Queridos hermanos y hermanas:
1. Me complace poder encontrarme con ustedes en esta celebración Eucarística en el marco de la XXXIXa Conferencia Rotaria del Distrito 4170 “Jorge Villanueva Rodríguez”, que tiene por sede nuestra ciudad los días 22 al 26 de mayo, con el objetivo de reflexionar sobre la importancia y el papel del liderazgo en los distritos. Les saludo cordialmente en el Señor a cada uno de ustedes, deseando que sean muchos los frutos de esta reunión. Agradezco y valoro la confianza que han puesto en Dios al iniciar esta importante reunión implorando su bendición.
2. Nos hemos reunido esta tarde de jueves en la cual la Iglesia celebra la fiesta de Jesucristo sumo y eterno sacerdote, el Pontífice de la nueva alianza, quien derramando su sangre en la cruz y entregando su vida por nuestra salvación, se convierte en el Gran Sacerdote que intercede por nosotros ante el Padre (cf. Hb 7, 24). Considero que de manera muy providencial la Palabra de Dios ilumina perfectamente el objetivo de esta importante reunión para cada uno de ustedes, pues Jesucristo es el gran líder que nos ha dado muestra de su heroísmo y de su entrega para nuestro bien y para nuestra salvación. En efecto, el líder es aquel que convencido de lo que busca va a la cabeza, guiando los proyectos y los anhelos de un grupo, de una comunidad, de un país o de una nación.
3. Pero ¿qué es realmente aquello que Jesús ha hecho por nosotros? ¿Qué lo ha llevado a constituirse el gran sacerdote de la humanidad? La respuesta la encontramos en la misma Palabra de Dios. Hemos escuchado en la lectura del libro del profeta Isaías el texto denominado “cuarto cántico del siervo” (Is 52, 13-53-12), en el cual Isaías de manera profética esboza los rasgos característicos de este personaje. El primero de ellos manifestado en el mismo nombre al referirle como “siervo” hace referencia a la actitud de servicio en favor de la humanidad. “Él soportó nuestro sufrimientos y aguantó nuestros dolores. El soportó el castigo que nos trae la paz. Por su llagas hemos sido curados” (Is 53, 5). Jesús desde su encarnación hasta su asunción gloriosa nos ha dado muestra que ésta es su tarea, su servicio a la humanidad. Y a la cual nos hace una invitación muy precisa “hagan esto en conmemoración mía” (Lc 22, 19).
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Queridos amigos, Jesús, por su sufrimiento y muerte, con su entrega en virtud del Espíritu eterno, se ha convertido en nuestro sumo sacerdote y “mediador de una alianza nueva” (Hb 9,15). Estas palabras evocan las palabras de nuestro Señor en la Última Cena, cuando instituyó la Eucaristía como el sacramento de su cuerpo, entregado por nosotros, y su sangre, la sangre de la alianza nueva y eterna, derramada para el perdón de los pecados (cf. Mc 14,24; Mt 26,28; Lc 22,20). Fiel al mandato de Cristo, la Iglesia en todo tiempo y lugar celebra la Eucaristía hasta que el Señor vuelva en la gloria, alegrándose de su presencia sacramental y aprovechando el poder de su sacrificio salvador para la redención del mundo. “En cada Eucaristía los cristianos celebramos y asumimos el misterio pascual, participando en él. Por tanto, debemos vivir esta fe en la centralidad del misterio pascual de Cristo a través de la Eucaristía, de modo que toda nuestra vida sea cada vez más una vida eucarística. La Eucaristía, fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente inextinguible del impulso misionero. Allí el Espíritu Santo fortalece nuestra identidad de discípulos y despierta en él la decidida voluntad de anunciar con audacia a los demás lo que hemos escuchado y vivido” (cf. DA 251).
5. Esta fe en Cristo y en la Eucaristía estamos llamados a hacerla realidad en el ejercicio de la caridad; soy consciente que el Club de los Rotarios hace numerosas esfuerzos y acciones en favor del hombre, de la cultura, de la economía y de la naturaleza, quiero invitarles en esta noche a que tomemos como modelo a Jesús, él sabrá enseñarnos la mejor manera de hacerlo, de manera que supere los niveles de la filantropía y sea realmente una acción salvadora y santificadora en el ejercicio de la caridad en favor de la humanidad. Muchos de ustedes como cristianos “No pueden tener a Cristo sólo para ustedes; únicamente podemos pertenecerle en unión con todos los que son suyos o lo serán” (Benedicto XVI, Deus Caritas est, 14). Considero que como hombres de fe no podemos limitarnos en hacer el bien, es necesario y fundamental que unidos al bien, mostremos movidos por nuestra fe, el rostro de Jesucristo resucitado, por el contrario no superaríamos las barreras del asistencialismo social.
6. Sin Dios el hombre no sabe a dónde ir ni tampoco logra entender quién es. Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5). Y nos anima: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo” (Mt 28,20). Ante el ingente trabajo que queda por hacer, la fe en la presencia de Dios nos sostiene, junto con los que se unen en su nombre y trabajan por la justicia.
7. Pablo VI nos ha recordado que el hombre no es capaz de gobernar por sí mismo su propio progreso, porque él solo no puede fundar un verdadero humanismo. Sólo si pensamos que se nos ha llamado individualmente y como comunidad a formar parte de la familia de Dios como hijos suyos, seremos capaces de forjar un pensamiento nuevo y sacar nuevas energías al servicio de un humanismo íntegro y verdadero. Por tanto, la fuerza más poderosa al servicio del desarrollo es un humanismo cristiano, que vivifique la caridad y que se deje guiar por la verdad, acogiendo una y otra como un don permanente de Dios (cf. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 41).
8. Queridos hermanos y hermanas, la disponibilidad para con Dios provoca la disponibilidad para con los hermanos y una vida entendida como una tarea solidaria y gozosa. Al contrario, la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo, que olvida al Creador y corre el peligro de olvidar también los valores humanos, se presentan hoy como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo. El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano. Solamente un humanismo abierto al Absoluto nos puede guiar en la promoción y realización de formas de vida social y civil —en el ámbito de las estructuras, las instituciones, la cultura y el ethos—, protegiéndonos del riesgo de quedar apresados por las modas del momento. La conciencia del amor indestructible de Dios es la que nos sostiene en el duro y apasionante compromiso por la justicia, por el desarrollo de los pueblos, entre éxitos y fracasos, y en la tarea constante de dar un recto ordenamiento a las realidades humanas. El amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos, aun cuando no se realice inmediatamente, aun cuando lo que consigamos nosotros, las autoridades políticas y los agentes económicos, sea siempre menos de lo que anhelamos. Dios nos da la fuerza para luchar y sufrir por amor al bien común, porque Él es nuestro Todo, nuestra esperanza más grande (cf. Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate, 78).
9. Queridos hermanos y hermanas, que estas reflexiones nos ayuden a comprender mejor el modo de pensar de Dios y así podamos asumir un compromiso de fe más decidido. Que Nuestra Señora del Carmen interceda durante estos días para que podamos comprender mejor la voluntad de Dios en nuestras vidas y proyectos comunes. Amén.
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro