hermanos.
2. Hoy, a 50 años de distancia, estamos aquí para elevar juntos un himno de acción de gracias al Señor por este don tan grande que el Señor nos ha dado. Pues sin duda que el sacerdocio es un don y un misterio que quizá no alcanzamos a comprender en su totalidad, pero que nos llena, nos envuelve y nos plenifica. Así lo expresaba San Juan Pablo II Papa, cuando escribió: “En su dimensión más profunda, toda vocación sacerdotal es un gran misterio, es un don que supera infinitamente al hombre. Cada uno de nosotros sacerdotes lo experimenta claramente durante toda la vida” (Juan Pablo II, Don y misterio, p. 17). Por esto, no nos queda sino adorar en silencio a Dios, tres veces santo, postrándonos ante él y proclamando su eterna misericordia.
3. Al celebrar esta feliz efeméride la palabra de Dios que ha sido proclamada, a la vez que nos ayuda para hacer un examen de conciencia y descubrir hasta qué punto hemos asumido esta vocación, nos permite entender que efectivamente “Todo ministerio pastoral nace del amor…”. Dios nos ama, y porque nos ama, nos hace colaboradores suyos en el ministerio del amor, con el firme propósito de intervenir en favor de los hombres ante Dios, y poder así seguir ofreciendo el sacrificio que santifica y que salva.
4. Recordemos la pregunta que Jesús hizo por tres veces a Pedro en la orilla del lago: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” (v). Basándose en la respuesta afirmativa de Pedro, Jesús le encomienda una tarea, la tarea de apacentar su rebaño. Aquí vemos el fundamento de todo ministerio pastoral en la Iglesia. “Apacentar” quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia, que él nos da en el Santísimo Sacramento. San Agustín dirá “Sea oficio del amor apacentar el rebaño del Señor” (Tratado 123, sobre el evangelio de Juan). Nuestro amor por el Señor es lo que debe dirigir todos los aspectos de nuestra predicación y enseñanza, nuestra celebración de los sacramentos y nuestra preocupación por el Pueblo de Dios. Nuestro amor por el Señor es lo que nos impulsa a amar a quienes él ama, y a aceptar de buen grado la tarea de comunicar su amor a quienes servimos. Durante la Pasión de nuestro Señor, Pedro lo negó tres veces. Ahora, después de la resurrección, Jesús lo insta por tres veces a confesar su amor, ofreciendo así el perdón y la salvación, y confiándole al mismo tiempo la misión. La pesca milagrosa pone de manifiesto que los Apóstoles dependían de Dios para el éxito de sus proyectos en la tierra. El diálogo entre Pedro y Jesús subraya la necesidad de la misericordia divina para curar sus heridas espirituales, las heridas del pecado. En cada ámbito de nuestras vidas, necesitamos la ayuda de la gracia de Dios. Con él, podemos hacer todo; sin él no podemos hacer nada.
5. Si estamos unidos a Cristo, podemos amar verdaderamente de este modo. Amar a los demás como Jesús nos ha amado sólo es posible con la fuerza que se nos comunica en la relación con él, especialmente en la Eucaristía, en la que se hace presente de modo real su sacrificio de amor que genera amor: es la verdadera novedad en el mundo y la fuerza de una glorificación permanente de Dios, que se glorifica en la continuidad del amor de Jesús en nuestro amor.
6. Estimado Padre Manuel, al celebrar en este día este feliz aniversario, sin duda que el Señor quiere confirmarte en la fe, es por ello que hoy se dirige a ti y hablándote al corazón te pregunta: “¿Me amas? ¿Quieres servirle con la entrega de toda tu vida? ¿Deseas guiar a los otros para que lo conozcan y lo amen?”. No dudes en responder, pues en la medida que responsas a dicha pregunta toda tu vida se verá orientada y fortalecida. Han pasado 50 años desde que te decidiste a seguirlo de cerca, hoy, es preciso que confirmes tu deseo y tu decisión. No importa si en el camino lo has negado o te has alejado del ideal. Lo importante es que hoy estás aquí y el Señor te repite apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos. Como Pedro, ten el valor de responder: “Sí, Señor, tú sabes que te amo”; y sigue como hasta ahora, acogiendo con gratitud la hermosa tarea que él te ha asignado. El servicio prestado en varias comunidades como Colón, Qro., Victoria Gto., Arroyo Seco, Qro., Bernal, Qro., Buenavista, Qro., el Seminario, ahora Cristo Rey, ha sido sin duda un servicio a la alegría, a la alegría de Dios que quiere entrar en el mundo”.
7. No dejes de responder a la llamada de Amor que Dios te ha hecho; tu experiencia como vicario, párroco, formador, decano, maestro del seminario, entre otras, puede y debe orientar la vida de las jóvenes generaciones especialmente de aquellos que sufren y lloran porque nunca han experimentado en su vida la cercanía de Dios. El Papa Francisco insistentemente nos está invitando y motivando para que la misericordia sea el camino que conduzca todo nuestro ser y quehacer.
8. La realidad que vivimos esperan mucho del sacerdote. Los hombres y mujeres de hoy quieren ver en nosotros —en un mundo donde triunfan el poder del dinero, la seducción de los sentidos, el prestigio de la técnica— un testigo del Dios invisible, un hombre de fe, olvidado de sí mismo y lleno de caridad.
9. Muchas felicidades padre Manuel, sigue cantando con tu vida el Te Deum, como alabanza al Señor resucitado y como acción de gracias por sus innumerables dones. Que la santísima Virgen María siga siendo para ti la mujer que custodie tu sacerdocio y tu vocación. amén.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro