Homilía en la Celebración con la Primera Comunidad del Camino Neocatecumenal

Homilía en la celebración de la revonación de la inscripción del nombre y de la renuncia a Satanás con la Primera Comunidad del Camino Neocatecumenal
Parroquia de San Juan Bautista, San Juan del Río, Qro., Martes Santo 15 de abril de 2014
Año de la Pastoral Litúrgica

 

Muy estimado  Sr. Cura Pbro. Javier Bocanegra,
queridos catequistas,
queridos hijos, miembros de la Primera Comunidad del Camino Neocatecumenal en esta Parroquia,
hermanos y hermanas todos en el Señor:
 
  1. Me alegra poder encontrarme con ustedes en esta noche para llevar a cabo esta celebración litúrgica que marca una etapa significativa en el camino de formación en su proceso de crecimiento y en la toma de conciencia de su identidad cristiana, que ha iniciado hace tantos años y que sin duda ha sido un proceso personal y comunitario, que les ha llevado paulatinamente a conocer y profundizar en su fe, en su amor a Dios y a Jesucristo, presente en su Palabra y en sus Sacramentos y, a dejarse llevar por las mociones del Espíritu Santo que ya habita en ustedes por el Bautismo, para tratar de vivir auténticamente como hijos de Dios, discípulos  misioneros de Jesucristo.

  1. Somos conscientes que por la recepción de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana   quedamos liberados del poder de las tinieblas, muertos, sepultados y resucitados con Cristo, recibiendo el Espíritu de hijos adoptivos de Dios, para celebrar con todo el pueblo santo, el memorial de la muerte y resurrección el Señor. Sin embargo, es importante que cada uno de nosotros asumamos la responsabilidad de lo que esto implica en nuestra vida. Por eso, es muy importante que procesos como éste, nos ayuden en esta tarea tan urgente y tan necesaria en la vida de nuestras comunidades cristianas y ante el desafío de la Nueva Evangelización. Hoy día, necesitamos crecer en la conciencia que la Iniciación Cristiana no es un acto de «ahora», sino una realidad de toda nuestra vida, es un camino de toda nuestra vida. Un camino al que decimos «no» y un camino al que decimos «sí» de manera perenne.

  1. A lo largo de todo este tiempo ha sido la Palabra de Dios la que les ha ido guiando y fortaleciendo en las dificultades, animándolos a tomar decisiones, pero sobretodo marcando las etapas específicas al proceso catequístico y evangelizador de cada uno de ustedes y  de la comunidad en general;  esta noche hemos escuchado un extraordinario texto del Evangelio de Lucas (10, 17-24), en el cual se pone de relieve el entusiasmo  de  los discípulos por los frutos de la misión. Dice el Evangelio que estos setenta y dos regresaron de su misión llenos de alegría, porque habían experimentado el poder del Nombre de Cristo contra el mal. Jesús lo confirma: a estos discípulos Él les da la fuerza para vencer al maligno. Sin embargo, les aclara: “No se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense, más bien, de que sus nombres estén escritos en los cielos” (Lc 10, 20). No debemos gloriarnos como si fuésemos nosotros los protagonistas: el protagonista es uno solo, ¡es el Señor! Protagonista es la gracia del Señor. Él es el único protagonista. Nuestra alegría es sólo esta: ser sus discípulos, sus amigos.

  1. Queridos hermanos, hoy, después de haber recorrido todo este itinerario, renovarán el signo visible de la inscripción del nombre en el libro de la vida, lo cual significa que han sido elegidos para la vida eterna, que su persona junto con su historia, es en verdad una historia de salvación. Cada uno de ustedes ha podido llegar hasta este momento, en primer lugar para que la gracia de Cristo se confirme en su vida y segundo, porque Dios que obra todo en nosotros, quiere que su nombre sea glorificado. El Señor ha sido bueno con ustedes y por eso estamos alegres (cf. Sal 126, 3), ha querido revelarles los misterios del Reino porque ha descubierto en su corazón un corazón capaz de dejarse transformar (cf. Lc 10, 21).  Hoy se confirma en ustedes que “Ser cristiano no es una carga sino un don: Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo” (DA, 23).

  1. Sin embargo, queridos hijos, quisiera que no perdieran de vista que este es el final de una etapa y el inicio de un gran compromiso con Dios, con Jesucristo y con su Iglesia;  ustedes se han preparado para este momento en el cual se inicia realmente la experiencia de ser entre los hombres “sal de la tierra y luz del mundo”  (Mt 5, 13-16). No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta. Cada uno de ustedes de ahora en adelante está llamado a responder junto con la comunidad cristiana a la pregunta. “¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: La obra de Dios es ésta: que crean en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación” (cf. Porta fidei, 3).

  1. En unos momentos ustedes también harán la renovación de sus renuncias a Satanás,  con el firme propósito de confirmar su adhesión total y completa al Señor de su vida y de su historia. El papa Benedicto XVI explicando cual es el verdadero sentido de la renuncia enseñaba que renunciar a Satanás, es renunciar a todo lo que implica una vida sin Dios, una cultura sin Dios “de una way of life, de un estilo de vida, en el que no cuenta la verdad sino la apariencia, no se busca la verdad sino el efecto, la sensación, y, bajo el pretexto de la verdad, en realidad se destruyen hombres, se quiere destruir y considerarse sólo a sí mismos vencedores. Por lo tanto, esta renuncia era muy real: es la renuncia a un tipo de cultura que es una anticultura, contra Cristo y contra Dios. Se optaba contra una cultura que, en el Evangelio de san Juan, se llama «kosmos houtos», «este mundo». Con «este mundo», naturalmente, Juan y Jesús no hablan de la creación de Dios, del hombre como tal, sino que hablan de una cierta criatura que es dominante y se impone como si fuera  este  el mundo, y como si fuera este el estilo de vida que se impone”. (cf. Lectio divina en la asamblea eclesial de la Diócesis de Roma, 12 de junio de 2012).

  1. Estar bautizados significa sustancialmente emanciparse, liberarse de esta cultura. También hoy conocemos un tipo di cultura en la que no cuenta la verdad; aunque aparentemente se quiere hacer aparecer toda la verdad, cuenta sólo la sensación y el espíritu de calumnia y de destrucción. Una cultura que no busca el bien, cuyo moralismo es, en realidad, una máscara para confundir, para crear confusión y destrucción. Contra esta cultura, en la que la mentira se presenta con el disfraz de la verdad y de la información, contra esta cultura que busca sólo el bienestar material y niega a Dios, decimos «no». También por muchos Salmos conocemos bien este contraste de una cultura en la cual uno parece intocable por todos los males del mundo, se pone sobre todos, sobre Dios, mientras que, en realidad, es una cultura del mal, un dominio del mal. Y así, la decisión del Bautismo, esta parte del camino catecumenal que dura toda nuestra vida, es precisamente este «no», dicho y realizado de nuevo cada día, incluso con los sacrificios que cuesta oponerse a la cultura que domina en muchas partes, aunque se impusiera como si fuera el mundo, este mundo: no es verdad. Y también hay muchos que desean realmente la verdad.

  1. Queridos hermanos y hermanas,  no se trata de blindar nuestra vida con un traje militar, se trata de convencernos y asumir un estilo vida, el cual se renueva todos los días. El dinamismo de la vida cristiana es así. Día a día. En la vida ordinaria. En la vida de cada día donde cada uno de ustedes se desenvuelve. Jesús consciente de esto dice: “no te pido que los saques del mundo” (cf. Jn 17, 15), al contrario Jesús nos lanza al mundo, nos provoca y nos convoca para estar en el mundo. Esta es realmente el objetivo de todo esto, de todo lo que a lo largo de estos años ustedes han vivido. Llenarse de Dios para comunicar esta alegre notica a los demás. Es necesario que ahora que se termina esta etapa, cada uno de ustedes sea consciente que el principal desafío ante el cual se ha de enfrentar es el de anunciar a tiempo y a destiempo la alegre noticia del evangelio. De manera especial  en aquellas zonas y lugares donde el evangelio es incómodo o no lo hemos anuncia. El Papa Francisco nos lo ha dicho “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG, 20).

  1. Les felicito y me uno con ustedes en la oración. En la próxima Vigilia Pascual ustedes renovarán su fe junto con toda la comunidad; la fe que es lo más hermosos y más valioso que hemos podido recibir de Dios. Ánimo, no tengan miedo, Jesús nos lo ha dicho: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Que la Santísima Virgen María, la pequeña María, les acompañe y les proteja siempre de todas las asechanzas del enemigo y que Ella, como “estrella de la mañana” sea siempre su punto de referencia en el basto mar de la vida, de la cultura y de la sociedad. Amén.

 

† Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo  de Querétaro