HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DE LA PEREGRINACIÓN DEL SEMINARIO CONCILIAR DE QUERÉTARO A LA BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES DE SORIANO.

Soriano, Colón, Qro., a 22 de septiembre de 2018.

Año Nacional de la Juventud   

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Estimados padres formadores, 

Queridos seminaristas, en sus diferentes de tapas de formación:

 

  1. Con alegría y con devoción hemos peregrinado hasta este lugar santo, para honrar y venerar la imagen bendita de Nuestra Señora de los Dolores de Soriano, Patrona Diocesana, y poder así, refrendarle nuestro amor y ofrecerle nuestra devoción como hijos piadosos, ansiosos de conocer los secretos de su corazón, de tal forma que en cada instante, en cada día y en cada etapa de la formación, hagamos de nuestro corazón, un corazón cada vez más semejante al corazón sacerdotal de su Hijo Jesucristo. Peregrinar hasta este lugar bendito, no es fruto de un deseo vacío o formal, sino la manifestación sincera de un amor cada vez más puro y refinado a la Mujer que con su “sí”, aceptó formar el corazón de todos los hombres, pero especialmente de aquellos que, sintiendo la llamada para seguir a su Hijo Jesucristo, se deciden por su causa, con alegría y con esperanza. En este sentido, son claros entonces los dos objetivos de esta piadosa peregrinación: refrendar el amor nuestro a María y ofrecerle nuestra piadosa devoción. Reflexionemos un poco:

 

  1. ¿Qué significa refrendarle nuestro amor a María? Santa Teresita del Niño Jesús, escasos meses antes de morir, escribió su última poesía que dedicó a la Santísima Virgen María y a la que tituló: “Porque te amo, ¡Oh María!”. Con dicha poesía, nos ayuda a entender cómo es este amor. En ella escribe: «Amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo» No hay verdadero amor sin entrega total de sí mismo. Decir de verdad:Te amo significa necesariamente: Me entrego totalmente a Ti, soy todo Tuyo para siempre. María lo vivió así. Cuando dijo “si”, sin impórtale siguiera, que estaba en riego, su propia identidad. La mejor manera de amarle es siguiendo su ejemplo. como dice el Papa Francisco: “Ella es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza. Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios”. Ella mujer de fe, que vive y camina en la fe, representa un punto de referencia constante para la Iglesia, para los sacerdotes, para cada uno de los seminaristas, pues se dejó conducir por el Espíritu, en un itinerario de fe, hacia un destino de servicio y fecundidad”. (cf. EG, 286-287).

 

Porque te amo ¡Oh María! Estoy dispuesto en hacer así de la formación, una formación que asuma cada vez más los sentimientos y las actitudes que le llevaron a no ser ajena a las palabras de su Hijo. Una formación centrada en la escucha orante de la palabra de Dios, que garantice que no nos anunciaremos a nosotros mismos, sino única y exclusivamente a Cristo. Una formación discipular y configuradora que logre hacer de nosotros “evangelizadores con espíritu” que sin demora, sin asco y sin miedo, (cf. EG, 23),  asumamos los retos y desafíos de una cultura, cada vez más secularizada y secularizaste. Una formación que nos ponga en grado de reflejar no otra cosa, sino la esencia de Dios, es decir: el amor, la cercanía, la ternura y la misericordia. Una formación que asuma el  consejo evangélico de la “castidad”, que desarrolla la madurez de la persona, haciéndola capaz de vivir la realidad del propio cuerpo y de la propia afectividad desde la lógica del don. Una formación que, sin perder la identidad de ser bautizado, nos prepare para entrar en dialogo con el mundo moderno y contemporáneo, especialmente a través de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías. Una formación con la capacidad de “consagrarse” especialmente para las cosas de Dios.

 

Por eso queridos seminaristas, hagamos nuestra esta petición «Dame tu corazón, ¡Oh María!» para amar como Ella; vivir como Ella; esperar como Ella.  «Dame tu corazón, ¡Oh María!», para dejar que el proyecto de Dios se vea cumplido en este momento de la historia.

 

  1. El segundo aspecto que podemos reflexionar en esta peregrinación es precisamente, preguntarnos sobre ¿Cuáles son las características de la verdadera devoción a María? San Luis María Griñón de Monfort en su Tratado sobre la verdadera devoción a la Santísima Virgen, escribió: “Soy todo tuyo y todo cuanto tengo es tuyo. Tú eres mi todo, oh María; préstame tu corazón” (cf. Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, n. 266). En este sentido la devoción es “la disposición de la voluntad para cumplir con prontitud lo propio de nuestra relación con la Madre de Jesús, el Hijo de Dios”. “La verdadera devoción debe ser interior, tierna, santa, constante y desinteresada(Tratado sobre la verdadera devoción a la Santísima Virgen, 111-113). ¿Qué significan estas cinco notas?:

 

  1. “La verdadera devoción debe ser interior, es decir, poseerla en el Espíritu y en el corazón; se deriva de la estimación que se tenga a la Santísima Virgen, del concepto que merezcan sus grandezas y del amor que se le profese”. Esto nos tiene que llevar a considerar no sólo un acercamiento al conocimiento que la Sagrada Escritura nos ofrece de María, sin además, a buscar tener momentos de encuentro personal con ella, frutos de una oración confiada y permanente, de modo especial mediante el santo rosario.

 

  1. En segundo lugar debe ser tierna, es decir, plenamente confiada en María, que nos haga sentir para con nuestra Madre del cielo, la misma confianza que tiene un niño pequeñito con su madre natural. La devoción al ser tierna hará que el alma recurra a María en todas sus necesidades, tanto espirituales como corporales, con gran sencillez, confianza y ternura. De manera muy especial a nuestro pueblo de México ella misma nos ha dicho: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estas bajo mi regazo?”. Sintámonos hijos de María. Pues se ha oído decir que “ningún sirvo de María perecerá”.

 

  1. La verdadera devoción es santa, es decir, ha de conseguir que el alma evite el pecado e imite las virtudes de la Virgen María, en especial su humildad, su fe viva, su obediencia ciega, y su oración continua. Si nuestra relación con María no nos ayuda a ser buenos cristianos y virtuosos ciudadanos, esto es un signo claro que nuestra devoción no es una devoción santa. María misma en las bodas de Caná ha dicho con claridad, “Hagan lo que él les diga” (Jn 2, 1-12). El proyecto de Dios es que cada uno de los seres humanos se deje moldear por su gracia, al grado de esculpir en la propia vida el corazón de su hijo Jesucristo. En esto consiste la santidad, en llegar a ser, vivir, penar y sentir como Jesús y a partirá de ahí. Transformar la sociedad, la cultura y nuestro mundo.

 

  1. Otra de las características es la constancia, de esta manera se confirma en el corazón de cada cristiano la facilidad y la audacia para vivir el heroísmo de la vida cristiana. Esto no quiere decir que el devoto de la Virgen María, no estará exento de caer ni de experimentar, tal vez sensible disminución de gusto en su devoción; pero si cae se levantará en seguida para tenerle de la mano su buena madre y si se encuentra sin gusto y sin devoción sensible no se afligirá porque el devoto fiel y justo de María vive de la fe, y no de los sentimientos de su propio cuerpo.

 

  1. Finalmente hemos de saber que la devoción debe ser de manera desinteresada, esto significa que la verdadera devoción debe inclinar al alma a no buscarse a sí misma, sino solamente a Dios a través de su santa madre. Un verdadero devoto de la Virgen María no servirá a esta gran Señora con espíritu de lucro o de interés, sino simplemente porque se le ama, tras saber que por ella nos ha venido la salvación.

 

  1. Queridos seminaristas y padres formadores, que estos elementos nos ayuden para purificar nuestro amor a la Madre de Dios y que la devoción a la Virgen María, al asumir estas notas esenciales, quede libre de pietismos y melosos afectos, de tal forma que esta llegue realmente a ser una devoción hondamente anclada en una sana espiritualidad. Cuando nuestra espiritualidad se ha dejado tocar por la mundanidad, esta queda expuesta al sinsabor, a la banalidad  y a la trivial simulación de afecto, entrega y consagración. Cuando nuestro amor a la virgen María se reduce a tener una estampita de su imagen, hacemos de este, algo ilusorio. Tener una estampita, es el compromiso de querer semejarnos a Ella. Es bueno que todas las prácticas de piedad, estén realmente iluminas por el compromiso de asumir las actitudes y sentimientos de la Santísima Virgen María. Recuperemos el sentido real y formal de la consagración a María. Nuestra gente en este sentido tiene mucho que enseñarnos.

 

  1. Que con estos elementos, cada uno se ustedes, llegue a enfilarse entre los “jóvenes píos” a los que con tanto fervor se refiere el himno del seminario. Que cada uno de ustedes, no deje ningún día, en algún momento de la jornada, en el cual  se  detenga unos instantes para dirigirse a María tan sólo con el rezo de una Ave María, con el santo rosario o con cualquier oración mariana;  es importante y necesario que aunque sea con pequeños gestos, nos acojamos a María como la mujer que sabe conducirnos a su Hijo Jesucristo y así ser capaces de conocerle y de amarle, al grado de querer anunciar esta alegre noticia a muchos. Amén.

 

+ Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro